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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El lenguaje como destino

Kertész es un escritor de corte filosófico, en el que el pensamiento domina la narración

“Desde siempre el tema de Kertész ha tapado en gran parte su logro literario”. Así resumió el novelista húngaro Peter Nadas el dilema que ensombreció para Imre Kertész el reconocimiento internacional relacionado con la concesión del Premio Nobel: ser reducido a autor del holocausto. De ahí que para entender la obra en todas sus dimensiones dialécticas, habría que empezar con Un minuto de silencio ante el paredón. El holocausto como cultura (Herder), donde Kertész sondea el trato falaz con lo que considera una “cuestión existencial de la civilización europea”. De todos modos, en el inmenso legado intelectual de Kertész, la vivencia del holocausto es sólo un aspecto de una interpretación del mundo a partir del cuestionamiento radical de todas las ideologías y creencias. Lo que ocupa a Kertész es el proceso de construcción de identidad –sea en el campo de exterminio, desde la negación, en un entorno totalitario, impostor de identidades, o sea en la democracia capitalista, con sus identidades neo-nacionalistas.

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Kertész es un escritor de marcado corte filosófico, en el que el pensamiento domina la narración. Pero el hecho de que todos sus personajes debaten cuestiones éticas de peso no significa automáticamente que carezcan de vida o no conmuevan con sus vivencias. Eso lo demostró el aplastante éxito justamente de Sin destino (Círculo de lectores), su primera novela, donde se presenta al lector la experiencia de los campos de exterminio a través de la perspectiva de un niño asombrado. Kertész acompaña a este muchacho, que toma el mundo que le rodea por la normalidad, paso por paso por un limbo existencial sin interpretación ética alguna. Esta simple idea, prescindir de la indignación moral y de la ilustración imposible de los horrores, eleva el libro por encima de la llamada literatura del holocausto, pues aporta un conocimiento más allá del fácil consuelo moral.

Sin destino constituye la primera parte de una tetralogía de novelas sobre el significado de “la cifra Auschwitz” y su prolongación en la historia europea. Entre ellas destaca Fiasko, con otra reflexión sumamente perturbadora sobre los abismos del alma humana: víctima y verdugo solo se distinguen por el azar que permite a uno dar rienda suelta a sus instintos violentos. La novel·escenifica en un fascinante juego de espejos la humillante y grotesca vida de un intelectual en la dictadura estalinista húngara. Admite la experiencia del fracaso (las autoridades han rechazado la publicación de su novela Sin destino) y logra así darle la vuelta a su desesperada situación. De la marginación intelectual impuesta por la dictadura, saca una obra sobre la marginación intelectual en las dictaduras.

A Kertész le preocupaba que la tarea de desciframiento del código de Auschwitz se hiciera más difícil, a medida que su espantosa realidad se alejaba en el tiempo. Liquidación (Acantilado) es la primera novela de Kertész, escrita después del fin del socialismo de estado, y describe el derrumbe moral de una generación de disidentes húngaros que, con el cambio del sistema, perdieron el norte. El nihilista atormentado B y sus amigos no saben cómo afrontar el vacío existencial producido por la desaparición del régimen comunista. Sus vidas, centradas en la resistencia, se han quedado “suspendidas” por falta de un enemigo identificable. Liquidación se distingue por su levedad, su humor y su combinatoria lúdica. A pesar de la gravedad de su pensamiento, mantiene una tónica de afirmación vital. Es el libro más “entretenido” de Kertész y fundamental para entender el vacío intelectual que dejan las dictaduras.

Un gran espacio ocupa en la obra la prosa autobiográfica, donde Kertész reflexiona –con este característico gesto dialéctico-paradógico suyo- sobre el abismo entre creación literaria y realidad vivida. En los diarios y apuntes, especialemnte en Diario de la galera (Acantilado), impresiona la desnudez de la mirada, la capacidad de autoindagación, a la vez que conmueve, la voluntad de auto-humillación. En realidad, todos los textos de Kertész se nutren de la contradicción entre una forma de vida y su formulación. Y, según el narrador de La bandera inglesa (Acantilado), sólo el testimonio puede superar esta fractura, una vida que en sí misma es formulación. Durante 40 años de escritura solitaria -los años documentados en su Diario de la galera-, encerrado en un piso de 28 metros cuadrados, Imre Kertész trató de penetrar «el telón de acero que separa la formulación de la experiencia», resistiéndose a la negación del individuo.

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