Céline Sciamma: “Pongo amor a todo lo que ves en pantalla”
La directora francesa, referencia actual para las nuevas generaciones de realizadoras, estrena ‘Petite maman’, una ensoñación infantil rodada justo tras el confinamiento, y ‘París, distrito 13’, su colaboración con Jacques Audiard
El cambio de registro, de tamaño, de género e incluso de mirada es abismal. La francesa Céline Sciamma (Cergy-Pontoise, 40 años) ha saltado de Retrato de una mujer en llamas (2019), un drama sentimental apasionado, arrebatado, construido en el pasado —transcurre a finales del siglo XVIII— para agitar el presente, a Petite maman, un filme en apariencia pequeño, ...
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El cambio de registro, de tamaño, de género e incluso de mirada es abismal. La francesa Céline Sciamma (Cergy-Pontoise, 40 años) ha saltado de Retrato de una mujer en llamas (2019), un drama sentimental apasionado, arrebatado, construido en el pasado —transcurre a finales del siglo XVIII— para agitar el presente, a Petite maman, un filme en apariencia pequeño, de apenas 72 minutos, delicado, que levanta testimonio de la amistad de dos niñas de la misma edad y singular parecido, que si encaja en la filmografía de Sciamma es por su constante plasmación del discurrir hacia la madurez de sus protagonistas, del dibujo de qué se siente al pasar de una edad a otra o cómo se afrontan transformaciones radicales emocionales. Sciamma no solo presenta esta temporada Petite maman (que se estrena en España el viernes 29 de octubre), sino que el 5 de noviembre el festival de cine europeo de Sevilla inaugura su 18ª edición con París, distrito 13, de Jacques Audiard, en cuyo guion ha colaborado —y se nota en pantalla— la realizadora.
Tras el fallecimiento de Agnès Varda, las generaciones de jóvenes directoras han tomado a Sciamma como la cineasta a seguir. Hasta el pasado julio su nombre encabezaba las listas de apuestas sobre la segunda mujer ganadora de la Palma de Oro en Cannes (tras Jane Campion y El piano). Finalmente ha sido Julia Ducournau con Titane quien lo ha logrado, lo que a Sciamma le ha supuesto un alivio, le ha liberado “de una misión” que nunca sintió suya, confiesa. Pero Sciamma se mantiene como el referente. “Me halaga, aunque tampoco entraba en mis planes. Supongo que aún nos queda un tiempo hasta que haya tantas directoras como para que no seamos excepciones”, cuenta. La charla tiene lugar en septiembre, durante el festival de San Sebastián, donde su Petite maman se proyectó en la sección Perlas. Sin prisa, café en mano, antes de entrar en promociones marcadas por los cronómetros, Sciamma, de suaves modales y risa constante, desgrana la creación de su último trabajo: “La escribí durante el confinamiento y la rodé en otoño, cerca de donde me crie, a las afueras de París. Por eso tiene ese aire de ensoñación”. La protagonista, Nelly, es una niña que juega en un bosque junto a la casa de su recién fallecida abuela, que están vaciando sus padres. Y entre los árboles aparece otra cría, muy parecida a ella, que podría ser su madre a su misma edad. “Cuando monté la película, mi editor advirtió: ‘Nellly nunca duerme’. Incluso tumbada sus ojos están abiertos. No lo rodé como un truco más, pero así hoy el espectador se puede plantear si lo que está viendo no es en realidad todo un sueño de la protagonista. ¿Es una película onírica, de fantasmas, incluso de viajes en el tiempo? No importa, y yo ni siquiera quiero escoger el género”.
El tiempo infantil transcurre de manera muy distinta al de los adultos, y en pantalla la cineasta juega con ese ritmo absolutamente distinto, cercano al del cine de quien ha sido su guía en este viaje, Hayao Miyazaki. “Con Petite maman quería abolir el pasado y el presente, explotar las barreras entre generaciones, alterar la verticalidad por la horizontalidad. La percepción infantil del tiempo está anclada al presente, lo que para ellos es un disfrute y para el cine también. Lo he subrayado con la atemporalidad del vestuario y de la dirección de arte”, explica. “Y a la vez me sirve para entrar en la poesía que emana de las acciones de los niños, y que choca a veces con su intento de entender a los adultos y el devenir del mundo. Como cría vives cada instante con una enorme intensidad, a la vez que esperas respuestas completas a las dudas que te asaltan a cada segundo. Me gusta escribir personajes así, que se cuestionan lo que viven, que afrontan esos interrogantes”.
No hay duda, vista su carrera, de eso, y del cariño y respeto con el que Sciamma retrata a sus protagonistas. Desde sus inicios en Water Lillies (2007), pasando por Tomboy (2011) —la lucha de una niña, que al mudarse su familia de vecindario, decide presentarse en el nuevo colegio como un chico— a la fascinante Girlhood (2014), que dejó para la historia del cine contemporáneo la secuencia en la que las chicas protagonistas, amigas de barrio en París, bailan y cantan Diamonds, de Rihanna. “Yo nunca le digo a los actores lo que tienen que sentir sus papeles. Pienso en la situación, en crear el ambiente y que desde ahí creen. Me preocupan más los sentimientos del público. Aquella secuencia nació de la coreografía que planteamos, y del amor que le pusimos. En realidad, soy una cineasta obsesiva, que diseño el vestuario, que me planteo todos los detalles... en fin, le pongo mucho amor a cada rasgo que ves en pantalla”.
A Sciamma le preocupa el futuro del cine, aunque no desde su planteamiento industrial, sino desde las entrañas creativas. “No puedo separar ese futuro de los cambios político-sociales. Ahora tenemos el viento a favor. Sin embargo, es importante que se apoye en ideas fuertes. Si no, saldrán filmes flácidos”, aduce. Lo que conlleva alejarse de la mera plasmación de los hechos. “Me parece que queremos racionalizar demasiado las cosas. Y los niños, incluso en este siglo XXI, crean sus propias mitologías, que tienen algo de componente terapéutico ante los pesares de la vida. Eso es Petite maman”. ¿Eso no la acerca a Titane, la flamante Palma de Oro? “Sí, es curioso cómo dialogan ambas películas entre sí, porque las dos inciden en la construcción de nuevas familias, y de la elaboración de esas mitologías desde un punto de vista paritario entre hombres y mujeres”.
Sobre su trabajo con otro peso pesado del cine francés, Jacques Audiard, del que ha nacido París, distrito 13 (con estreno previsto en España para este invierno), Sciamma recuerda: “Escribí el primer borrador antes de Retrato... y de que Jacques afrontara Los hermanos Sisters, y nos apoyamos en una tercera escritora [Léa Mysius], que ha servido para que la película albergue distintas voces de varias generaciones”. París, distrito 13, filmada en blanco y negro, habla de relaciones sentimentales y de amistad entre jóvenes en el barrio parisiense de Les Olympiades. “Es un filme generacional, y ha sido bonito ver cómo Jacques, preocupado por realizar un cine contemporáneo, ha buscado nuevas soluciones para reflejar con distintos ecos a la gente joven actual”, ríe. “Por otro lado, Jacques es un director impresionante. No podía esperar menos de él”.
‘Petite maman’. Céline Sciamma. Se estrena en cines el 29 de octubre.
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