Medea en casa de los López
La compañía francesa Chiens de Navarre debuta en España en los Teatros del Canal con un espectáculo humorístico corrosivo sobre los vínculos familiares y los procesos de desapego
A cara de perro defienden sus personajes los intérpretes de No todo el mundo puede ser huérfano, espectáculo divertido, corrosivo y zigzagueante con el que la compañía francesa Chiens de Navarre ha debutado esta semana en España. Padres, hijos y yernos mantienen un pugilato durante seis micropiezas que giran en torno a los vínculos familiares, los enfrentamientos entre parientes, los procesos de desapego, el nacimiento y la muerte. Un tema troncal inabarcable, abordado con concisión y retranca a través de un ramillete de personajes muy bien observados: los padres liberales, la hija menospreciada, el niño mimado…
Con un naturalismo que se transforma inesperadamente en realismo fantástico para adentrarse en lo surreal y en lo grotesco, el director Jean-Christophe Meurisse y su troupe brincan, culebrean y fantasean sobre asuntos que las sociedades liberales consideran estrictamente privados. En las criaturas de Chiens de Navarre aletea en ocasiones el ánima caricatural de los dibujos de Topor y de Ops, pero con más frecuencia parecen hijas de un cruce entre los personajes de Jérôme Deschamps y las viñetas mudas de Greg donde Aquiles Talón y Funestini la emprenden a bastonazos el uno con el otro.
Nada es gratuito en este montaje extravertido, lleno de disparates, pero pasados todos ellos por el corazón de sus intérpretes, que se lanzan a poner el dedo en la llaga con el ímpetu inocente del niño que mete los dedos en un enchufe. Lorella Cravotta y Olivier Saladin, cómicos de la compañía de Deschamps, interpretan aquí con contención a la pareja que vivió las protestas de Mayo del 68. Cravotta es una payasa rigurosamente seria. Saladin, en la escena donde sus hijos le bañan, despierta una mezcla de ternura y de zozobra similar a las que concitaba el coprotagonista de Sul concetto di volto nel figlio di Dio, espectáculo que Romeo Castellucci presentó en el Matadero de Madrid en 2011: sorprende hallar vínculos entre creaciones tan opuestas.
El bebé que interpreta Hector Manuel tiene alma de Nijinski y de Béjart; Vincent Lécuyer encarna al fantasma de Agustín Lara en un intermedio espírita; Alexandre Steiger es un árbol de Navidad antropomorfo descacharrante; Lucrèce Sassella le saca jugo humorístico a una suicida pertinaz; Charlotte Laemmel es un rayo tragicómico que lo atraviesa todo de parte a parte. La compañía llevaba un año sin hacer esta función porque en Francia los teatros están cerrados por una medida discrecional.
No todo el mundo puede ser huérfano. Creación: Chiens de Navarre. Dirección: Jean-Christophe Meurisse. Teatros del Canal. Madrid. Hasta el 18 de abril
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