El Premio Nacional de Teatro pone en valor la escena alternativa

El galardón reconoce la labor pionera de la veterana sala Cuarta Pared

Javier G. Yagüe (en primera fila, en el centro), director de la sala Cuarta Pared, rodeado de su equipo.VICTOR SAINZ

El Premio Nacional de Teatro pone en valor este año la escena alternativa. El jurado del galardón, dotado con 30.000 euros, ha decidido este jueves otorgárselo a una de las salas pioneras de este movimiento en España, la Cuarta Pared de Madrid, fundada hace 35 años. Durante este tiempo este espacio no solo ha dado cobijo a los creadores más inquietos e inclasificables de la ciudad, muchos de los cuales son hoy figuras de proyección internacional, como Juan Mayorga, ...

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El Premio Nacional de Teatro pone en valor este año la escena alternativa. El jurado del galardón, dotado con 30.000 euros, ha decidido este jueves otorgárselo a una de las salas pioneras de este movimiento en España, la Cuarta Pared de Madrid, fundada hace 35 años. Durante este tiempo este espacio no solo ha dado cobijo a los creadores más inquietos e inclasificables de la ciudad, muchos de los cuales son hoy figuras de proyección internacional, como Juan Mayorga, Angélica Liddell o Rodrigo García, sino que también ha funcionado como escuela y como agente de divulgación cultural en su entorno más próximo, el barrio de Arganzuela, creando decenas de aficionados entre niños, jóvenes y adultos.

Todo ello lo subraya el jurado del premio en su argumentación, en la que destaca “su excepcional labor en todos los ámbitos que tienen relación con la creación teatral (la formación, la investigación, la pedagogía, la producción y la exhibición), su compromiso con los problemas de la sociedad contemporánea sin perder de vista la realidad de su barrio y su capacidad de generar nuevos públicos”. Fundada en 1985, la Cuarta Pared nació en pleno auge del movimiento de teatro alternativo en Madrid, que poco a poco se fue ampliando con otros escenarios como Triángulo, Pradillo, Cambaleo o Ensayo 100. Surgieron de la necesidad de los artistas de disponer de espacios propios para investigar y hacer un teatro distinto, renovador, en reacción a la uniformidad que impuso la dictadura. En ellos se forjó la generación que hoy domina la escena española.

Felices pero con un sabor agridulce en la boca por la difícil situación que atraviesa el sector teatral debido a la pandemia, los responsables de la sala subrayan su orgullo por la fortaleza de la sala, que ha superado varias crisis desde que nació. “Somos resistentes porque el proyecto es muy sólido. Si no, no habríamos aguantado tanto tiempo”, reflexiona su director, Javier G. Yagüe. “No obstante, este es quizá el peor momento, más que en 2008. Parecía que después de verano íbamos a remontar, pero septiembre está siendo peor por la incertidumbre: no podemos planificar más allá de dos semanas y nadie sabe cuánto va a durar esto”, añade.

La sala, en la que actualmente trabajan unas cuarenta personas, la mayoría afectadas por un ERTE parcial, ha reiniciado ya en septiembre sus actividades formativas después de seis meses de suspensión por la pandemia y tiene previsto reabrir sus puertas al público el 2 de octubre con varias funciones dentro del festival Surge, que aglutina espectáculos de todas las salas alternativas de la Comunidad de Madrid.

El 23 de octubre la sala retomará las representaciones interrumpidas por el coronavirus de la última producción propia de la sala, Instrucciones para caminar sobre el alambre, un montaje dirigido por Yagüe con dramaturgia de QY Bazo, Juanma Romero y el mismo Yagüe, que lleva el sello de la casa: es decir, con una temática muy pegada a la realidad actual, que muestra cómo las crisis colectivas repercuten en los individuos. Es la segunda parte de una trilogía sobre la España contemporánea que empezó en 2015 con Nada que perder, en la que los mismos dramaturgos exploraban la crisis de valores previa a la crisis económica de 2008.

Tanto Nada que perder como Instrucciones para caminar por el alambre son resultado de una metodología de investigación que la sala ha ido perfeccionando durante años y que ha dado como fruto varios hitos del teatro español de las últimas décadas. El primero fue Las manos, estrenado en 1999, una obra escrita también a seis manos por Yagüe, José Ramón Fernández y Yolanda Pallín que estuvo varios años en cartel y acumuló más de 100.000 espectadores, cifra astronómica para producción alternativa. Era la primera parte de una trilogía sobre la juventud ambientada en la España rural de los años treinta, que continuó con Imagina, que transcurre en los años sesenta, y termina en los noventa con Veinticuatro horas al día, siete días a la semana.

El Premio Nacional de Teatro lo concede cada año el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música. El jurado, presidido por la directora general del organismo, Amaya de Miguel, estuvo formado ayer por el diseñador de iluminación Juan Gómez-Cornejo, el actor y director Lluís Homar, la directora de escena Helena Pimenta, la actriz Fernanda Orazi, la periodista Machús Osinaga y el director Andrés Lima (ganador el año pasado). En ediciones anteriores el galardón recayó en Julieta Serrano, el teatro Kamikaze y Concha Velasco.

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