Toda la tristeza que se ocultaba detrás del “saben aquel que ‘diu”
El documental ‘Eugenio’ recorre la cara amarga y menos conocida de un humorista que marcó con su inmutable laconismo dos décadas de la historia sentimental de España
Escribía los chistes en libretas con su letra menuda, abigarrada. Cientos de libretas donde apuntaba los que inventaba, los que le contaban o los que leía en libros. Luego los pasaba a máquina. Era metódico, perfeccionista. Analizaba el chiste y lo probaba antes con su familia. “Como si fuéramos sus conejillos de indias. Hasta se reía él”, explica Nuria Jofra, hermana de Eugenio, uno de los cómicos más populares en la España de los años ochenta y noventa.
Serio, siempre de negro, con gafas oscuras, un vaso de whisky sobre una mesita y un cigarrillo en la mano, sentado en una banqueta alta, Eugenio hizo reír a miles de personas durante más de una década. “Las actuaciones eran cortas; no tenía mucho repertorio. Y yo veía que era bueno contando historias, así que le convencí para que lo hiciera”, cuenta Amadeu Molins, propietario del pub KM en Barcelona. Ese local se empezó a llenar en 1972 todas las noches gracias a los chistes de Eugenio, quien era el guitarrista del dúo folk Els Dos, que había formado en 1965 con su esposa, Conchita Alcaide.
El despegue de Eugenio Jofra Bafalluy (Barcelona, 1941-2001), con ese “saben aquel que diu” que llegaría a hacer archifamoso, se produjo en los últimos años del franquismo en pubs barceloneses como el citado KM, el Babieca y, sobre todo, el Sausalito. Imágenes de esos locales llenos a rebosar —de público y de humo— desfilan por el documental Eugenio, coproducido por TV3 y TVE, que los directores Jordi Rovira y Xavier Baig han realizado con una treintena de testimonios de personas que conocieron bien al humorista: familiares, amigos, empresarios de la noche, humoristas, médicos...
“Es un relato coral sin ningún narrador para evitar dar un punto de vista. Hemos querido explicar el personaje tan poliédrico que fue, su lado oscuro, pero sin juzgarlo”, explican sus autores. Álbumes de fotografías y películas familiares, fragmentos de entrevistas y actuaciones en televisión, además de los citados testimonios, nutren un trabajo que se ha convertido en el documental más visto de la plataforma Filmin, que lo estrenó el 16 de mayo, y se ha podido ver en el reciente festival DocsBarcelona. Llegará a las salas en octubre.
“El 80% del documental es positivo, el relato de la parte buena de ese triunfo profesional, y el 20% es el drama final que se impone”, cuentan Baig y Rovira. Eugenio fue un mal estudiante, cuyo padre le sentenció: “Nunca harás nada en la vida”. Optó por dedicarse a la joyería hasta que conoció a Conchita Alcaide, quien fue su gran amor, con la que se casó y formó un dúo musical en la época de la Nova Cançó. Gerard, el mayor de los dos hijos que ambos tuvieron [tuvo un tercero de su relación con Conchita Ruiz], es una de las personas que más información aporta en el filme sobre la personalidad del humorista: “Un hombre triste, inseguro, que nunca superó la muerte de su mujer”. Un hombre que reconocía que los chistes nacen de las tragedias, como el fallecimiento de Alcaide de cáncer en 1980.
Un casete de chistes que grabó en 1979 y que se vendía en las gasolineras catapultó su éxito. Luego llegaron los discos. “Pasó de ganar 10.000 pesetas un fin de semana a medio millón por gala”, recuerda Joan Carlos Doval, editor discográfico. De ahí pasó a las actuaciones en grandes discotecas, como Florida Park en Madrid o Planeta 2001 en Barcelona. Después llegaron las televisiones, que le hicieron todavía más popular.
Amante de la noche y las juergas, le gustaba la compañía de las mujeres. Sus hijos explican que fue un padre ausente; los humoristas, que tenía un estilo único: “Se presentaba con cara de funeral, con ese hablar pausado, ese acento catalán... Y esa manera de administrar los silencios”, apunta Carlos Latre, rendido admirador —e imitador— de Eugenio.
“Lo que le pasó fue que el éxito le devoró”, opinan los autores del documental. Una época en la que la cocaína le apartó de todo se llevó por delante su larga relación con Conchita Ruiz, quien ya tenía un hijo, Daniel, cuya paternidad asumió el humorista. Es él el quien define a Eugenio en el documental como alguien introvertido, “tierno, pero como escondiéndolo, frágil y vulnerable”.
Su recta final fue trágica. Eugenio no hizo caso de las advertencias de los médicos sobre el tren de vida que llevaba hasta que una noche un infarto le fulminó en un restaurante de Barcelona, como cuenta su amigo Manuel Agustí en el filme: “Se me murió en los brazos”. Tenía 59 años.
Babelia
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