Quién se comió la lechona
Muchos anuncios del Gobierno Petro se han quedado en eso y no ha trascendido a medidas eficaces de política. Pero los meros anuncios han hecho daño
Si a finales de octubre de 2022 alguien compró títulos de deuda del Gobierno colombiano, conocidos como TES, y saliera a venderlos hoy, obtendría un retorno de 55% en dólares. La causa de esta enorme rentabilidad, no la única, pero si la más importante, fueron las fallas de comunicación del Gobierno Petro.
Digo que han sido básicamente errores comunicación, porque muchos anuncios se han quedado en eso y no ha trascendido a medidas eficaces de política. Pero los meros anuncios han hecho daño. Veamos...
Si a finales de octubre de 2022 alguien compró títulos de deuda del Gobierno colombiano, conocidos como TES, y saliera a venderlos hoy, obtendría un retorno de 55% en dólares. La causa de esta enorme rentabilidad, no la única, pero si la más importante, fueron las fallas de comunicación del Gobierno Petro.
Digo que han sido básicamente errores comunicación, porque muchos anuncios se han quedado en eso y no ha trascendido a medidas eficaces de política. Pero los meros anuncios han hecho daño. Veamos un corto inventario.
El no a nueva exploración de petróleo, los controles de capitales, la posibilidad de que los congresistas pudieran ser ministros y cambiar de partido, el sacrificio de las Entidades Prestadoras de Salud (EPS), el marchitamiento de las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP), el aumento de los costos laborales por dominicales y nocturnos, dificultar el despido de trabajadores, comprar tres millones de hectáreas y repartirlas a campesinos, usar emisión del Banco de la República para pagar a actores del conflicto, premiar con un millón de pesos mensuales a los delincuentes y liberar de la cárcel a los vándalos de las protestas.
Ha pasado el primer año de Gobierno y no se ha visto que nada de eso se vuelva política pública. Son meros anuncios. Pero causaron pánico en los mercados.
En los primeros seis meses del Gobierno la consecuencia de esa seguidilla de anuncios fue alimentar un ambiente de incertidumbre que elevó el tipo de cambio, deprimió el precio de los TES, hizo saltar el indicador de riesgo de la deuda colombiana y disparó la póliza de seguro en caso de que el Gobierno no page, llamada Trueques de Impago de Deuda (CDS por su sigla en inglés, Credit Default Swaps).
En su libro El Póker de los Mentirosos, Michael Lewis dice que los mercados siempre esperan a que los gobiernos embutan el relleno a la lechona y luego ellos se lo comen (Lewis usa un pavo en lugar de una lechona, pero el plato tolimense es más cercano a nuestra cultura). Eso fue lo que sucedió: en los primeros seis meses de la Administración Petro, el Gobierno rellenó la lechona y luego los mercados financieros se hartaron.
Es una inmensa ironía que las ministras de inspiración ideológica, que lideraron las carteras de Minas y Energía, Salud, Trabajo y Medio Ambiente, y el presidente de la República terminaron trabajando para enriquecer a los mercados financieros, algo que les debe producir urticaria.
La suma de los anuncios hizo que fuera ridículamente barato comprar deuda colombiana. Un inversionista lo puso de la siguiente manera: “Está tan mal que está bien”. Un artículo de Bloomberg dijo que un puñado de inversionistas de Wall Street, en el que están BlackRock Inc., Franklin Templeton y T. Rowe Price Group Inc., ganaron mil millones de dólares por esta causa.
Ahora bien, los mercados financieros acertaron en su inversión porque apostaron a que las instituciones de Colombia resistirían la arremetida. El Gobierno logró despertar las preocupaciones de miles de actores, personas del común, expertos y políticos y alinearlos en oponerse a esa seguidilla de anuncios temerarios. Muchas personas consideraron que esas propuestas no solamente eran poco serias, sino nocivas. Si ese era el tan mentado cambio, iba a ser un retroceso costoso para un país donde cada paso hacia delante cuesta a veces una década.
Esa oposición férrea habla bien de las instituciones de Colombia. Vino de los partidos políticos y, a veces, de sus bancadas en el Congreso, de las altas cortes, de los militares de la reserva, de los medios de comunicación, de los gobernadores y alcaldes, de cientos de exministros y expertos que firmaron cartas sesudas, e inclusive de ministros del propio gabinete de Petro, de las encuestas y, por último, pero lo más significativo, vino de la gente en la calle.
A raíz de esas negativas y protestas la agenda se estancó en el Congreso. Algunas ministras y el propio presidente hicieron berrinches y se empeñaron en que ése era “el cambio por el que había votado la gente” y no quisieron cambiar una coma. Eso llevó a que se quedaran en anuncios e incertidumbre. No entendieron que se movían dentro de una cristalería y que no debían dar descuidados pasos de elefante, tumbando cosas por aquí y desestabilizando cosas por allá.
Con el despertar de las instituciones y el empantanamiento de las reformas e iniciativas del Gobierno, los inversionistas ratificaron que comprar bonos baratos de Colombia era un negociazo, pues no podían sino subir de precio; y la tasa de cambio iba a mejorar. Fue una apuesta segura, pues se movieron al unísono, validando sus propias expectativas. Como dijimos al principio, la rentabilidad de comprar activos de Colombia ha sido magnífica. Una suculenta lechona tolimense.
¿Los contribuyentes han pagado parte de la cuenta? Las tasas de interés del Gobierno subieron mucho y si bien bajaron, se quedaron mucho más altas que antes de Petro. En el presupuesto de 2023 los intereses de la deuda pública cuestan 70 billones de pesos (bn), versus 40 bn en 2021. Sobrepasan a los subsidios a los más pobres (18 bn), defensa y policía (48 bn), salud y protección social (50 bn), educación (54 bn). Ni qué decir vivienda (6.4 bn), justicia (4.3 bn), agricultura (4 bn), deporte y recreación (0.9 bn).
La incertidumbre por la pirotecnia verbal llevó, aparte de rellenar la lechona y dejar que otros se la comieran, a que una parte aún mayor de los impuestos que pagamos se dirigiera a pagar la deuda pública. Un tiro en el pie.
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