Dustin Hoffman, los 80 años de una estrella insegura
TCM va a felicitar al divo emitiendo tres películas de su amplísima filmografía
“Conseguir el papel de El graduado fue un extraño accidente”, suele recordar Dustin Hoffman. “De repente, me convertí en estrella”. Y así fue. El actor tenía ya 30 años y se había curtido sobre los escenarios teatrales y en los rodajes de series y películas para la televisión. Sin embargo, su gran oportunidad no parecía llegar. Mike Nichols, el director de El graduado, le vio representando un pequeño papel en una obra teatral y le ofreció el personaje de Ben Braddock, el joven que es seducido por una madura Anne Bancroft. El film resultó ser un gran éxito y Dustin Hoffman, convertido así en un icono generacional, consiguió su primera nominación al Óscar. Su fama se disparó y, a partir de ese momento, encadenó títulos como Cowboy de medianoche, Pequeño gran hombre, Papillon, Lenny o Todos los hombres del presidente.
El martes 8 de agosto Dustin Hoffman cumple 80 años y TCM va a felicitar a esta gran estrella emitiendo tres películas de su amplísima filmografía: Cowboy de medianoche, que le valió su segunda nominación al Óscar, Rain Man y Descubriendo Nunca Jamás, en la cual encarna al productor teatral Charles Frohman, el empresario que llevó a los escenarios la obra Peter Pan, de James Barrie.
Dustin Hoffman nació en Los Ángeles en 1937. Su padre era decorador en la Columbia Pictures y, por tanto, el mundo del cine formó parte de su vida desde su venida al mundo. De hecho, su nombre, Dustin, lo eligieron sus padres como recuerdo y homenaje a Dustin Farnum, un actor especializado en westerns de la época del cine mudo.
Quiso estudiar medicina, pero finalmente dejó los estudios para convertirse en intérprete. Se matriculó primero en la Pasadena Playhouse y luego en el famoso Actor’s Studio de Nueva York donde tuvo como profesores a Lee Strasberg y Stella Adler, unos maestros que le enseñaron a ser tremendamente minucioso con los detalles y a reflexionar sobre la motivación de sus personajes. “Con cada personaje aprendo algo de mí mismo”, explica. “Hay que investigar, saber de dónde viene, qué y cómo le pasa y, cuando te pones delante de la cámara, olvidarlo todo para ser simplemente esa persona”.
Dustin Hoffman siempre ha tenido fama de actor difícil, meticuloso, inseguro y, a veces, hasta desesperante; pero a cambio, en sus ya casi seis décadas de profesión, ha regalado al público interpretaciones inolvidables como las de Marathon Man, Perros de paja o Tootsie y ha trabajado a las órdenes de directores tan prestigiosos como Sam Peckinpah, John Schlesinger, Arthur Penn, Bob Fosse o Alan J. Pakula.
En 1979 consiguió su primera estatuilla a mejor actor por hacer de un padre divorciado en la meditada y emotiva Kramer contra Kramer. Un premio que volvió a obtener en 1988 por interpretar a un autista en Rain Man, un proyecto que estuvo a punto de abandonar en pleno rodaje porque pensaba que estaba haciendo el peor trabajo de toda su carrera. “Tengo unos demonios interiores que me hacen dudar y que me han costado domar”, reconoció hace años en una entrevista.
Con 80 años sigue en la brecha. Ya le ofrecen pocos papeles protagonista pero él lo tiene asumido: “Hay algo que las estrellas olvidan y es que un día das toda la vuelta y te conviertes en actor de reparto”. Le acabamos de ver en la serie de televisión Los Medici: Señores de Florencia y en el pasado Festival de Cannes presentó The Meyerowitz Stories, dirigida por Noah Baumbach. “Muchas estrellas como John Wayne, Humphrey Bogart o Spencer Tracy han tenido un estilo propio, pero yo he intentado desaparecer como persona y sorprender al público”, dice. Lo cierto es que, durante los años 60 y 70, su figura supuso un cambio esencial en el modo de entender el atractivo masculino y abrió la puerta a actores como Al Pacino, Robert De Niro o Dennis Hooper. No está nada mal para un actor repleto de dudas e inseguridades.
Babelia
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