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SAN ISIDRO 2012| DECIMONOVENO FESTEJO
Crónica
Texto informativo con interpretación

Gómez del Pilar, un torerazo

El novillero toreó como los ángeles con capote y muleta. Le acompañaron un Durán tristón y un Castaño valiente

Antonio Lorca

Cuando el novillero Gómez del Pilar, un madrileño de 23 años llamado Noé Gómez Rodríguez en la vida civil, se perfiló para matar al quinto de la tarde tenía abierta de par en par la puerta grande porque estaba a punto de culminar la faena de la feria, una actuación completísima, magistral y pletórica de principio a fin. Porque el tal Noé toreó como los ángeles con capote y muleta; y no solo eso: expresó una entrega total, una decisión desconocida, con un pundonor y un arrojo dignos de todo elogio. Y lo que es mejor: toreó maravillosamente, con un sentido excelso del temple, embebido siempre el toro en el engaño, largos y hondos los muletazos, y remató las tandas con los más hermosos pases de pecho que imaginarse puedan.

A sus dos novillos los recibió de rodillas en la puerta de toriles. A ese quinto lo veroniqueó después con galanura, con las manos bajas, gustándose de verdad. Lo llevó al caballo en un personalísimo galleo por chicuelinas, y cuando tomó la muleta ya estaba la plaza entera expectante.

Y no fue para menos. Inició la faena por alto, y en el primer pase tuvo necesariamente que notar el calor del pitón rozándole los muslos, pero el torero ni se inmutó. Tomó la izquierda, la mano de la verdad, la de los billetes verdes, que decían los antiguos, y lo que brotó entonces fue toda una sinfonía de toreo sobrenatural. Dos naturales destacaron, de trazo superlativo; pero la siguiente tanda fue perfecta, honda, emotiva, y magníficamente abrochada con el pase de pecho. Era una delicia comprobar cómo tomaba de largo la embestida del noble y encastado novillo, y la llevaba, arrastrando por la arena la franela hasta su misma cadera en un semicírculo sin fin. Hubo un desarme, un enfado, un grandioso pase pecho y otro del desprecio que volvieron a conmover a todos.

Guadaira/Durán, Del Pilar, Castaño

Novillos de Guadaira, bien presentados, bravos en los caballos, blandos y nobles. Destacaron segundo y quinto por su nobleza y casta. Una novillada de calidad.

Alberto Durán: casi entera (ovación); bajonazo (silencio).

Gómez del Pilar: dos pinchazos y estocada caída (ran ovación); pinchazo y estocada (oreja).

Damián Castaño: estocada caída (silencio); pinchazo y estocada (silencio).

Plaza de las Ventas. 28 de mayo. Decimonoveno festejo de feria. Tres cuartos de entrada.

Buenos derechazos en el tramo final, pero a años luz de la belleza de los naturales, y unos ayudados por bajo preñados de gracia y empaque.

Cuando Noé se perfiló se habían vivido unos momentos de gloria, de torería, finura y genialidad., Unos momentos de esa indescriptible felicidad que puede provocar la belleza del toreo.

Pero ya se conoce el final: Gómez del Pilar falló y se cerró la puerta. Su enfado fue monumental, solo comparable a la decepción de los tendidos, que habían rugido de gozo y ansiaban la culminación de aquella obra de arte.

Todo eso ocurrió ante ese magnífico novillo quinto, pero vean lo que ocurrió en el segundo: lo esperó de rodillas en toriles y el animal le robó el capote. Se lució en un quite por zapopinas, brindó al público y volvió a hincar las rodillas para pasarlo con la mano derecha. Ya inhiesto, lo muleteó con soltura por derechazos, y esa primera tanda la cerró con un pase de pecho de pitón a rabo, a cámara lenta. Una auténtica maravilla. Y no acabó ahí la cosa: continuó por naturales, siempre cruzado y la muleta plana, y cerró la historia con unas bernardinas y otros dos de pecho del mismo tenor que los tres anteriores, pues fueron cinco en total, a cual mejor, en la más pura esencia del pase de pecho y no del sucedáneo que hoy se prodiga. Mató mal de nuevo, pero dejó una gratísima impresión en la plaza.

En fin, que hay que tragar muchos pestiños para disfrutar una tarde; y lo de ayer fue muy gordo. Este Noé tiene madera de torero grande; aunque deberá afilar la espada, por la cuenta que le trae.

Le acompañaron Alberto Durán, que no tuvo la suerte de cara, y se le vio tristón, a pesar de sus buenas referencias; y David Castaño, valiente y entregado, que no llegó a entenderse con su lote.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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