¿Giro hacia la (ultra)derecha? Tres tesis y una advertencia
El resultado electoral no necesariamente es extrapolable a lo que pueda acontecer el día de mañana en una elección municipal, parlamentaria o presidencial
Existe un claro ganador en las elecciones de este domingo: el Partido Republicano. Se trata de una fuerza política nueva de ultraderecha, aunque parte importante de sus dirigentes provienen de la derecha tradicional. En cierto sentido, el Partido Republicano es una escisión de la derecha convencional que lenta y difícilmente fue moderando sus posturas políticas desde inicios de los años 1990 en adelante. Si bien es cierto que José Antonio Kast...
Existe un claro ganador en las elecciones de este domingo: el Partido Republicano. Se trata de una fuerza política nueva de ultraderecha, aunque parte importante de sus dirigentes provienen de la derecha tradicional. En cierto sentido, el Partido Republicano es una escisión de la derecha convencional que lenta y difícilmente fue moderando sus posturas políticas desde inicios de los años 1990 en adelante. Si bien es cierto que José Antonio Kast tiene un estilo de liderazgo diferente al de Donald Trump, no cabe duda de que sus propuestas programáticas son similares a las que levanta la derecha radical a nivel global y que tiene a la democracia en una situación crítica en el mundo entero. En efecto, los vínculos internacionales de Kast no son con la derecha convencional, sino que con la ultraderecha. Abundan las fotos de Kast con figuras como Jair Bolsonaro y Santiago Abascal, pero no existen fotos de él con líderes como Angela Merkel o Emmanuel Macron.
¿Cómo explicar que la derecha radical obtuvo 35% de los votos y que la derecha convencional logró movilizar al 21% del electorado? ¿Experimentó el país un giro hacia la (ultra)derecha? Para responder esta pregunta es necesario contar con información empírica más sólida y realizar así un análisis detallado. Por lo pronto, tan solo me atrevo a levantar tres tesis y plantear una advertencia.
Primera tesis. Esta elección fue muy peculiar, porque existió escasa información sobre el proceso y además rigió el voto obligatorio, de modo que una parte importante del electorado fueron personas que por lo general no han votado en el pasado. La evidencia demuestra que estos son sujetos más bien apolíticos, quienes toman su decisión muy tardíamente y con escaso conocimiento. Particularmente llamativo es que si bien la participación fue muy alta (85%), los votos nulos y blancos equivalen al 18%. Esto quiere decir que el Partido Republicano obtuvo en realidad el 35% de los 10 millones de votos válidamente emitidos, lo cual equivale aproximadamente a 23% del total del padrón electoral. Sin duda alguna que es un número muy alto, pero no hay que pasar por alto que un 18% del electorado nacional votó blanco o nulo. No sabemos bien cuáles son sus preferencias y, por tanto, hay que indagar más al respecto para pensar cómo podrían votar el día de mañana.
Segunda tesis. La elección de este domingo fue para escoger quienes van a redactar una nueva Carta Magna, pero lo que primó en el debate público no fue la cuestión constitucional, sino que otros dos temas: inmigración y seguridad ciudadana. Todos los actores políticos – desde el Gobierno hasta la oposición – se dedicaron a hablar profusamente sobre estos dos temas, los cuales son justamente las banderas de lucha de la ultraderecha. Tal como sucede en Europa, si todos hablan sobre los temas que comulga la ultraderecha, no debemos extrañarnos que su peso electoral aumente. Cabe recordar que el mismo presidente Boric dijo hace poco “vamos a ser unos perros en la persecución de la delincuencia”, mientras que la derecha convencional no escatimó esfuerzo en defender políticas de mano dura con vehemencia. Es verdad que el país está experimentado una situación crítica en inmigración y seguridad ciudadana, pero el nivel de alarmismo que generan los medios de comunicación y la clase política no se condice del todo con las cifras.
Tercera tesis. La ultraderecha obtuvo 23 miembros en el consejo constitucional que está compuesto por 51 personas y esto le da poder de veto para bloquear cualquier iniciativa que se intente materializar en la nueva Constitución. Las palabras iniciales del candidato del Partido Republicano electo por Santiago muestran una disposición al diálogo para escribir un texto que represente a todas y todos. Sin embargo, esto dependerá sobre todo del talante de los consejeros constitucionales de ultraderecha. Por ejemplo, una mayoría de ellos está en contra de la legislación vigente para la interrupción del embarazo, la cual tiene un amplio apoyo ciudadano. A su vez, líderes del Partido Republicano en la Cámara de Diputados han postulado ideas que son rechazadas masivamente (basta pensar en el cuestionamiento al derecho a voto de las mujeres por Johannes Kaiser o las constantes actitudes violentas de Gonzalo de la Carrera).
Mientras más radicales se muestren los consejeros constitucionales de la ultraderecha, más difícil se tornará el debate y mayores serán las chances de que el texto propuesto sea rechazado en el plebiscito de diciembre. Esto sería un problema serio para el país, pero sobre todo para la misma ultraderecha, ya que afectaría gravemente su posibilidad de crecimiento electoral y potencial capacidad para gobernar.
En resumen, lo que sucedió no necesariamente es extrapolable a lo que pueda acontecer el día de mañana en una elección municipal, parlamentaria o presidencial. Hay que tener entonces mucho cuidado con sacar conclusiones apresuradas, pero no pocos actores y partidos políticos van a caer en la tentación de leer los resultados de este domingo como una suerte de termómetro de sus propios proyectos políticos. Decir esto no le da esperanzas a un Partido como la Democracia Cristiana (es un paciente terminal) y otras fuerzas políticas, sino que más bien es una invitación a estudiar los resultados de esta elección con calma.
Por último, cierro con una advertencia. Aun cuando es cierto que los aires parecen soplar a favor de la ultraderecha, la consolidación de este proyecto político depende no solo de su propio actuar, sino que también y sobre todo de la derecha convencional. La evidencia comparada demuestra que cuando se produce una simbiosis entre derecha convencional y la ultraderecha, quien gana es esta última y quien pierde es la primera. Si entonces quienes hoy lideran Evópoli, RN y UDI están dispuestos a negociar, pactar y gobernar con el Partido Republicano, no deberíamos extrañarnos que estos mismos líderes se sientan huérfanos el día de mañana y estén obligados o bien a retirarse de la política o terminar siendo los actores de reparto en una película titulada cómo murió la democracia chilena.