Arco, flecha y celular: así luchan las ‘influencers’ de la selva
Jóvenes indígenas de Brasil, la mayoría mujeres, aprovechan las redes sociales como plataforma para defender sus derechos, denunciar atropellos y desmontar tópicos
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Txai Suruí llegaba al enésimo evento para hablar sobre sostenibilidad, cambio climático y Amazonia que se celebró hace unos días en Río de Janeiro esforzándose para dedicar unos minutos a hacerse selfies con sus seguidores y no llegar tarde a su conferencia. Es una escena a la que está acostumbrada, sobre todo después de que su rostro diera la vuelta al mundo tras ser la única indígena en tomar la palabra en la apertura de la COP-26 de Glasgow el año pasado. En aquel momento pidió frenar “las emisiones de promesas mentirosas e irresponsables”. Su fama en las redes sociales creció rápidamente (también los ataques de los seguidores del presidente Jair Bolsonaro), y ahora comparte su día a día con más de 68.000 incondicionales en Instagram. Como ella, cada vez son más los jóvenes indígenas de Brasil que usan internet como herramienta central en su lucha por defender sus territorios.
“Hoy aún luchamos con nuestro arco y nuestra fecha, pero tenemos otra arma, que es el teléfono móvil. A través de las redes sociales denunciamos lo que no está en los medios tradicionales. Internet tiene ese poder de conectarnos y denunciar al mundo lo que está ocurriendo”, afirma esta joven de 25 años, que también escribe semanalmente en Folha de S. Paulo, uno de los principales diarios del país. Asegura que siempre tuvo una vena activista; sus padres, Neidinha Suruí y Almir Suruí, son dos referencias en la resistencia indígena que conviven con amenazas de muerte desde hace años. “Cuando naces indígena tienes que luchar, no hay otra opción”, dice. La batalla de Suruí se da en las aldeas amazónicas del territorio Uru-Eu-Wau-Wau, en el Estado de Rondônia, donde coordina una organización de jóvenes indígenas, pero sobre todo en la aldea global. Sus seguidores la ven reuniéndose con frecuencia con políticos e inversores en Londres o Estocolmo.
En su opinión, el uso de los celulares ha revolucionado las estrategias. En las aldeas, internet normalmente llega a través de las escuelas, que suelen compartir su red de Wi-fi con todos los habitantes. Ahora son los propios indígenas los que cuentan su historia, y consiguen visibilizar lo que no tiene espacio en la prensa tradicional. “Una semana después de que fueran asesinados Dom Phillips y Bruno Pereira hubo una ejecución del pueblo Guaraní-Kaiowá y nadie habló de eso. Internet tiene ese poder de conectarnos y denunciar al mundo lo que está pasando”, destaca.
El celular dentro de las aldeas ha ayudado a que los indígenas puedan alertar sobre las invasiones y la rutina de violencia que sufren en sus territorios, documentarlas, y exponerlas ante la comunidad internacional. También para desmontar tópicos, como explica en conversación telefónica Samela Sateré Mawé, que respira hondo cada vez que alguien cuestiona si un indígena puede estar a la última en nuevas tecnologías. Esta joven estudiante de biología se divide entre la jungla de cemento de Manaos (más de dos millones de habitantes en el corazón de la Amazonia) y su aldea, entre los ríos Andirá y Marau, casi 300 kilómetros al sur. Confiesa que cada vez tiene menos tiempo para visitar a los familiares que viven en medio de la naturaleza. Su apretada agenda de eventos (también forma parte del movimiento ‘Fridays for Future’ —‘Los viernes por el futuro’—, impulsado por Greta Thunberg) queda reflejada en su feed de Instagram, donde sus más de 75.000 seguidores pueden disfrutar de didácticos vídeos que explican de forma sencilla cómo lo que ocurre en los pasillos del Congreso Nacional en Brasilia acaba impactando en la selva. También comparte fotos con su pareja, el también activista Tukumã Pataxó, que no tiene problemas en deconstruir con humor los clichés que aún rodean a las comunidades nativas para conquistar a sus más de 195.000 fans en Instagram. Usar un lenguaje accesible y fácilmente viral es clave.
“Me preocupa mucho que se entienda de lo que estamos hablando, tenemos que hacer que nuestros parientes y otras personas lo entiendan, hay que democratizar la información”, enfatiza Sateré, que igual hace llamamientos para manifestaciones como aparece en la portada de una revista de moda con el puño en alto. Hace unos días, otra estrella de las redes, la activista Alice Pataxó, recibía el premio en la categoría Medio Ambiente de la cadena musical MTV aplaudida por una multitud de adolescentes. Ocupar todos los espacios, dice Sateré, es una “estrategia de descolonización”, pero remarca que hay que tener cuidado, sobre todo con las marcas que ahora se dan codazos por vincularse a jóvenes como ellas. “Hay que ver si hay medidas efectivas y eficaces o si sólo quieren usar nuestra imagen para promoverse”, apunta.
Entre las decenas de perfiles de influenciadores digitales indígenas hay todo tipo de contenido. Una buena parte tiene que ver con compartir el día a día y las curiosidades de la vida en las aldeas en las profundidades de la selva amazónica. We’e’ena Tikuna, por ejemplo, es todo un icono de estilo de vida indígena. El video del ritual de bautizo de su hija, embadurnada en genipa, ya tiene más de 19 millones de visualizaciones en TikTok. Pero el compromiso político siempre acaba saliendo a relucir. En estos momentos, una de las prioridades de estos jóvenes líderes conectados a Internet es acercar a sus miles de seguidores las candidaturas indígenas que se están poniendo en marcha de cara a las elecciones que Brasil celebrará en octubre.
En una de sus historias de Instagram, Sateré recomendaba a una seguidora a quién votar, ya que además del presidente se renovará la Cámara de Diputados, el Senado y las asambleas legislativas de los Estados. Sônia Guajajara, Célia Xakriaba, Vanda Witoto, Val Eloy o Kerexu Yxapyry son algunas de las activistas que intentarán que además de las pantallas de los móviles la lucha indígena también llegue a los escaños. A día de hoy, en el Congreso Nacional sólo hay un representante indígena, la diputada Joênia Wapichana.