Petro endurece su discurso y advierte de que no enterrará la reforma a la salud bajo ninguna circunstancia
El presidente insiste en un proyecto que ha alterado el resto de sus propósitos, pero que considera medular para su Presidencia
El golpe fue duro, así que cuando el presidente salió en público adoptó una voz grave y un semblante serio. Su retórica clásica se quedó guardada para otras ocasiones menos solemnes. Horas antes, unos congresistas de la oposición habían mostrado sonrientes un documento que amenaza con entonar el réquiem de una reforma que él considera básica y primordial para su Gobierno, la de la salud. ...
El golpe fue duro, así que cuando el presidente salió en público adoptó una voz grave y un semblante serio. Su retórica clásica se quedó guardada para otras ocasiones menos solemnes. Horas antes, unos congresistas de la oposición habían mostrado sonrientes un documento que amenaza con entonar el réquiem de una reforma que él considera básica y primordial para su Gobierno, la de la salud. Gustavo Petro quiere eliminar unas empresas públicas o privadas, conocidas como EPS, que fungen de intermediarias y aseguradoras entre los pacientes y los hospitales. A su entender, esa mediación resulta un agujero negro por el que se cuelan millones de dólares. Desde que estaba en el Congreso abogaba por una sanidad pública universal a la manera de otros países occidentales, sin compañías privadas de por medio. Al llegar al poder, después de tanto esfuerzo, entendió que esta era una de las luchas que tenía que librar a cualquier precio. Y la está dando. El problema es que se ha convertido en el plomo fundido de su mandato y está pagando por ello.
Al presidente, que anda siempre pendiente de las redes sociales, le tuvo que doler ver celebrar la decisión de los congresistas en Twitter a Alejandro Gaviria, un intelectual que tuvo en su primer Gabinete como ministro de Educación, pero con el que se enfrentó por tener una visión diametralmente opuesta sobre el sistema de salud. Gaviria, con Juan Manuel Santos, llevó la cartera de sanidad y defiende el modelo actual. No lo considera perfecto, claro, necesita retoques a su forma de ver. Argumenta, sin embargo, que en su versión actual da cobertura a la mayoría de la población y resistió la pandemia mejor que la mayoría de los países latinoamericanos. Petro lo echó del Gobierno al entender, según fuentes de Palacio, que Gaviria conspiraba en su contra desde la silla de al lado. Se despidieron en aparentes buenos términos, con un almuerzo en el despacho presidencial en el que Petro apenas dijo nada, lo que no resultó del todo incómodo porque Gaviria —escritor, filósofo, economista— es un conversador profesional.
Desde entonces se ha abierto un abismo entre ambos. Gaviria se ha convertido en uno de los opositores más feroces del Gobierno, basta con echar un vistazo a su cuenta de Twitter. Lo peligroso es que no se trata de un exaltado, como muchos de sus enemigos, sino un pensador certero y con brillo capaz de influir por medio de la palabra en círculos de poder. Petro lo valora como intelectual, pero lo desdeña como político. Él ha sido capaz de mover masas, de encender el corazón de la gente, de provocar emociones, cosa que Gaviria, más allá de lograrlo en un reducido grupo de élite, no ha conseguido por ahora. Uno ve la política de una forma más racional, el otro desde la emotividad y la apelación a la voluntad de un pueblo que él va a canalizar a través de unas instituciones que considera en manos de un establecimiento, incluso un deep state si se quiere, que se opone a esos cambios. En los consejos de ministros, lo dos se enzarzaron más de una vez. Petro, que conoce bien el funcionamiento del Estado, disertaba sobre el mal funcionamiento del sistema de salud, las muertes infantiles que provoca, su incapacidad de llegar a todo el territorio, mientras que Gaviria, al principio en silencio y después levantando la voz, lo corregía delante de todos, refutaba sus estadísticas dichas de memoria. Gaviria se fue del Gobierno con la convicción de que Petro es el tipo de conocedor más peligroso, esos que saben de todo un poco y de nada en profundidad. Petro tampoco es que guarde ahora mismo una gran consideración por su antiguo aliado.
El caso es que el empeño del presidente en cambiar el sistema de salud ha empantanado la gobernanza, en general. Ha perdido muchas de las alianzas que tejió al principio con los otros grupos del Congreso, que se acercaron a él dispuestos a llegar a acuerdos para ejecutar reformas urgentes que necesita la nación. Sacó adelante con rapidez una tributaria, lo que supuso un logro si se compara con la que intentó tramitar su predecesor, Iván Duque, al que le costó una revuelta en las calles que puso una puntilla funesta a su última etapa en el Gobierno. Duque se graba ahora vídeos dando opiniones con los que intenta reforzar su imagen de gran estadista, pero su capacidad de influencia en el debate público es prácticamente nula y se le considera un presidente de transición, muy alejado de figuras que han dejado verdadera huella como Santos y Álvaro Uribe. El punto es que Petro ha tenido dificultad para darle vuelo a las otras reformas, como la agraria, la pensional y una propuesta de educación. Incluso a una ley para darle un marco jurídico a los diálogos de la paz total con grupos sin fines políticos. Un precio alto, que, a razón de lo que dijo este martes con aire de gravedad, está dispuesto a pagar.
“Para nada vamos a retirarla”, dijo sobre la reforma a la salud en una rueda de prensa. “El Congreso sabe cuál es la consecuencia de hundirla. El sistema actual no es sostenible, punto. La mayoría de las EPS incumplieron las normas y hay billones de pesos en las llamadas reservas técnicas perdidos. Así que el Gobierno entra a actuar. El INRI va a quedar sobre el Congreso, que no fue capaz de hacer una reforma de salud cuando más se necesitaba. Allá él. Pero la reforma a la Salud es absolutamente imprescindible porque hay por lo menos 35 billones de pesos perdidos y este Gobierno no va a dejar perder el dinero público”. Dicho de otro modo, esto no va a quedar así.
¿Qué se viene en el horizonte? El presidente, o mejor dicho su equipo, puede convencer a algunos de esos congresistas proponer una reforma alternativa a la del Gobierno que evite hundirla y que esa tenga un apoyo mayoritario. Ese texto caminaría en una frontera muy delgada, ya que Petro ha dicho más de una vez que quiere un cambio drástico y no pequeñas modificaciones irrelevantes. En paralelo, el Gobierno le libra una batalla sorda a las EPS con la idea de pasar a controlarlas por las irregularidades que les han detectado, como que tienen muchos menos fondos guardados de los exigidos para enfrentar una contingencia. De hecho, ya ha asumido el control de varias de esas empresas y sobre el resto pende la amenaza de intervención. El nivel de confrontación entre las compañías y Petro es absoluto y no se ven resquicios de entendimiento. El presidente va a poner su empeño en desmontar un sistema que considera pernicioso y una parte opositora importante, un entente político y empresarial, va a intentar frenarlo porque no quieren ver el modelo actual reducido a cenizas, según su interpretación. En cualquier caso, Petro va a dar la batalla y ha dejado claro que no se amedrenta ante la imagen de unos congresistas dichosos sosteniendo entre las manos una ponencia de archivo de su reforma, con un cuadro de Jorge Eliécer Gaitán de fondo, el político en el que inspira y con el que veces se compara el presidente. Petro entiende la política como un ejercicio de resistencia y pundonor, las cualidades de los ciclistas colombianos. No va a dejar de pedalear y no sabemos quién se agotará antes, si él o la montaña.
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