Ali Smith: “Dividir es el truco más antiguo de la política y siempre termina con sangre”
Llega a España 'Otoño’, la primera entrega de la saga ‘Cuarteto estacional’, que ha convertido a la escritora escocesa en el último fenómeno literario del Reino Unido
Todo empezó con un retraso. Ali Smith (Inverness, Escocia, 58 años) se acababa de saltar uno de esos plazos de entrega supuestamente inflexibles que imponen las editoriales. Corría el verano lloviznoso de 2014 y la escritora terminaba un año después de lo previsto el manuscrito de su última novela, un artefacto un tanto experimental titulado How to Be Both, que podía leerse de dos maneras distintas. Pese a todo, su editor la tranquilizó: pese a su retraso inexcusable, la obra podría llegar a las librerías en la fecha pre...
Todo empezó con un retraso. Ali Smith (Inverness, Escocia, 58 años) se acababa de saltar uno de esos plazos de entrega supuestamente inflexibles que imponen las editoriales. Corría el verano lloviznoso de 2014 y la escritora terminaba un año después de lo previsto el manuscrito de su última novela, un artefacto un tanto experimental titulado How to Be Both, que podía leerse de dos maneras distintas. Pese a todo, su editor la tranquilizó: pese a su retraso inexcusable, la obra podría llegar a las librerías en la fecha prevista, solo seis semanas después. Los tiempos largos de la edición literaria habían quedado reducidos, para su sorpresa, a un mes y medio escaso.
Esa pequeña epifanía le desenterró un viejo sueño: la idea de publicar un libro casi en tiempo real. Responder a la urgencia del presente ennegreciendo folios y luego mandarlos a imprenta sin tener tiempo de arrepentirse de su contenido. Así nació el llamado Cuarteto estacional, uno de los fenómenos literarios de los últimos años en el Reino Unido, compuesto por cuatro novelas que Smith editó entre el otoño de 2016 y el verano de 2020. Cada una de ellas fue publicada en la estación que le da título, con un intervalo de solo unos meses. Smith admite que todo pudo salir mal. “Siempre he escrito muy rápido y en el último momento, pero nunca había cumplido de manera tan rigurosa con los plazos de un editor. Fue liberador y aterrador”, confiesa la autora por correo electrónico desde su casa, en Cambridge, donde reside con su pareja, la cineasta Sarah Wood.
Otoño, la primera novela de este exitoso cuarteto, acaba de ser traducida al castellano por Nórdica (y al catalán, como Tardor, por Raig Verd). En ella parte de la amistad improbable entre un anciano de 101 años y una historiadora del arte treintañera en la Inglaterra inmediatamente posterior al Brexit, como excusa para examinar los grandes temas de la existencia, empezando por uno tan imperecedero como el paso del tiempo. “Si te dedicas a escribir novelas, tu tema siempre será el tiempo. Incluso los libros más experimentales acaban hablando de cronología”, sostiene Smith. Esta improbable historia de amor platónico tiene lugar en un país dividido y desconcertado. Las ensoñaciones de ese viejo excéntrico que llega al fin de sus días se ven alternadas, en la prosa profundamente poética de Smith, con los recuerdos de la joven sobre el tiempo en que lo conoció. Además, incluye un desvío hacia la vida de la artista a quien la protagonista dedicó su tesis, Pauline Boty, inscrita en el pop art británico y fallecida prematuramente en 1966.
Antes de empezar cada volumen, Smith decidió seguir un ritual peculiar. Acudió a ver en persona los manuscritos de cuatro de sus ídolos: John Keats, William Shakespeare, Katherine Mansfield y Charles Dickens. Un grupo heterogéneo de autores, aunque todos escribieron con la voluntad de reflejar el presente, lo que Smith cree que los ha convertido en clásicos. “Hicieran lo que hicieran, el resultado siempre estaba tremendamente vivo. Son narradores de historias que nunca envejecerán. La literatura está muerta si no transmite esa vida”, opina la autora.
Ambientado justo después del referéndum de 2016, el libro fue calificado, tras su publicación, como la primera novela del Brexit. “En realidad, empecé a escribirla mucho antes de que esa palabra existiera. Pero ya entonces hablaba sobre divisiones, sobre una valla levantada que divide a personas y lugares”, afirma sobre el pueblo costero donde transcurre la acción. “Esas divisiones ya estaban emergiendo. En realidad, dividir es el truco más antiguo de la política, junto con las fake news. Y siempre termina mal, con sangre”, advierte. El diagnóstico no es favorable para Smith, quien describe una sociedad en la que la comunicación se ha vuelto imposible. “Estamos en un tiempo en que la gente dice cosas para que las escuche alguien, pero nada acaba convirtiéndose en diálogo. Es el fin del diálogo”, escribe en el libro.
La autora parece responder con este proyecto al inmovilismo de la novela británica, para algunos incapaz de salirse de pautas determinadas en tiempos decimonónicos, como han expresado muchos de sus colegas, de Zadie Smith a Rachel Cusk. La autora de Otoño cree que el invento sigue funcionando, al ser “una forma revolucionaria por naturaleza”, y que basta con sacarle el polvo de vez en cuando. Su inspiración se encuentra en las vanguardias que representaron James Joyce o Virginia Woolf, siguiendo una tendencia reciente de la literatura inglesa, que parece renunciar al solipsismo posmoderno y prefiere redescubrir la experimentación de hace un siglo. “Siempre me he sentido atraída por las vanguardias, porque exigen que el lector forme parte del texto e incluso en su construcción”, responde Smith, que hizo su doctorado sobre ese periodo en Estados Unidos y en Irlanda. “A riesgo de generalizar, la literatura posmoderna es autorreferencial. La moderna, al contrario, trata de un yo abierto a todos los misterios. Habla del descubrimiento de las sensaciones más nimias, el erizamiento del vello invisible del reverso de la mano”.
En este cuarteto, que Smith dio por concluido en julio con la publicación en inglés de Verano —con cubierta ilustrada, como todos los demás, por una serie de bellísimas estampas que David Hockney pintó para la ocasión—, la estrategia de la escritora consiste en acercar la literatura al presente, aunque buscando modos de comprensión de la actualidad que poco tienen que ver con el método documental o el periodístico. La ficción se revela, en sus novelas, igual de poderosa para entender la realidad social. “La narrativa siempre ha sido una de nuestras mejores armas. No es una mentira, sino una vía hacia la comprensión de una verdad difícil, por el hecho de ser impactante, compleja o cercana al hueso. La ficción es una de las mejores formas de entender lo que nos pasa”, sostiene. “Las artes siempre nos dan un contexto diferente, un poco de espacio y de objetividad en ese proceso de comprensión”.
Cuando la nueva ola de la literatura británica irrumpió en los ochenta, de la mano de aquel grupo de jóvenes insolentes donde figuraban Ian McEwan, Salman Rushdie, Martin Amis o Kazuo Ishiguro, se celebró una renovación y una diversidad de la que las mujeres quedaron prácticamente excluidas. No ha sido el caso en la siguiente generación literaria, a la que pertenece Smith. “Sé que tengo la suerte de vivir en un tiempo más justo para las mujeres, incluidas las que se dedican a escribir”, afirma. “Aunque, para ser sincera, en el acto cotidiano de la escritura solo eres una persona encerrada a los desafíos que te presenta el texto con el que dialogas”. El género cuenta menos, parece insinuar la escritora, que ese combate diario con la página en blanco.
Su último libro, esa coda estival a la saga de las estaciones, introduce el desbarajuste del coronavirus y aprovecha otro giro imprevisto en la historia. ¿Será este el primer capítulo de un tsunami de ficción pandémica que inundará las librerías en los próximos meses? “El mundo ha cambiado. Ese es el choque de la pandemia: nos recuerda que el mundo puede cambiar. Será interesante ver qué hace nuestra especie con esa verdad. Y la novela también cambiará, porque siempre lo hace”, afirma. La escritora todavía no sabe qué hará después de esta plusmarca, comparable a trepar un Everest literario. “Ahora todo me parece otro Everest, aunque siempre ha sido así”, admite. “Y, después de todo, yo crecí en Escocia. Me gustan las montañas”.