La nueva Edad de Plata de la literatura dramática española
Autores consagrados internacionalmente como Juan Mayorga o Angélica Liddell confluyen con una pujante generación de nuevos dramaturgos que emerge con una diversidad estilística y temática inédita en el género
La literatura dramática española está en ebullición. En foros y publicaciones teatrales se habla de una nueva Edad de Plata del género, estableciendo un paralelismo con el fecundo periodo cultural del primer tercio del siglo XX en España. Varias generaciones confluyen en esta explosión. Desde la que se fraguó contra viento y marea en las dos primeras décadas de democracia —en un contexto de hostilidad hacia el llamado “teatro de texto” y los autores que habían estrenado durante el franquismo— hasta la que se desarrolló ya sin complejos con la llegada del nuevo milenio y la que emerge ahora con...
La literatura dramática española está en ebullición. En foros y publicaciones teatrales se habla de una nueva Edad de Plata del género, estableciendo un paralelismo con el fecundo periodo cultural del primer tercio del siglo XX en España. Varias generaciones confluyen en esta explosión. Desde la que se fraguó contra viento y marea en las dos primeras décadas de democracia —en un contexto de hostilidad hacia el llamado “teatro de texto” y los autores que habían estrenado durante el franquismo— hasta la que se desarrolló ya sin complejos con la llegada del nuevo milenio y la que emerge ahora con una diversidad estilística y temática inédita en la historia del género.
Figuras centrales de aquella primera generación de la democracia son Juan Mayorga (Madrid, 59 años) y Angélica Liddell (Figueres, 58 años). Son los dramaturgos vivos de mayor proyección internacional en este momento y ambos se forjaron en la escena independiente del posfranquismo, donde ejercían como maestros autores como José Sanchis Sinisterra o Josep Maria Benet i Jornet. Juan Mayorga es el más representado, publicado y traducido en el mundo. Su escritura se caracteriza por su gran ambición literaria, hondura filosófica y atención a la memoria histórica. Obras como Himmelweg (2003), Hamelin (2005), El chico de la última fila (2006) o La lengua en pedazos (2011) han sido estrenadas en una treintena de idiomas e incluso El chico de la última fila fue llevada al cine por el francés François Ozon (En la casa, 2012).
Angélica Liddell concibe sus textos para llevarlos a escena ella misma (como directora e intérprete) y solo excepcionalmente ha cedido sus derechos para que los representen otros artistas. Pero ello no ha mermado su influencia en el panorama internacional por su estilo único, que rompe con las reglas de la dramaturgia convencional, con una fuerte carga poética y literaria que ha propiciado la publicación inmediata de todas sus obras y su traducción en numerosos idiomas. Dos de sus títulos cumbre son La casa de la fuerza (2009) y Vudú (3318) Blixen (2023). La más reciente, Dämon. El funeral de Bergman, inauguró este verano el festival de Aviñón, la cita más importante del teatro europeo contemporáneo.
Aquella generación, en la que se incluyen otros autores que siguen activos como Rodrigo García, Sergi Belbel, Laila Ripoll, Andrés Lima, Ernesto Caballero, Yolanda Pallín o José Ramón Fernández, revitalizó el deprimido panorama de la literatura dramática en España y dio paso a nuevos nombres que son los que hoy ocupan los escenarios principales del país: Alfredo Sanzol, Pablo Remón, Lucía Carballal, Alberto Conejero, Pablo Messiez, María Velasco, Jordi Casanovas, Denise Despeyroux, Josep Maria Miró, Guillem Clua, María Goiricelaya, Jordi Casanovas o Marta Buchaca, entre los más destacados.
A su calor está creciendo otra nueva hornada muy atenta a las problemáticas de la juventud actual y completamente liberada del teatro aristotélico: Joan Yago, Claudia Cedò, Pablo Rosal, Victoria Szpunberg, Roberto Martín Maiztegui, Berta Prieto, Luis Sorolla, Sara García Pereda, Oriol Puig Grau o Juana Dolores, entre otros.
A esta pujanza ha contribuido la puesta en marcha de numerosos programas de residencias, laboratorios y premios para nuevos autores en centros públicos. Y tiene su reflejo en el bum que ha experimentado la edición de obras dramáticas, lo que contribuye a fijar el repertorio e impulsa traducciones en otros países. Si hace veinte años solo había dos sellos especializados en teatro contemporáneo (Ñaque y Fundamentos, sin contar los grandes catálogos de clásicos), en las dos últimas décadas se han sumado una docena de editoriales volcadas total o parcialmente en el género: Antígona, La Uña Rota, Punto de Vista, Mutis, Artezblai, Esperpento, Acto Primero, Ediciones Invasoras, Continta Me Tienes, Ediciones Irreverentes, Dos Bigotes o Pepitas. En el Salón del Libro Teatral celebrado a finales de octubre en Madrid se dieron cita cerca de una treintena de expositores, entre editoriales privadas, revistas e instituciones que también publican obras. Según la Federación de Gremios de Editores, desde 2015 se publica una media de 500 títulos al año.