Los animales de sangre fría parece que no envejecen
Dos investigaciones con más de un centenar de especies de anfibios y reptiles muestran que tortugas y salamandras tienen una ratio de envejecimiento cercana a cero
Desde 2009, investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) visitan dos charcas de la sierra de Guadarrama (centro de España). Capturan, marcan y sueltan a todos los anfibios (sapos, ranas o tritones) que pueden atrapar. El seguimiento a miles de ejemplares durante más de una década ha permitido estimar cuánto viven estos animales y cómo envejecen en libertad. Su esperanza de vida es mayor de lo que se creía y el proceso de senescencia en algunas especies es extraordinariamente lento. Estas observaciones parecen repetirse en la mayoría de los llamados animales de sangre frí...
Desde 2009, investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) visitan dos charcas de la sierra de Guadarrama (centro de España). Capturan, marcan y sueltan a todos los anfibios (sapos, ranas o tritones) que pueden atrapar. El seguimiento a miles de ejemplares durante más de una década ha permitido estimar cuánto viven estos animales y cómo envejecen en libertad. Su esperanza de vida es mayor de lo que se creía y el proceso de senescencia en algunas especies es extraordinariamente lento. Estas observaciones parecen repetirse en la mayoría de los llamados animales de sangre fría, según dos estudios publicados ahora en la revista Science con todo lo que se sabe sobre su longevidad.
Las teorías evolutivas sobre el envejecimiento predicen que todos los organismos vivos se debilitan y deterioran con la edad en un proceso llamado senescencia que acaba con la muerte. En los mamíferos, la clase animal más estudiada, el desarrollo y la plenitud se alcanza con la entrada en la edad reproductora. Cumplida la misión esencial de preservar la especie, estos animales, humanos incluidos, inician un proceso de debilitamiento que se traduce en un aumento de la tasa de envejecimiento. Hasta ahora, se pensaba que este patrón se repetía en otras clases del reino animal, como los reptiles y los anfibios. Pero no.
En las charcas de Guadarrama hay una población apreciable de gallipatos. Se trata de tritones (Pleurodeles waltl), los mayores anfibios de Europa, endémicos de la península Ibérica y el norte de África. El investigador del MNCN Íñigo Martínez-Solano, coautor de uno de los estudios de Science, dice que ya marcaron varios gallipatos en 2009 en edad adulta “y esta primavera los hemos vuelto a detectar, lo que podría suponer que viven más de 15 años”. En cautividad se habían observado ejemplares que llegaban a los 20 años, pero otra cosa es el entorno natural, donde la esperanza de vida es siempre mucho más baja.
Saber la esperanza de vida real es una de las principales aportaciones de este primer trabajo, en el que han participado más de 100 investigadores que, como Martínez-Solano, llevan años e incluso décadas estudiando a especies de reptiles y anfibios. Son animales ectotermos (también los peces), es decir que no generan calor interno, de ahí que se les llame de sangre fría. Muchos biólogos mantenían que la ectotermia obligaba a una baja tasa metabólica (la dirección de esta conexión puede ser al revés). En contrapartida, la hipótesis termorregulatoria mantenía que a igualdad de tamaño, estos animales viven más que los mamíferos o las aves y tienen ratios de envejecimiento mucho más bajas.
Pero la realidad es mucho más compleja. En efecto, 26 de las 30 especies más longevas son ectotermos. Y sí, el 80% de los reptiles y anfibios estudiados, tienen ratios de envejecimiento menores que los humanos. Sin embargo, del estudio de 107 poblaciones en libertad de 77, se deduce que tanto estas ratios como auella esperanza de vida de los ectotermos son muy variables. Hay especies muy por encima y también por debajo de los ritmos conocidos para los endotermos (mamíferos, aves y algún que otro pez) de tamaño similar. Esto sugiere que la forma en que un animal regula su temperatura (sangre fría frente a sangre caliente) no es necesariamente determinante para su tasa de envejecimiento o su longevidad. Lo concreta David Miller, ecólogo de la Universidad Estatal de Pensilvania (Estados Unidos) y autor senior del estudio: “No encontramos sostén a la idea de que una tasa metabólica más baja significa que los ectotermos envejezcan más lentamente. Esa relación solo es cierta para las tortugas, lo que apunta a que son únicas entre los ectotermos”
La creencia popular de que las tortugas viven mucho tiempo se ve confirmada por este estudio. De hecho, varias especies, como las de las Galápagos viven mucho más allá de los 100 años. Sin embargo, según una segunda investigación centrada en estos reptiles, la edad media de las 52 especies de tortugas estudiadas es de 39 años, muy lejos de los 137 años que viven los tuátaras, unos reptiles endémicos de Nueva Zelanda similares a las iguanas.
Pero lo realmente especial de las tortugas, ya sean terrestres o marinos, es su bajísima ratio de envejecimiento, incluso con tasas negativas si las condiciones lo permiten. En los mamíferos, una vez alcanzada la madurez sexual, el riesgo de la mortalidad aumenta con la edad, pero esto no sucede con muchos reptiles y anfibios y con casi todas las tortugas. Al estudiar los datos albergados en Species360, una base de datos con información de zoológicos y acuarios de todo el mundo, los autores del segundo estudio comprobaron que las tortugas son los reptiles con la ratio de envejecimiento más baja, casi cercana a cero. Es decir, la probabilidad de morir se mantiene estable.
Como todos los animales, las tortugas crecen, dedicando mucha energía al desarrollo. Sin embargo, cuando llegan a la edad reproductiva, siguen creciendo mientras los demás dejan de hacerloFernando Colchero, investigador de la Universidad de Dinamarca del Sur
Fernando Colchero, investigador de la Universidad de Dinamarca del Sur, es coautor de este segundo trabajo centrado en las tortugas. “Las últimas teorías plantean que el envejecimiento es el resultado de un balance de dónde poner la energía al llegar a la madurez sexual, en la supervivencia o en la reproducción. Hay animales que la depositan casi toda en la reproducción, con mucha progenie, pero mueren muy pronto. Otros son extremadamente longevos, ponen menos energía en la reproducción en un momento dado, pero la distribuyen a lo largo del tiempo, como los humanos o los elefantes. Pero las tortugas no encajan”, destaca Colchero. “Como todos los animales, crecen, dedicando mucha energía al desarrollo. Sin embargo, cuando llegan a la edad reproductiva, siguen creciendo mientras los demás dejan de hacerlo. Esto quiere decir que están pudiendo dedicar suficientes energías a la reproducción y también a la reparación de los daños fisiológicos.
Las tortugas también son incluso capaces de invertir la senescencia. Al comparar la longevidad y la ratio de envejecimiento de las tortugas de los zoos con las que viven en libertad, vieron que las primeras viven más y tiene una ratio muy inferior. “Esto quiere decir que tienen mucha plasticidad para regular su envejecimiento”, comenta Colchero. Y lo compara con la situación con otros seres vivos. El año pasado publicaron un estudio sobre el envejecimiento en los primates, humanos incluidos. “Cuando cambias el contexto ambiental, en los primates lo que logras es bajar la mortalidad infantil o la juvenil, pero no disminuye de forma clara la tasa de envejecimiento. En las tortugas, sí”.
Para Colchero, las tortugas obligan a reformular las teorías evolutivas del envejecimiento. “Si ahora comprobamos que nuestras teorías solo logran explicar una parte, pero no el todo, al reformular nuestras ideas es muy probable que podamos encontrar mecanismos que antes desconocíamos”.
Una posible explicación, no excluyente de otras, es que su eficiencia para reparar los daños tenga que ver con la energía que le dedican a la progenie. A diferencia de lo que sucede con mamíferos y aves, son muy raros los casos de cuidado parental entre los reptiles y los anfibios. Lo compensan con muchas puestas y durante muchos años, así que logran el objetivo esencial: que sus genes pasen a una siguiente generación. Pero Colchero reconoce que son necesarios nuevos estudios a nivel fisiológico o molecular para desentrañar el misterio.