Una investigación destapa el turbio negocio de las antigüedades en Francia
La policía imputa a dos expertos en arte por traficar con objetos procedentes de países "inestables políticamente o en guerra"
Un caso de supuesto tráfico de antigüedad saqueadas en zonas de guerra ha golpeado el exclusivo mundo del arte en París. La investigación arrancó hace un año y buscaba desentrañar la maraña de vendedores, intermediarios y compradores que, según sospechan las autoridades, servían para blanquear obras procedentes de países políticamente inestables y con abundante patrimonio, y llevarlos a compradores que podían ir desde particulares a museos. Después de varios días de interrogatorios, la policía anunció en la noche del viernes ...
Un caso de supuesto tráfico de antigüedad saqueadas en zonas de guerra ha golpeado el exclusivo mundo del arte en París. La investigación arrancó hace un año y buscaba desentrañar la maraña de vendedores, intermediarios y compradores que, según sospechan las autoridades, servían para blanquear obras procedentes de países políticamente inestables y con abundante patrimonio, y llevarlos a compradores que podían ir desde particulares a museos. Después de varios días de interrogatorios, la policía anunció en la noche del viernes la imputación de dos personas y la puesta en libertad sin cargos a otras tres.
Los dos imputados están acusados de “estafa con banda organizada, asociación de malhechores en vista a la preparación de crímenes y delitos castigados con 10 años de prisión, blanqueamiento con banda organizada y falsificación”, informó una fuente judicial que pidió anonimato. Ambos quedaron en libertad bajo control judicial, es decir, pueden ver limitada su libertad de movimiento o estar bajo vigilancia. La investigación, según la citada fuente, se centra en “un tráfico de antigüedades procedentes de países inestables políticamente, o en guerra”.
El 80% de los objetos procedentes de Próximo Oriente son fruto del saqueo y, por tanto, no están inventariados y es difícil retrazar su procedencia
Los imputados son un experto francés, Christophe Kunicki, y su marido, Richard Semper, según la agencia France Presse, que habla de un tráfico de “centenares de piezas” y “varias decenas de millones de euros”. Los otros tres detenidos e interrogados desde el lunes y el martes eran el presidente de la casa Pierre-Bergé & Asociados, una antigua conservadora del Louvre y un galerista parisino, según la misma fuente. En su página web, Kunicki se presenta como especialista en “arqueología mediterránea” de Grecia, Roma, Egipto y Oriente. Se trata de un viejo conocido en casos de compraventa de objetos artísticos de origen sospechoso.
En febrero de 2019, el Metropolitan Museum de Nueva York clausuró precipitadamente la exposición de un féretro dorado del siglo I antes de Cristo preparado para Nedjemankh un sacerdote del culto al dios con cabeza de carnero Heryshef. La decisión se adoptó tras recibir informaciones de la fiscalía neoyorquina según las cuales era un objeto saqueado en Egipto, país al que lo devolvió unos meses después. El museo había pagado, en 2017, 3,5 millones de euros por el féretro a Kunicki, según informó entonces The New York Times, sobre la base de documentos fraudulentos.
“La idea es confundir las pistas, borrar todas huellas, que no se pueda remontar hasta el origen del objeto que es el saqueo, la excavación clandestina”, dice el arqueólogo Vincent Michel
“Siempre hay que alegrarse de que este tipo de asuntos salgan, para alertar, sensibilizar y educar a la gente, y tomar conciencia de que es una plaga que no puede minimizarse”, dice el arqueólogo Vincent Michel, especialista en el tráfico de bienes culturales y profesor en la Universidad de Poitiers. Michel sitúa el caso reciente en París en el contexto de “un mercado del arte en plena expansión y muy lucrativo” en el que “a partir del momento en que hay dinero que ganar por fuerza hay amenazas a la integridad de los bienes culturales”.
Michel estima que entre el 80 y el 90% de los objetos procedentes de Próximo Oriente son fruto del saqueo y, por tanto, no están inventariados y es difícil retrazar su procedencia. “La idea es confundir las pistas, borrar todas huellas, que no se pueda remontar hasta el origen del objeto que es el saqueo, la excavación clandestina”, dice. “Una vez el objeto ha salido de tierra, para adquirir esta pseudo-legalidad, se le creará una falsa identidad, una falsa procedencia, una falsa historia”.
La operación en París recuerda a otro caso que todos citan en el sector: la detención en 2018 —y posterior puesta en libertad con cargos— del anticuario Jaume Bagot en Barcelona por presunto tráfico de antigüedades y financiación del ISIS con el dinero que pagaba por ellas. Y ha coincidido con la prohibición, por Facebook, de la venta de objetos históricos.
La decisión, anunciada el martes, es una respuesta a la acusación de que la red social se había convertido en un “mercado gris” de antigüedades en el que era difícil determinar “las redes de intercambio y las rutas múltiples por las que los objetos habían circulado desde el campo al mercado”, se lee en un documento de la compañía.
“El tráfico de bienes culturales, como cualquier tráfico, va desde la pequeña delincuencia hasta grupos terroristas”, señala el profesor Michel
Yves-Bernard Debie, abogado de una de las personas interrogadas esta semana en París y que ha salido en libertad sin cargos, descarta en un correo electrónico que exista “un gran tráfico internacional estructurado para sacar ilegalmente objetos procedentes de zonas de conflicto con el objetivo de revenderlas en los mercados occidentales mediante una cadena construida de intermediarios encargados de blanquear estas obras y crear procedencias”. “Y de ninguna manera con el objetivo de financiar el terrorismo”, añade, antes de lamentar que los marchantes y casas de venta dispongan de medios limitados para verificar el origen de los objetos.
“El tráfico de bienes culturales, como cualquier tráfico, va desde la pequeña delincuencia (...) hasta grupos terroristas”, discrepa el profesor Michel. Las revoluciones y guerras de la última década en Próximo Oriente y el norte de África han supuesto una oportunidad única. Y añade: “Las guerras transforman el patrimonio en objetivo. O se destruye o se hace comercio con él. El Estado está más ocupado defendiéndose o alimentando a su población que defendiendo su patrimonio. Las zonas arqueológicas están menos protegidas, menos vigiladas. En estos países, Siria, Irak, Libia, no hay más que agacharse para encontrar monedas o cerámicas”.