Marta Sentís, una fotógrafa desclasada
La Fundación Vila Casas recorre la obra de la autora en un itinerario por distintas geografías y vivencias que se adentra en la efervescencia del día a día en busca de momentos de gran intimidad
Asegura Marta Sentís (Barcelona, 1949) que todos los artistas son unos desclasados. Algo que no hace sino expresar el espíritu errante de esta fotógrafa dueña de una mirada ágil y espontánea que gana fuerza con el destierro y en la incertidumbre encuentra su máxima expresión. A lo largo de más de dos décadas, fotografiar se convirtió en la aseveración de la propia experiencia vital de la autora; la búsqueda de un sitio en el mundo. Un itinerario por distintas geografías y vivencias que ha quedado resumido en una exposición, ...
Asegura Marta Sentís (Barcelona, 1949) que todos los artistas son unos desclasados. Algo que no hace sino expresar el espíritu errante de esta fotógrafa dueña de una mirada ágil y espontánea que gana fuerza con el destierro y en la incertidumbre encuentra su máxima expresión. A lo largo de más de dos décadas, fotografiar se convirtió en la aseveración de la propia experiencia vital de la autora; la búsqueda de un sitio en el mundo. Un itinerario por distintas geografías y vivencias que ha quedado resumido en una exposición, Todos los días son míos, que tiene lugar en el Palacio Solterra de Torroella de Montgrí, sede de la Fundación Vila Casas en Girona.
Las más de 200 imágenes, muchas inéditas, se presentan desvinculadas de su cronología y, en su mayoría, de su geografía dentro de las distintas salas. “Han sido agrupadas en pequeños archipiélagos que tienen pulsiones emocionales semejantes”, apunta Alejandro Castellote, comisario de la exposición. De esa manera, en el mismo mosaico pueden coincidir imágenes tomadas en Nueva York, Maldivas y Londres. Kassala (Sudán), Salvador de Bahía, Puerto España, El Cairo, Lamu (Kenia), Debre Zeyit y Adís Abeba (Etiopia) componen otros de los escenarios que se definen por su vitalidad y en los cuales la figura humana nunca está ausente. Mediante abarrotadas composiciones donde, a menudo, se establece un juego entre los distintos planos visuales, Sentís se adentra en la efervescencia del día a día dispuesta a identificar los momentos que desprenden más intimidad, pero también con el propósito de desvelar aquello que aún desconoce. Se trata de “salir de viaje sin un relato escrito de antemano. Porque viajar para confirmar los estereotipos que tenemos sobre un lugar o sobre una cultura ajena a la nuestra no merece la pena”, escribe el comisario. “Tal vez ahí resida la quintaesencia de sus viajes: no tener un destino prefijado o, si se quiere, demorarlo hasta que los años le anuncien el momento de iniciar su regreso”.
Fue una crisis personal la que llevó a Sentís a buscar su propia voz a través de la fotografía. Tras abandonar su trabajo en Nueva York, regresará a España para poco después emprender un viaje a India donde comenzará a hacer fotos. Autodidacta, se iniciaría en las tareas del laboratorio con Manel Esclusa . “Mi aprendizaje fue en blanco y negro”, recuerda la autora. “Por aquel entonces aprendíamos todo unos de los otros, no había escuelas. Yo salía de una Barcelona bastante gris, y me llamaba mucho la atención el estallido de color que encontraba en otros países. El color me parecía mucho más real. Recordaba un viaje que hice con mi padre, el periodista Carles Sentis, y Francesc Català-Roca por Escandinavia, donde el fotógrafo no paraba de repetir: ‘El color es el futuro’. El color me hace vibrar. Me relaciona con la vida. El romanticismo del blanco y negro no iba conmigo, me trasladaba al pasado”. “Es preciso señalar que esa configuración visual en color tan poderosa —en términos de iconografía— no contiene una simultaneidad temporal con las modulaciones formales adoptadas por otras fotógrafas en esos años”, escribe el comisario en el catálogo que acompaña la muestra. “Sentís se aventuró por ese camino estético en solitario. Algo que dice mucho sobre su intuición y su originalidad creativa y sobre la madurez visual que exhibe en su mirada”.
Bajo el título de Oficio, nos encontraremos en una de las salas las imágenes de una Barcelona que parece de los años cincuenta. Se presentan en un tamaño reducido, en un formato similar al de los cromos y en blanco y negro. Sin embargo la serie fue realizada en 1979. “La idea surgió de Fernando Amat, propietario de Vinçon, la famosa tienda de diseño barcelonesa”, recuerda la fotógrafa. “Amat era un agitador cultural que daba mucha cancha a los jóvenes. Nos reunió a varios, entre ellos a Mariscal, a América Sánchez, a María Espeus, a Peret y a mí con el fin de impulsar la marca Barcelona. Me dio por fotografiar aquellos oficios que ya intuía que eran del pasado. Con el tiempo la serie ha ganado fuerza, porque se observa lo que quedaba entonces de otros tiempos”.
En otra pared, también en blanco y negro, aparecen reunidos los compañeros de viaje de la autora, protagonistas de una ebullición artística que comenzaba a destellar en la capital catalana a finales de los setenta y a los que Sentís retrataba en tomas espontaneas. “Era un underground menos intelectualizado que el de Nueva York”, precisa la fotógrafa, “y esa despreocupación, esa locura de la calle, esa gracia andaluza, esa indiferencia por el futuro, ese ir semidesnudos por la calle, me resultó chocante”. Nazario, Enrique Vila-Matas, Bigas Luna, Jorge Rueda, Antoni Miralda, Miquel Barceló y Ocaña (la fotógrafa participó como foto fija en la película, Ocaña, retrato intermitente, de Ventura Pons) entre otros muchos componen el mosaico.
El talante innovador de la autora la llevaría también a adentrarse por formatos más experimentales y lúdicos de la fotografía. Así, fotografiaba con una lente macro fragmentos de postales de la ciudad, una diapositiva que imprimiría en fotocopias en color que luego pintaría encima antes de volver a fotografiar, subvertiendo y sacralizando la clásica copia fotográfica en blanco y negro. “Nunca nadie las consideró como fotografías en aquella época” se queja Sentís “Ni me pidieron formar parte de ninguna Primavera Fotográfica. Pocas cosas de las que hice se consideraban fotografías. Todo era muy rígido en España”. Lo cierto es que “una de las razones que orbitaban en torno a esa desafección ‘institucional’ era su condición de mujer, sumada a la clase social de la que provenía”, destaca el comisario. “Algo que no sucedió durante esos años con los vástagos varones de la burguesía en Barcelona o en Madrid”.
En 1996, la fotógrafa dio por finalizada su trayectoria como fotógrafa profesional y creadora. Volvería a fotografiar durante la pandemia. “Pasé sola el confinamiento, en una casa en el campo”, señala la fotógrafa. “Cuando salía a pasear pensaba en lo duro que debía ser estar encerrado en un piso, y se me ocurrió enviar cada día, a un grupo de amigos, las imágenes que a diario tomaba con el móvil y luego manipulaba”. Estas han quedado reunidas en una pequeña monografía titulada Encierro (Joaquín Gallego Editor). “Lo que une esta exposición es que en mi vida he hecho la que me ha parecido sin rendir cuentas a nadie. He tenido la suerte de poder llevar una vida bastante libre”, advierte la fotógrafa. “Hay un verso de Pessoa que dice: ‘Si después de morir, quieren escribir mi biografía, no hay nada más sencillo. Tan solo tiene dos fechas: la de mi nacimiento y la de mi muerte. Entre una y otra todos los días son míos”.
‘Marta Sentis. Todos los días son míos’. Palacio Solterra de Torroella de Montgrí. Girona. Hasta el 19 de noviembre del 2023.
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