Vidas enlazadas en un ‘Cuarteto’

Un cuarteto es una pieza musical compuesta para ser interpretada o cantada con cuatro instrumentos distintos o por cuatro vocalistas. Y así, estos relatos —casi nouvelles— que Soledad Puértolas reúne en su libro guardan entre sí una indiscutible unidad estructural y formal, lograda a partir del despliegue de una serie de motivos dinámicos que sustentan las distintas tramas y cohesi...

Un cuarteto es una pieza musical compuesta para ser interpretada o cantada con cuatro instrumentos distintos o por cuatro vocalistas. Y así, estos relatos —casi nouvelles— que Soledad Puértolas reúne en su libro guardan entre sí una indiscutible unidad estructural y formal, lograda a partir del despliegue de una serie de motivos dinámicos que sustentan las distintas tramas y cohesionan los demás elementos narrativos. Todo ello preservando la singularidad de cada pieza en lo que concierne a la ejecución; el modo o molde elegido, que puede entroncar con el cuento de hadas tradicional (‘Horror vacui’); anclarse en la poética realista de representación directa de un ambiente y unas formas de vida (‘Ceteris paribus’, ‘Festina lente’), o mirar hacia el enigma y la aventura de sesgo científico (‘Noli me tangere’). Sin olvidar una serie de variaciones en los temas o motivos comunes, que enriquecen el conjunto y añaden matices y sugerencias aportadas por cada relato.

Todos tienen como figura central a una mujer o una joven que busca su camino y anhela realizar un proyecto personal, decisión a menudo tomada a partir de una dolencia o malestar previos, que exigen romper ataduras y partir, y en ocasiones desaparecer. Son la princesa Georgina, la maestra Amanda, la soñadora y emprendedora Olimpia y la científica Lisa Gangs. Alrededor de ellas van emergiendo otros destacados personajes, con vínculos familiares o afectivos, que impulsan y a veces determinan la acción novelesca.

La separación, el viaje propiamente dicho y la obligación de afrontar la nueva vida conforman ritos de paso, en los que también inciden factores anímicos o existenciales que se derivan, por ejemplo, del tiempo inmóvil en el que vivió atrapada Georgina sin aprender nada de él; de la vida malgastada con resignación en una ciudad de provincias; o de la soledad que envuelve a quienes habitan la extraña isla del frío y del hielo. A los distintos aprendizajes y transformaciones se les suma la aventura de vivir, repleta de azares y enigmas, de secretos íntimos, de encuentros que son retornos y anudan viejos lazos rotos.

Son historias que pueden parecer insignificantes o minúsculas, pero que van preñadas de sentido

La habilidad de Puértolas para deslizar al lector por las historias ya la he destacado más de una vez. En Cuarteto, la escritora trenza con maestría múltiples hilos para ofrecernos un sutil retablo de vidas e historias con “los otros, los desconocidos, los objetos del deseo, del amor, de nuestras obsesiones”, como se dice Olimpia. Historias que pueden parecer insignificantes o minúsculas, pero que van preñadas de sentido. Historias que se van haciendo despacio, “como si el tiempo que nos es concedido a cada uno fuera inacabable”, y que son las únicas que importan de verdad, y “no el presente que hemos construido con tenacidad y paciencia”. Lo sabía la princesa Georgina cuando estaba presa del horror vacui; sabía que “era allí donde residía el origen del problema, en el tiempo, en el sentido del tiempo”. Y lo descubren otros personajes cuando caen en la conciencia del tiempo “que cumple su ciclo y se despide”. Y lo sabrá el médico Fredi Llosa en su transformación final, cuando ya el hilo que lo une a la vida es muy delgado: “Había ido cortando vínculos con unos y con otros, como si fuese a emprender un largo viaje. Y de pronto no quería marcharse. No lo deseaba con suficiente claridad. No se estaba demasiado mal allí”.

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