Aniol Esteban, biólogo marino: “Los hoteleros deben invertir en la conservación del mar”

Este economista ambiental incide en los beneficios para los pescadores de la creación de reservas marinas con protección estricta en las que no se puede pescar

El biólogo marino y economista ambiental, Aniol Esteban.Danielle Stack

Como algunos de los peces que tanto le gusta observar tras sus gafas de bucear, Aniol Esteban (Barcelona, 48 años) es un raro espécimen en el mundo de la conservación en España. Primero se hizo biólogo en Barcelona, pero tras trabajar unos años en distintos proyectos marinos decidió estudiar economía ambiental en la University College de Londres. “Me dije que por mucho que me gustara el mar, para aumentar su protección tenía que conseguir argumentarlo con economía”, asegura el director de la ...

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Como algunos de los peces que tanto le gusta observar tras sus gafas de bucear, Aniol Esteban (Barcelona, 48 años) es un raro espécimen en el mundo de la conservación en España. Primero se hizo biólogo en Barcelona, pero tras trabajar unos años en distintos proyectos marinos decidió estudiar economía ambiental en la University College de Londres. “Me dije que por mucho que me gustara el mar, para aumentar su protección tenía que conseguir argumentarlo con economía”, asegura el director de la Fundación Marilles, una organización sin ánimo de lucro que busca convertir las Islas Baleares en una referencia mundial en conservación marina. “Me encanta bucear, yo con unas gafas y un tubo soy superfeliz, también soy navegante y soy pescador, muy mal pescador, disfruto del mar en todas sus dimensiones; a veces pienso que estoy en el mundo de la conservación marina porque quiero seguir disfrutando de ese producto maravilloso que es un pescado fresco a la plancha”.

Pregunta. Como economista, ¿qué ha cambiado de su visión del mar?

Respuesta. Vivimos en una falsa dicotomía que nos obliga a elegir entre economía y medio ambiente, la misma falsa dicotomía que vemos con los ataques a la agenda verde. Lo cierto es que la alta protección del mar es la mejor inversión económica. A veces se ve el medio ambiente como una externalidad, pero es al revés, la economía es un subgrupo del medio natural en el cual opera. Del buen estado de conservación de un ecosistema marino dependen sectores económicos como el turismo, la pesca o la náutica. Y cuanto más se erosiona este capital natural, menos beneficios va a dar; más aún en un contexto de incertidumbre climática. El mejor seguro ante el aumento de las temperaturas es tener espacios altamente protegidos y en muy buen estado de conservación.

P. Con un 20,9% de sus espacios marinos ya protegidos, España es uno de los países europeos que más se acerca al objetivo del 30% para 2030. ¿Qué opina?

R. Sí, España ha sido un país motor en lo que respecta a declaración de áreas marinas protegidas. En lo que es el Mediterráneo español, ya se ha llegado al 30%. Esto es bueno y debemos enorgullecernos de ello; el problema es que gran parte de ese 30% no tiene planes de gestión, no tiene financiación, y solo una ínfima parte está altamente protegida.

P. ¿Cómo son las zonas con protección estricta y por qué son importantes?

R. Son zonas en las que no se puede pescar; y donde otras actividades como el buceo o la náutica tienen algún tipo de regulación. Se crean principalmente para proteger hábitats o especies marinas, como la posidonia o los corales, pero también para la recuperación de la propia pesca. Los datos recientes del Gobierno de Baleares sobre la reserva de Tagomago en el este de Ibiza muestran que en la zona de protección estricta cerrada a la pesca hay cuatro veces más peces que fuera. Cuando se hacen bien las cosas, el que no haya pesca suele generar una explosión de vida y esto beneficia también a las capturas en las áreas contiguas, pues los peces se mueven y salen de la reserva para buscar nuevos hábitats. Las cofradías de pescadores que están cerca de una zona altamente protegida tienen más estabilidad económica.

P. En lo que respecta a la protección estricta, el objetivo es llegar al menos al 10% de la superficie marina, pero incluso en un lugar como Baleares, que ha avanzado mucho en conservación del mar, el porcentaje actual es muy pequeño.

R. Dentro de España, Baleares destaca como líder porque más de la mitad de sus aguas interiores tiene algún tipo de protección, aunque solo un 1,7% cuenta con protección estricta. Esto es así en la parte que controla el Gobierno balear y, si ampliamos a las aguas alrededor de las islas, una superficie de unos 72.000 kilómetros cuadrados [donde ya entran las competencias estatales], entonces vemos que solo el 0,07% del mar de Baleares está altamente protegido. Pero Baleares es el alumno brillante de una clase que suspende, pues suspende mejor que las otras comunidades autónomas, Cataluña tiene un 0,01% [con protección estricta].

P. Los pescadores aseguran que se les acusa injustamente de todos los males del mar.

R. Es cierto, la principal amenaza de nuestro medio marino es la subida de la temperatura del mar. La pesca es la actividad que impacta más directamente y la que podemos controlar de forma más eficaz y eficiente, pero hay muchos pescadores que son un ejemplo de cómo hacer las cosas bien. Muchas de las reservas que se han creado en España y en Baleares ha sido gracias a petición de los pescadores. Pero sigue habiendo un relato que intenta enfrentar; igual que quieren poner a los agricultores en contra de la lucha climática, hay gente que quiere poner a los pescadores en contra de la alta protección del mar y sería dispararse contra ellos mismos.

P. ¿Qué se imagina cuando habla de convertir Baleares en un referente mundial en conservación marina?

R. Nuestra visión es conseguir un Baleares con mares llenos de vida, pescadores que viven bien de su profesión y un sector turístico implicado en la conservación. Los hoteleros deben invertir en la conservación del mar. Desde luego, es mucho más fácil declarar una reserva en una zona prístina donde casi no hay nadie, que en un sitio como Baleares donde hay mucha gente y se hace un uso altísimo del espacio marino. Pero el debate que existe ahora sobre la masificación del archipiélago también ha llegado al mar.

P. ¿Considera que hay que poner límites al turismo?

R. Sí, hay que poner límites al turismo en Baleares, no es que lo pidan los ecologistas, sino los hoteleros. Hay una gráfica muy clara que muestra que en los últimos años ha crecido el número de turistas, pero no ha aumentado la renta per cápita. Ya solo mirando los términos económicos no compensa la masificación, si además añades los costes sociales y ambientales, entonces apaga y vámonos. El pasado 22 de mayo, el Gobierno de Baleares dio un giro de 180 grados en su discurso y por primera vez habló de poner límites. Finalmente, se puede mantener una conversación sobre límites sin que te acusen de turismofobia; igual que deberíamos poder hablar de pesca sostenible sin que te acusen de ser antipescador.

P. ¿La Fundación Marilles es un ejemplo de cómo están aumentando los fondos de filántropos dedicados a la conservación en España?

R. Con un presupuesto de 1,5 millones este año, Marilles probablemente sea la principal fuente de financiación privada para conservación marina en España. Pero que sea la número uno lo que quiere decir es que se está invirtiendo muy poco en este campo. Marilles salió adelante primero con un donante que fue Adessium, una fundación holandesa que nos dio 300.000 euros, y luego se sumó MAVA, que es una fundación suiza que creó WWF. También se incorporaron la Fundación Príncipe Alberto de Mónaco, la Fundación Flotilla, la Fundación Primat, que es suiza, se sumó también Oceans 5, un grupo de filántropos con base en Estados Unidos.

P. ¿No es paradójico que tengan que ser filántropos de fuera los que ayuden a proteger las aguas territoriales españolas?

R. Hay dos problemas. Uno es que, en el mundo de las donaciones, la filantropía ambiental resulta pequeña. Casi todas las donaciones van a educación, a sanidad, a desarrollo; solo entre un 3% y un 5% van a temas de medio ambiente. Pero, aparte, en España es insuficiente el incentivo fiscal y hay un problema de poca madurez por parte de la administración pública, que sigue viendo la inversión privada en algunas áreas con cierto recelo. En países como el Reino Unido la inversión privada es enorme en conservación de la naturaleza y se trabaja codo a codo con la administración. Esto en España aún está en su infancia y a veces nos encontramos con la administración pública que en lugar de dar la bienvenida a estas iniciativas juega al perro del hortelano, que ni come ni deja comer.

P. ¿Qué opina de que empiece a haber una gran cantidad de pequeñas iniciativas privadas trabajando por la conservación?

R. Ahora mismo me preocupa que la dispersión de recurso financiero por parte del sector privado nos hace perder muchísimas oportunidades. Acabaremos con un chirimiri de pequeños proyectos en lugar de tener un chorro de una manguera que apunte en una misma dirección: tener un 10% del mar altamente protegido en el Mediterráneo de España.

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