Así funcionaba una fábrica en serie de herramientas de hace 1,2 millones de años, la primera de la historia
Investigadores de la Universidad de Vigo y de la Complutense descubren en Etiopía un ‘stock’ de herramientas líticas, que revela la “capacidad de planificación” del ‘Homo erectus’
Durante las imparables crecidas de los ríos en la estación monzónica de 2011, en Tailandia quedaron anegadas e inaccesibles las fábricas de varias multinacionales tecnológicas como Sony o Western Digital. Millones de discos duros, tarjetas gráficas y memorias externas se perdieron bajo el lodo en la catástrofe provocada por las lluvias torrenciales y el desabastecimiento se dejó sentir en tiendas de todo el planeta. Hace más de 1,2 millones de años, el stock de otra factoría a gran esc...
Durante las imparables crecidas de los ríos en la estación monzónica de 2011, en Tailandia quedaron anegadas e inaccesibles las fábricas de varias multinacionales tecnológicas como Sony o Western Digital. Millones de discos duros, tarjetas gráficas y memorias externas se perdieron bajo el lodo en la catástrofe provocada por las lluvias torrenciales y el desabastecimiento se dejó sentir en tiendas de todo el planeta. Hace más de 1,2 millones de años, el stock de otra factoría a gran escala surgió, y después quedó retenido y fijado para siempre, bajo los repentinos designios de la naturaleza. Es Simbiro III, un área del yacimiento etíope de Melka Kunture (actual candidato a Patrimonio Mundial de la Unesco), con registros de hasta dos millones de años de antigüedad (periodos olduvayense y achelense), que está siendo rastreada por un equipo ítalo-español del que forman parte los investigadores de la Universidad de Vigo Eduardo Méndez-Quintas y Andrea Serodio, con Joaquín Panera y Susana Rubio, de la Complutense. El grupo liderado por Margherita Mussi, de la Universidad La Sapienza (Roma), ha descubierto en este enclave la primera fábrica en serie que se conoce, con un incontable stock que acumula unas 120 bifaces (herramientas talladas por las dos caras) por metro cuadrado.
El 99% de las piezas están talladas en el mismo material volcánico, la obsidiana, y siguen una forma que parece estandarizada, como si todos los trabajadores quisieran reproducir un prototipo, prácticamente con los mismos golpes. Según los arqueólogos, que han publicado su hallazgo en la revista Nature Ecology & Evolution, esta actividad se concentró en el lugar para aprovechar la acumulación de rocas procedentes de la actividad volcánica, arrastradas y depositadas por el arroyo Simbiro, un afluente del cambiante cauce del río Awash. Se dio la oportunidad y el Homo erectus supo aprovecharla, lo que demuestra que tuvo “capacidad de planificación y anticipación”, con separación de actividades, mucho antes de lo que hasta ahora se creía. La teoría situaba esta “mentalidad planificadora” como una característica de los homínidos de hace solo 500.000 años.
El primer taller en serie de herramientas cortantes del vidrio negro escupido por los volcanes del entorno permaneció atrapado desde el pleistoceno en un estrato a cinco metros de profundidad, visible a lo largo de un farallón de 15 metros de longitud en la margen derecha del Simbiro. Allí se acumulan las hachas líticas, prácticamente iguales, talladas a partir de los cantos depositados tras las crecidas estacionales, en medio de un paisaje que entonces probablemente era de pastos, con plantas propias de humedales de la familia de las ciperáceas (como son los juncos o los papiros) y bosques de coníferas.
El paraje, en el curso alto del Awash, a unos 2.100 metros sobre el nivel del mar, se inundaba estacionalmente. El río serpenteante donaba los cantos rodados de obsidiana y los homínidos, según recoge el artículo científico, “desarrollaron nuevas técnicas” con el objetivo de aprovechar las cualidades del material para producir herramientas muy afiladas y “muy estandarizadas”. El estrato de medio metro de grosor que revela esta actividad organizada se corresponde con el llamado nivel C: en esta capa, la excavación llevada a cabo por la Misión Arqueológica Ítalo-Española de Melka Kunture y Balchit halló un depósito de 578 herramientas acumuladas (575 de obsidiana) en solo 4,8 metros cuadrados. “La misma densidad de artefactos” aparece “a la vista” a lo largo del acantilado, explican los arqueólogos. El yacimiento atesoraba exclusivamente bifaces, herramientas talladas por las dos caras, con forma almendrada, y los fragmentos o residuos arrancados en su fabricación.
Una tonelada de bifaces
Casi no había rastro de fósiles animales, que sí estaban en otros niveles —superiores e inferiores— del mismo yacimiento, y también ayudaron, junto con las cenizas volcánicas, a datar el periodo en el que funcionó este enclave. Un “taller especializado”, como lo define Eduardo Méndez-Quintas, codirector con Margherita Mussi y Joaquín Panera del proyecto internacional. Las herramientas muestran un alto grado de sofisticación, en lo que, según el especialista gallego, parece la “búsqueda reiterada y consciente de una morfología concreta por parte de los grupos de Homo erectus que ocuparon el lugar”. Según detalla el artículo, los utensilios de obsidiana miden unos 11 centímetros y medio de largo por ocho en su parte más ancha, pesan una media de 312 gramos y cada uno se confeccionó con unos 37 golpes. Los arqueólogos calculan que en el corte que muestra el farallón del Simbiro puede haber un stock industrial de una tonelada de bifaces.
El descubrimiento convierte a Simbiro III en “un caso único y el ejemplo más antiguo registrado en el mundo con este tipo de comportamiento”, según este investigador del Grupo de Estudos de Arqueoloxía, Antigüidade e Territorio del Campus de Ourense, que está detrás también de las dataciones más remotas de Galicia. Aquel escenario vital del Homo erectus de hace más de 1,2 millones de años era “un espacio compartimentado funcionalmente, con lugares concretos para la producción de herramientas” y otros a donde se llevaban estas manufacturas para su uso.
El sitio arqueológico de Melka Kunture, que abarca unos 70 enclaves en una extensión de 80 kilómetros cuadrados (a 50 kilómetros al sur de Adís Abeba), es uno de los yacimientos más ricos de África y ha sido investigado desde hace 60 años, pero los hallazgos, que dieron importante información sobre la evolución humana, no han tenido apenas reflejo hasta ahora en la literatura científica. El grupo español que trabaja periódicamente en el lugar está vinculado también al Instituto de Evolución en África de Madrid y al Centro de Investigación sobre la Evolución Humana de Burgos. El descubrimiento —en un extenso altiplano alejado del epicentro de la guerra que ha devastado en los dos últimos años la región de Tigray, al norte del país— puede acabar siendo solo el prólogo de otros hallazgos que, tal y como avisa el equipo, dinamitarían algunas ideas asentadas sobre los homínidos que poblaban aquel territorio, justo en el momento en que la Unesco debe decidir si declara Melka Kunture patrimonio de la humanidad.
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