Continuidad con Harris, incendio con Trump: el impacto de las elecciones de Estados Unidos en Colombia
La relación con la Casa Blanca sufriría una fuerte sacudida con el regreso del republicano, mientras que con la demócrata se seguiría en la misma línea de entendimiento que con Joe Biden
En la Casa de Nariño se muestran estos días inquietos por la persona con la que se encontrarán el año que viene detrás del escritorio del Despacho Oval. Gustavo Petro ha mantenido una relación fluida con Joe Biden, con quien ha mostrado sintonía en temas como el cambio climático y la crisis de Venezuela. En caso de una victoria de Kamala Harris, la actual vicepresidenta, parece claro que ese entendimiento se prolongaría al menos hasta 2026, cuando se acaba el mandato del presidente de Colombia. El otro escenario es mucho más complejo, según los analistas consultados. Un triunfo de Donald Trump abriría varios frentes de confrontación claros, como la inmigración, la política antidrogas y un asunto más simbólico que otra cosa, como resulta la posición de Petro respecto a la invasión israelí de Gaza.
Gobierne quien gobierne en Colombia -la izquierda, el centro o la derecha-, Estados Unidos, por mucho, es el principal socio del país sudamericano. Petro, criado políticamente en la izquierda entusiasta de la revolución cubana, quiso al inicio de su mandato no mostrarse tan “servil” con Washington, como juzgaba que otros presidentes habían hecho antes que él. De hecho, en su primera visita a Nueva York, durante una cumbre de la ONU, llegó tarde a un cocktail organizado por el presidente de Estados Unidos en honor a los jefes de Estado que habían acudido a la cita. Cuando se lo afearon, contestó irritado: “No soy de los que se le atraviesa (a Biden) cuando va al baño”.
Sin embargo, ha sido tremendamente pragmático a la hora de relacionarse con la primera potencia del mundo. Nombró embajador de Colombia en Washington -un cargo tan importante como el de ministro en este país- a Gilberto Murillo, un político y defensor de los derechos humanos muy respetado en la Casa Blanca. Cuando prescindió de su primer canciller, puso en su lugar a Murillo, una decisión aplaudida por la administración Biden. Es más, en público, Francisco Palmieri, embajador encargado de EEUU en Bogotá, aseguró que Murillo, “después de su brillante trayectoria”, debería ser el próximo presidente, en sustitución de Petro.
“En general, todos los actores políticos están esperando a ver lo que va a ocurrir el 5 de noviembre”, explica Elizabeth Dickinson, analista senior de Crisis Group, una organización sin ánimo de lucro enfocada en la solución de conflictos armados. Sin ir más lejos, el ELN, la guerrilla que negocia su desarme con Petro, ha dicho que quiere esperar a ver qué ocurre en Estados Unidos para seguir avanzando en su proceso. Biden ha sido invitado a participar en esas conversaciones, pero todavía no ha dado una respuesta y, con lo poco que queda, parece poco probable que vaya a haber una. Será el siguiente inquilino de la Casa Blanca el que la dé, y si ya es dudoso que Harris acepte participar en ese proceso que no avanza, pese a todo el voluntarismo de Petro, resulta prácticamente imposible que una administración de Trump quiera involucrarse en algo semejante.
Washington le ofrece una ayuda anual a Bogotá de unos 600 millones de dólares, una buena parte de ella destinada a seguridad. Es el mayor monto que EE UU le dispensa a un país Latinoamericano, aunque en la época de Álvaro Uribe, durante el periodo del Plan Colombia -que pretendía acabar con el conflicto armado en el país-, esa cifra superó los 700 millones. “Hay prioridades que son bipartidistas: políticas antidrogas, programas para policías. Eso no va a cambiar”, explica Dickinson. Eso sí, da por seguro que una presidencia de Trump intentaría obligar a Petro que multiplicase las incautaciones y aplicase más mano dura contra los cárteles de la droga. El choque importante llegaría cuando la gente de Trump pidiese al Gobierno colombiano poner de nuevo en marcha las erradicaciones forzadas de hoja de coca, algo que Petro casi ha extinguido, ya que entiendo desde un punto más humanista el combate contra la droga, de hecho él no criminaliza la hoja de coca y apuesta por inversiones que animen a estos agricultores a encontrar economías diferentes.
A Adam Isacson le parece que la relación Petro-Trump sería muy conflictiva. Encima, los dos son muy activos en Twitter, donde son muy frontales y combativos. Isacson, desde Washington, recuerda que Trump no se ha referido a Petro en ningún momento, pero que en su anterior campaña se refirió a él como un terrorista guerrillero -el presidente de Colombia militó de joven en el M-19- y su equipo de campaña pagó anuncios en Youtube en el que asociaba a Petro con Biden, publicidad destinada a los americanos de origen colombiano que viven en la Florida. El director de The Washington Office on Latin America (WOLA), una organización centrada en defender los derechos humanos en el continente, no descartaría que Trump incluya a Colombia en la Major List, una ley que identifica a los países que más producen y trasladan drogas -septiembre tuvo un nivel alto de producción de cocaína en el país sudamericano-, lo que le haría perder casi toda la ayuda económica. Ahora mismo, los países descertificados son Bolivia, Venezuela y Birmania, un club al que Petro no le gustaría pertenecer. La última vez que eso le ocurrió al país fue con Ernesto Samper, al que le castigaron por ser investigado por el proceso 8.000, la financiación de su campaña electoral con dinero del narcotráfico.
Venezuela estaría, sin duda, sobre la mesa. Biden y Petro han coincidido en que Nicolás Maduro debe mostrar las actas que demuestren que ganó las elecciones presidenciales del 28 de julio, aunque tienen matices. Estados Unidos ya reconoce como ganador al opositor Edmundo González, mientras Colombia pretende continuar con una negociación que Washington ve estancada. Según fuentes de la Casa Blanca, eso no quiere decir que Biden y Harris hayan perdido la fe en que González sea investido el 10 de enero, cuando empieza el nuevo mandato presidencial en Venezuela. Dickinson da una opinión rotunda de lo que podría pasar si ganara Trump: “No creo que descartara una intervención militar en Venezuela”.
Derivado de la crisis venezolana también se presenta el tema migratorio. Trump ha basado su campaña en que los inmigrantes inundan Estados Unidos, inmigrantes que en su mayoría son asesinos salidos de manicomios, algo que se ha demostrado que no es verdad, pero, en vez de restarle votos un disparate semejante, le ayuda a crecer en las encuestas, que ahora lidera por un estrecho margen después de un mes en el que Harris parecía tener la delantera. “Trump presionará para que Colombia cierre el paso por el tapón del Darién en un 100%, sin que pase nadie. De eso no hay ninguna duda”, dice rotundo Isacson. “No habría ningún diálogo en un tema sobre migración”, piensa lo mismo Dickinson.
Donde no habría sintonía de Petro ni con Harris ni con Trump sería sobre la invasión israelí en Gaza, que el presidente de Colombia denuncia casi a diario en redes sociales. Llama tilda a operación militar, en la que han muerto miles de niños, de genocidio y la compara constantemente con el Holocausto que llevaron a cabo los nazis en Alemania para exterminar a siete millones de judíos. La comparación en sí misma es polémica. Trump defiende a Israel sin peros, mientras que Harris tiene unas posiciones más matizadas, pero ninguna de las dos condenan a Tel Aviv de una manera tan drástica. Petro sí, sin ninguna duda. En cualquier caso, el presidente tendrá dos escenarios: uno continuista en caso de una victoria de la democrática, y otro problemático y peliagudo si vence Trump. En Casa de Nariño estarán muy pendientes esa noche de quién gana y no ocultan en ningún momento su favoritismo: Kamala Harris.