El canciller colombiano Luis Gilberto Murillo enfrenta un momento político difícil
El político chocoano, considerado como presidenciable para el 2026, vive un momento complejo por un conjunto de problemas, desde el manejo ambiguo del Gobierno frente a la crisis con Venezuela hasta los polémicos nombramientos diplomáticos del presidente Gustavo Petro
El canciller colombiano, Luis Gilberto Murillo, es un respetado político que desde hace varios meses es considerado un presidenciable para las elecciones del 2026. Pero pasa por uno de los momentos más delicados de su ascendente carrera. El expresidente Juan Manuel Santos, quien lo designó entonces ministro de Medio Ambiente, lo ha señalado de ser ahora un “alcahueta” del presidente Gustavo Petro, por la postura ambivalente del Gobierno colombiano frente a la crisis venezolana. Luego está Sergio Fajardo, quien en 2022 lo eligió como su fórmula vicepresidencial, y ahora ha dicho a la emisora La FM que no lo volvería a escoger: “La Cancillería ha jugado un papel relegado”. Los roces no se dan solo con antiguos aliados del centro político. En el corazón del Gobierno de izquierda, Murillo y el presidente tuvieron una discusión por la elección del activista Daniel Mendoza, señalado de machismo y sin experiencia diplomática, como embajador en Tailandia. Al conocerse esa designación, varios legisladores convocaron a una moción de censura contra Murillo, mientras grupos de mujeres exigían a la Cancillería cumplir su promesa de promover una política exterior feminista. El exgobernador del Chocó tiene el difícil reto de salir ileso del aluvión de crisis que enfrenta.
El reto más delicado pasa por la ambivalente posición que ha tomado el Gobierno Petro ante la crisis en Venezuela. “Un canciller con carácter debe imponerse”, fueron las duras palabras del expresidente Santos. Criticaba el silencio de Murillo frente al asedio del Gobierno de Nicolás Maduro a la embajada argentina en Caracas, donde se refugian seis opositores. La crítica de Murillo al bloqueo solo llegó el lunes en la mañana, después de semanas de peticiones. Ese caso es solo un ejemplo de una situación más compleja. El Gobierno colombiano ni ha señalado a Maduro como ganador de las elecciones presidenciales de julio, ni ha hablado de fraude de ese régimen. Tampoco ha aclarado quién, si alguien, representará a Colombia en la posesión del mandatario venezolano, el 10 de enero. Petro tomará una decisión que, para bien o para mal, impactará la reputación de Murillo.
“Murillo está atrapado en una situación de la que tiene poco control sobre su destino”, considera Víctor Mijares, profesor de relaciones internacionales de la Universidad de los Andes y experto en Venezuela. El canciller, a petición del presidente, buscó una alianza con los Gobiernos de izquierda de México y Brasil para darle una salida a Maduro tras las elecciones, buscando que reconociera una derrota sin el temor a ser perseguido más adelante. Si esa apuesta hubiera salido bien, Murillo hubiera subido su perfil como presidenciable.
Pero no fue así, y Murillo recibió el golpe. “Pudo ser un héroe, pero va a salir como un villano”, añade Mijares. “Desde que llegó a la Cancillería, enfrenta crisis en las que no controla las variables: el Ministerio estaba en una coyuntural por la licitación de los pasaportes, luego vino la de Venezuela, y ahora la de Trump. Un excanciller de Iván Duque, Carlos Holmes Trujillo, solía decir que Trump es un aliado incómodo, incluso entre quienes son sus afines como Duque. ¿Cómo va a manejar Murillo a Marco Rubio, el secretario de Estado, que no es nada afín a Petro? Son cosas que no controla, son problemas que hereda y lo dejan entre la espada y la pared”.
La apuesta política del exgobernador del Chocó era arriesgada desde que aceptó la Cancillería el pasado mayo. Anteriormente, como embajador en Estados Unidos, tenía una puerta abierta con Washington, pero poca visibilidad política en su país. Su aceptación se entendió entonces como una oportunidad para construir una posición más contundente ante el electorado, con la desventaja de que un canciller no tiene tanto control sobre el tipo de visibilidad que va a recibir en el Gobierno. Más cuando un presidente como Petro tiene posiciones muy definidas en política exterior, le gusta figurar como líder internacional y no delega decisiones claves a diplomáticos expertos.
El resultado es que la imagen de Murillo, como un líder de centro-izquierda, se ha desgastado. El centro de Fajardo o Santos se aleja de su antiguo miembro mientras en la izquierda se perfilan figuras más propias del petrista Pacto Histórico, como la ministra de Ambiente Susana Muhamad. Para lanzarse a la presidencia en 2026, cualquier ministro está legalmente obligado a renunciar antes de marzo. Murillo saldría en medio de las crisis y con señalamientos por los polémicos nombramientos diplomáticos del presidente.
Petro fue elegido con la promesa de fortalecer la carrera diplomática, para que menos embajadores y cónsules fueran amigos del mandatario o aliados a los que les paga favores, y se comprometió a impulsar una política exterior feminista. Para ello ha designado a expertas en relaciones internacionales como Laura Gil o Arlene Tickner. Pero ha quedado claro que no tiene problema con seguir la tradición de nombrar a amigos, incluso cuando tienen serias denuncias. Andrés Hernández, cónsul en México y exjefe de prensa de Petro, ha sido señalado de estafa, acoso sexual y acoso laboral por empleados del servicio diplomático. Aunque la Cancillería le abrió un proceso disciplinario por estas denuncias, reveladas en octubre por El PAÍS, sigue en su cargo. Daniel Mendoza, aliado fiel de Petro, declinó el fin de semana su nombramiento en Bangkok, después de que funcionarios, diplomáticas y feministas señalaran que promovía en sus redes sociales discursos que apelaban a la violencia de género y a la pedofilia. Si bien Murillo presionó para que Mendoza no llegara a Tailandia, el mensaje público no fue que el canciller logró parar el nombramiento, sino que el activista lo declinó primero.
Para Carlos Andrés Arias, experto en comunicación política y docente en la Universidad Javeriana, Murillo sale de estas crisis diplomáticas con Petro muy golpeado. “Su carrera se desdibujó mucho en la Cancillería. Se muestra como un hombre sin criterio, sin carácter, que se acomoda a Petro para tener beneficios en una futura campaña”, considera. “Además, dejó de lado a los que sí tienen las calificaciones académicas y la experiencia en relaciones internacionales, que siguen viendo que la diplomacia en Colombia es solo recompensar alianzas políticas”.