El teatro llega a los escaparates
Todos los sábados en Malasaña la compañía Teatro Lírico de Muñecas monta una 'performance' dentro de un mostrador
Imagine esta escena: es sábado por la tarde y está paseando por la concurrida calle de Fuencarral, en el centro de Madrid. Agobiado por el tumulto decide que dos partículas no pueden ocupar el mismo espacio, así que acorta, pongamos, por la calle Velarde. Liberado de los transeúntes, en su nuevo itinerario observa, a la altura del número cinco, un corrillo de curiosos que invade la acera. Observan patidifusos lo que ocurre en el interior de un escaparate. Algunos sacan fotos con sus teléfonos móviles, otros susurran entre ellos para no molestar al de al lado. Por si lo ha pensado, no se trata del barrio rojo de Ámsterdam, siguen en Madrid. Lo que están viendo es una obra de teatro. Tras el cristal, en un habitáculo no más grande que el tamaño de un ascensor estándar, Matías Zanotti (Córdoba, Argentina, 1980), caracterizado de Geisha saluda a la multitud con una reverencia.
Es el fundador, junto a Soledad Oviedo (Córdoba, Argentina, 1978), de Teatro Lírico de Muñecas, una compañía cuyo leitmotiv es demostrar a todos que el teatro no solo se representa sobre los escenarios. Todos los sábados desde hace dos años hacen esta performance en el escaparate de su local. Lo que les caracteriza es que los personajes que crean no están a las órdenes de una dramaturgia, estos cobran vida en su proceso de creación, y es en entonces cuando comienza la historia de cada uno de ellos.
En el interior del local de la calle Velarde, en el sótano, están apilados todos los trajes que Zanotti ha diseñado desde que comenzó, hace 12 años, este proyecto en Argentina. La mayoría son figuras imposibles fabricadas con materiales reciclados que encuentran en la calle. Todos tienen algo en común, buscan parecerse a una muñeca. Describir los vestidos puede ser un tanto complicado por lo bizarro de sus diseños: corpiños que cortan la respiración, plataformas extenuantes, faldas con volantes desproporcionados, sombreros que se retuercen en el espacio, a los que se le añaden colores brillantes, intensos, chillones… maquillaje blanco, labios bicolores… Todo un despropósito de atrezo para idear lo que parecen personajes extraídos de un universo paralelo.
Zanotti y Oviedo cogieron el local de Malasaña hace cerca de cinco años. En un principio servía de centro de reunión para la compañía y era donde diseñaban los vestidos. Hace dos cayeron en la cuenta de que podían utilizar ese micro espacio de cara al público para realizar performances. “Tenemos tres conceptos en la cabeza: la moda, el arte y el teatro”, explica Zanotti. El escaparate es el lugar perfecto para aunarlas, ya que sirve de primer contacto con el respetable, y resto de transeúntes. Desde entonces, cada sábado se introduce dentro de uno de sus trajes y se exhibe. En uno de los laterales del cristal hay dibujada una mano. El viandante que quiera contemplar el espectáculo tiene que superponer su palma con la del dibujo, amén de depositar la voluntad en un cestito que sobresale de la pared. Entonces, comienza el espectáculo, mitad guionizado mitad improvisado.
El público puede dejar sus opiniones sobre la representación. Esther Estevez, una joven diseñadora que vive en el barrio expone su opinión sobre el día que vio a Zanotti en su habitáculo: “Me encantó. Me pareció súper potente, se generaba mucha energía. De repente una idea sencilla como un escaparate animado cambiaba el concepto, la calle, todo… también el ambiente robótico generado por el vestuario, la manera de moverse….”. De todas las opiniones recogidas no hay ninguna negativa. Mensajes de ánimo, de sorpresa y de estupefacción por llenar un momento de sus vidas con una inusual vivencia que no estaba planeada. “Lo más que hemos sacado en un día por el espectáculo son 30 euros”, asegura Zanotti.
No viven de esto. Lo hacen como una pasión y una inversión de futuro, ya que así el público se acuerda de ellos. Lo que les da de comer es la creación de espectáculos privados para empresas. “En este momento estamos preparando un show para una compañía, pero no podemos revelar cuál es porque tenemos un contrato de confidencialidad”, asegura.
Los dos componentes se encontraron por primera vez en el 2002 en la ciudad de Córdoba, Argentina. Soledad Oviedo se encarga de la producción, aunque también es actriz. Allí, durante cuatro años levantaron los cimientos de su compañía Teatro Lírico de Muñecas, hasta que se separaron para estudiar cada uno en un país diferente: él en Italia y ella en España, en Madrid.
Cuando Zanotti terminó sus estudios se dispuso a volver a Córdoba. El avión hacía escala en Madrid, donde tenía que esperar diez horas. Allí se reencontró con Oviedo. Los dos cuentan que paseando por la Plaza Mayor se cruzaron sus miradas y lo supieron. No iban a coger el avión de regreso. España sería su nuevo hogar. Desde entonces, han luchado por vivir de lo que les gusta: el teatro.
Babelia
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