Los motores del triunfo de la izquierda en Uruguay: una campaña cara a cara y descontento social

El triunfo electoral del Frente Amplio tras cinco años de Gobierno conservador es el resultado de una estudiada estrategia partidaria

Lucía Topolansky, Yamandú Orsi y José Mujica reunidos en Montevideo (Uruguay). El 25 de noviembre 2024.Prensa de Yamandú Orsi (EFE)

Yamandú Orsi no tuvo dudas: su primera actividad como presidente electo debía ser una visita a José Mujica en su chacra de Rincón del Cerro, a 15 kilómetros de Montevideo. Fue más que una foto con el político más popular de Uruguay. Orsi le debe al dirigente de 89 años su candidatura y también buena parte del triunfo de este domingo frente al conservador Álvaro Delgado. El expresidente, apenas recuperado de un cáncer de esófago, se había puesto al hombro la campaña. Y fue bajo su influjo que el Frente Amplio recuperó el aura de los orígenes. Salió a la calle, convenció cara a cara a un electorado que lo había abandonado en 2019 y explotó con éxito los puntos débiles de un Gobierno, el de Luis Lacalle Pou, que se confió en que bastaban para ganar buenos datos económicos y la popularidad del presidente.

El Frente Amplio perdió hace cinco años las elecciones por solo 37.000 votos frente a la Coalición Republicana, una novedosa conjunción de fuerzas de derecha y centroderecha lideradas por los centenarios partidos Nacional y Colorado. Las fuerzas conservadoras volvían así al poder tras 15 años de Gobiernos de izquierda, convencidas de que los aires habían cambiado y llegaban para quedarse. Pero la reacción de la izquierda y los errores propios aguaron la fiesta que esperaban celebrar este domingo. Durante su tiempo en la oposición, los referentes del Frente Amplio recorrieron 300 localidades de todo el país y mantuvieron más de 1.400 reuniones con organizaciones barriales, de productores rurales o empresariales.

Al frente de la iniciativa estuvieron, entre otros, los militantes del Movimiento de Participación Popular (MPP), el de Mujica. “Hay días que los compañeros hicieron ciento y pico de actividades en el interior”, dijo el expresidente en una entrevista con EL PAÍS realizada días después de la primera vuelta del 27 de octubre. “Actividades con 15 o 20 personas, pero así, dale, dale, dale. Sé que estamos en la época de la civilización digital, pero al mano a mano no hay nada que lo sustituya. El tiempo que fuiste a la casa, que hablaste con él, es distinto a la comunicación inalámbrica”.

La estrategia callejera permitió a la izquierda recuperar cinco puntos en la primera vuelta de octubre con respecto al resultado de 2019. Sumó votos incluso en las zonas rurales, donde el Partido Nacional es más fuerte. “El Frente volvió a ganar en lugares muy importantes, como Salto y Paysandú (noroeste), sacó diferencias muy amplias en Montevideo y Canelones, los dos departamentos más poblados de Uruguay. Y donde no ganó, volvió a crecer. La derecha subestimó las posibilidades del Frente Amplio”, dice el historiador Gerardo Caetano. La ventaja de este domingo fue de casi 100.000 votos. La senadora electa por el MPP, Lucía Etcheverry, exdirectora de Vivienda durante el Gobierno de Mujica, dice que detrás del triunfo del domingo “estuvo la gente de cada pedacito del Uruguay. En todo el Frente Amplio nos concentramos en proponer, en escuchar y en comprometernos”.

La izquierda también captó el descontento de esos jóvenes de clase media baja y baja, en su mayoría hombres, que alguna vez la habían votado y hoy son el combustible habitual de las extremas derechas que crecen en Sudamérica. Verónica Pérez, politóloga de la Universidad de la República, dice que “esos jóvenes ahora volvieron, porque este Gobierno no logró satisfacer sus demandas materiales”. “Los indicadores sociales muestran que los más afectados, sin que haya una crisis profunda, son los sectores de menores ingresos. En Uruguay ha aumentado la desigualdad luego de 15 años”, explica.

El Gobierno de Lacalle Pou alimentó aún más este sentimiento de desazón con el combustible de la corrupción. Uno de los eslóganes de campaña de Frente Amplio fue ‘Que gobierne la honestidad’, con el foco puesto en los escándalos que enturbiaron la gestión actual. Los más relevantes, la condena y encarcelamiento del jefe de la seguridad presidencial, Alejandro Astesiano, por tráfico de influencias, o la renuncia de dos ministros, un subsecretario y un asesor presidencial por la entrega del pasaporte uruguayo a un narcotraficante preso en Dubai. Durante este Gobierno terminó además en la cárcel el senador del Partido Nacional Gustavo Penadés, una figura de mucho peso en el Congreso, imputado por abuso sexual de menores. Durante la investigación, que todavía sigue su curso, se supo que el exsenador había utilizado a su favor a la policía. “El Gobierno negó la corrupción y negó los problemas que enfrentaba, mostrándose como un Gobierno impecable”, dice Caetano. La popularidad del presidente, del 50%, ocultó “cómo pesaron todos esos elementos en la sociedad uruguaya”, advierte.

El escenario estaba servido para la izquierda. Y Yamandú Orsi fue al final del día una apuesta ganadora de Mujica, “la esencia de nuestro Frente Amplio”, dice la senadora Etcheverry. Esa esencia, dice, son “el respeto y el diálogo, sin agravios y sin responder a descalificaciones”. Este estilo “tan uruguayo” de hacer política será puesto a prueba a partir del 1 de marzo, cuando Orsi asuma el poder. Tendrá el desafío de mantener a su país indemne en una región que parece ir en sentido contrario.

Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS América y reciba todas las claves informativas de la actualidad de la región.


Más información

Archivado En