Cuando el cielo de Santiago de Chile es el escenario
El equilibrista francés Nathan Paulin paraliza el centro cívico de la capital chilena con su espectáculo sobre una cuerda a 50 metros de altura en el arranque del Festival Internacional Teatro a Mil
Son las 11.00 de la mañana de este miércoles y el centro cívico de Santiago de Chile está paralizado. Ni un coche cruza por la Alameda, la principal arteria de la capital. Familias con niños, oficinistas, turistas, vendedores ambulantes y hasta monjas detienen el paso para elevar la mirada al cielo, donde el equilibrista francés Nathan Paulin pende de una cuerda de 270 metros de largo y a 50 metros de altura, que atrav...
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Son las 11.00 de la mañana de este miércoles y el centro cívico de Santiago de Chile está paralizado. Ni un coche cruza por la Alameda, la principal arteria de la capital. Familias con niños, oficinistas, turistas, vendedores ambulantes y hasta monjas detienen el paso para elevar la mirada al cielo, donde el equilibrista francés Nathan Paulin pende de una cuerda de 270 metros de largo y a 50 metros de altura, que atraviesa la avenida hasta el edificio Paseo Bulnes. El funambulista, descalzo y con una camiseta roja y vaqueros, desafía el viento y el calor inclemente del verano. Su hazaña es el puntapié inicial de la versión 31 del Festival Internacional Teatro a Mil, que se celebra durante enero en distintos rincones del país sudamericano. Una grabación de Paulin se escucha por los altavoces desplegados junto al Palacio de La Moneda: “La práctica de highlight es para mí casi volar”.
Los cientos de congregados están nerviosos antes de que arranque el espectáculo Les traceurs. Unos aprovechan de llamar a sus conocidos que trabajan en la zona para que acudan a la plaza del Paseo Bulnes y otros especulan si atravesará con algún tipo de seguridad. Los vecinos de los edificios residenciales se asoman por las ventanas con una vista privilegiada a la función montada en el aire. “¡Ahí está! ¡Me muero!”, gritan los presentes cuando aparece Paulin en la azotea del edificio del Banco Estado, de 11 plantas. Apenas el funambulista pone un pie en la cuerda, el silencio se apodera del centro capitalino y la música casi circense de la previa se cambia por la creación sonora de tono atmosférico de Jean-Baptiste Julien.
Los espectadores, que graban y fotografían boquiabiertos la proeza del francés, escuchan atentos su honesto y crudo relato. Mientras Paulin avanza despacio por la cuerda, se lo escucha narrar sus malas experiencias con el vacío, cómo el miedo ha sido un fiel compañero y las muchas veces en las que, en medio de su caminata sobre la cuerda, se ha preguntado qué hace ahí. “Las primera veces me gritaba a mí mismo, era una batalla”, sostiene en la grabación. Luego, revela cómo ha ido encontrando la seguridad en los aires, con toda su atención puesta en el cuerpo y en el entorno que lo rodea. El dueño del récord por el cruce más largo del mundo –en una highline de 2.240 metros en el Mont Saint-Michel, Francia–, comparte que allá arriba, donde se siente mucho más fuerte que en tierra firme, lo que busca es la libertad.
El asombro de los presentes no distingue en edades, aunque los niños son los más vocales. “¡Se va a caer encima de nosotros!”, dice una pequeña mientras abraza a su madre. Otra pregunta quién lo podría ayudar si se tropieza. Los adultos calman sus temores explicándoles que va atado a un arnés, que se hace visible a los ojos a medida que camina sobre las cabezas de los espectadores. Felipe y dos amigos, todos de nueve años, habían visto unos vídeos de Paulin en Tiktok cuando caminó medio kilómetro sobre una cuerda en Río de Janeiro. “Pero verlo en vivo es súper mega bacán, aunque da mucho miedo”, comenta el pequeño, acompañado de su padre, que trajo al grupo aprovechando que están de vacaciones.
Durante el recorrido de una media hora –ida y vuelta al edificio del Banco Estado–, el funambulista se sienta y se acuesta. Cuando debe volver a ponerse en pie y retomar el equilibrio se viven los momentos más tensos, porque se hace evidente la dificultad que implica. Los suspiros de alivio cuando lo consigue se escuchan desde las sombras de los árboles, donde los curiosos se cubren del sol. “No lo conocía. Trabajo en Viña del Mar, pero como estoy de vacaciones pude venir y estoy súper impresionada. No puedo creer que se haya acostado en la cuerda”, dice Belén Bravo, de 25 años. Ya casi de regreso al punto inicial, Paulin se detiene en lo alto a saludar al público que rompe el silencio con fuertes aplausos y le grita fuerte: “¡Merci!”.