Historia del pintor que inspiró ‘El amante bilingüe’ hace 30 años
La psiquiatra Rosa Sender puso a Juan Marsé en 1983 sobre la pista del artista Luis Claramunt, que abrazó la cultura gitana tras romper con su entorno burgués
El personaje cobró vida durante un aperitivo frente al mar. Debía de ser verano de 1983, según Juan Marsé. Rosa Sender precisa que fue en casa del cineasta Ricardo Muñoz Suay en Segur de Calafell (Tarragona), “el más generoso” de un grupo de veraneantes que capitaneaba el poeta y editor Carlos Barral. Marsé ha afirmado en numerosas ocasiones que Sender, psiquiatra y pareja de la escritora Ana María Moix, reveló en aquel encuentro la historia de “un paciente suyo esquizofrénico, catalán, de familia muy catalana pero que vestía, hablaba y se comportaba como un charnego de ley”. “Aquella imagen s...
El personaje cobró vida durante un aperitivo frente al mar. Debía de ser verano de 1983, según Juan Marsé. Rosa Sender precisa que fue en casa del cineasta Ricardo Muñoz Suay en Segur de Calafell (Tarragona), “el más generoso” de un grupo de veraneantes que capitaneaba el poeta y editor Carlos Barral. Marsé ha afirmado en numerosas ocasiones que Sender, psiquiatra y pareja de la escritora Ana María Moix, reveló en aquel encuentro la historia de “un paciente suyo esquizofrénico, catalán, de familia muy catalana pero que vestía, hablaba y se comportaba como un charnego de ley”. “Aquella imagen se hizo obsesiva”, explicó Marsé en una entrevista de 1990, y de esa obsesión surgió la novela El amante bilingüe, llevada al cine por Vicente Aranda, con Imanol Arias y Ornella Muti de protagonistas. Treinta años después de la publicación del libro, Sender relata que no se trataba de un paciente, ni de un desconocido. El personaje real que alimentó la ficción fue el pintor Luis Claramunt, como ya recogió Josep María Cuenca en su biografía sobre Marsé, Mientras llega la felicidad (Anagrama, 2015).
El amante bilingüe es “una parodia sobre la dualidad cultural de Cataluña. Es la historia de una esquizofrenia”, resume hoy Marsé. Su protagonista, Joan Marés, es un barcelonés de la calle Verdi al que abandona su mujer, Norma, una profesora de catalán de la Dirección General de Política Lingüística de la Generalitat. Norma se siente oscuramente atraída por hombres opuestos a su condición social. Marés decide entonces metamorfosearse en Juan Faneca, “un murciano tuerto y ennegrecido” que sobrevive con múltiples empleos callejeros: “Había adquirido un maltrecho traje de torero esmeralda y oro en una tienda de disfraces del Raval y decidió tomar prestado el acordeón de Marés. Tocaba de pie vibrantes sardanas y El cant dels ocells con un cartel en el pecho que decía: ‘El torero enmascarado agradece a los catalanes su proverbial hospitalidad”. Si Marés es una variación del apellido Marsé, Juan Faneca es el nombre de nacimiento del escritor (Marsé es el apellido de su padre adoptivo).
El escritor admite que dio por hecho que el personaje era un paciente de Sender. Ella corrige el malentendido: “Jamás he contado nada de mis pacientes. Fue en una de nuestras tertulias en Calafell, donde coincidíamos los Barral, Marsé, los editores Jorge Herralde y su esposa, Lali Gubern, Mario Muchnik, Beatriz de Moura y Antonio López Lamadrid. Allí salió el nombre de Claramunt”. “Le conocía porque era amigo de mi hermano desde que estudiaron juntos en el Liceo Francés”, dice Sender, sobrina del escritor Ramón J. Sender, refiriéndose a uno de los más prestigiosos colegios de Barcelona. “Con la entrada en la universidad abandonó su aspecto aseado y su vestimenta de niño bien y se acercó al estilo gitano”. Luis Claramunt Palou (Barcelona, 1951–Zarautz, 2000) era hijo de un reputado decorador y de la pianista Petri Palou, una familia acomodada con residencia en el Eixample y torre para el descanso en Valldoreix. Huyó del nido familiar con 18 años y se mudó al casco viejo de Barcelona.
La arquitecta Sílvia Martínez Palou se doctoró el pasado diciembre en Bellas Artes con Luis Claramunt. Cuaderno de bitácora, una tesis sobre este artista, que fue su primo. Escribe Martínez Palou que se formó por cuenta propia y optó por el art brut, el neoexpresionismo y las transvanguardias de los ochenta, corrientes en las que profundizó mediante su amistad con los alemanes Martin Kippenberger y Albert Oehlen. Ganó reconocimiento desde 1984, cuando se trasladó a Sevilla y luego a Madrid, gracias a que Juana de Aizpuru, la fundadora de la feria ARCO, se convirtió en su galerista y mentora. El MACBA le dedicó una retrospectiva en 2012.
El pintor autodidacta, apunta Martínez Palou, descubrió en el pueblo gitano una forma de liberarse de sus orígenes burgueses “y abordar otros mundos”. “Tras su transformación, siempre vistió igual, de negro, fuera invierno o verano, la camisa abierta, con el pecho descubierto, chaqueta y botas, como un patriarca gitano”. La artista Teresa Lanceta fue pareja de Claramunt y testigo de su mutación; cuenta que ocurrió a principios de los setenta cuando compartieron piso con una de las dos familias del guitarrista Juan Cortés, conocido como El Perro y dueño de un espíritu libre y salvaje, que influyó a Claramunt. Cortés murió apuñalado en el Raval. A partir de aquel momento copió el habla y la cultura gitana. Incluso crió siete gallos de pelea y con ellos competía en el barrio de La Mina. También se dedicó a la venta ambulante de material de ferretería, ropa o utensilios de diseño que desechaban tiendas de prestigio como Vinçon.
Sender rememora una visita al piso de Claramunt, en la plaza Real, donde, según el trabajo de Martínez Palou, reside hoy el dibujante Nazario. Claramunt coincidió con referentes de la Barcelona contracultural como el propio Nazario y Ocaña, y también expuso junto a Miquel Barceló. A Sender le fascinó un negocio que él había montado en la plaza Real: servía almuerzos para gente con pocos recursos, bajando por la ventana de su casa a la calle, mediante unas cuerdas, una mesa con la comida.
Lo que le impactó más a Sender es cómo Claramunt dejó de hablar como el chico bien que había conocido para expresarse como un auténtico gitano. “Quedamos alguna vez en el Cafè de l’Opera, la cafetería modernista de la Rambla, y era increíble cómo se había transformado”. Curiosamente, el primer encuentro en El amante bilingüe entre Faneca y su exmujer se produce en el Cafè de l’Opera, haciéndose pasar él por limpiabotas. Marsé asegura que no supo nada de la vida de Claramunt más allá de lo que le contó su amiga en aquel vermut de verano de 1983.
Veranos entre amigos, cava y golosinas
“Mi padre llegó aquí en 1925 junto a su hermano, haciendo pesca de altura”. Así explicaba Carlos Barral en una entrevista en TVE de 1983 cómo inició su familia el vínculo con Calafell. Barral y su mujer, Yvonne Hortet, regentaron el bar L’Espineta. Hasta la muerte de Barral, en 1989, el bar y su casa fueron punto de reunión estival de los más granado de la literatura en español. Juan Marsé enumera algunos de los nombres que conoció en Calafell: Mario Vargas Llosa, Jorge Edwards, Octavio Paz o Juan Carlos Onetti. La relación de Marsé con Calafell se remonta a la infancia, cuando los domingos en L’Arboç, un municipio vecino y de la que es oriunda su familia, sus abuelos les subían a un carro y se desplazaban a la playa para cocinar una paella. Marsé intensificó sus visitas al pueblo con la amistad de Barral. Su novela La muchacha de las bragas de oro, de 1978, sucede en Calafell. Marsé dice que compró allí una casa, “seguramente gracias al dinero de algún premio”, que le había buscado la agente literaria Carmen Balcells. En 1991, en un artículo en EL PAÍS, Marsé recordaba las últimas tardes de agosto que compartió en su jardín con el poeta Jaime Gil de Biedma, fallecido en 1990, “en compañía de los amigos, con el cava y las golosinas”.