Aquel ritmillo se atasca
Pese a su colorismo y a su estupenda producción, las viñetas de Javier Fesser, sobre todo la primera, discretísima, parecen descartes creativos de sus primeros tiempos en el corto
A mediados de la década de los noventa, un par de refrescantes, jocosas y singulares piezas revolucionaron el panorama del cortometraje español, ya de por sí en ebullición por la aparición simultánea de un puñado de creadores distintivos, ahora clásicos del cine español contemporáneo. Aquel ritmillo (1994) y El secdleto de la tlompeta (1995) no se parecían a nada anterior, entroncaban con el cartoon americano, los tebeos patrios, el esperpento y un cierto surrealismo, conformando una suerte de sublimación de la estupidez de descacharrante espíritu y potentísima visualizaci...
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A mediados de la década de los noventa, un par de refrescantes, jocosas y singulares piezas revolucionaron el panorama del cortometraje español, ya de por sí en ebullición por la aparición simultánea de un puñado de creadores distintivos, ahora clásicos del cine español contemporáneo. Aquel ritmillo (1994) y El secdleto de la tlompeta (1995) no se parecían a nada anterior, entroncaban con el cartoon americano, los tebeos patrios, el esperpento y un cierto surrealismo, conformando una suerte de sublimación de la estupidez de descacharrante espíritu y potentísima visualización. En su salto al largometraje con aquellos mismos mimbres, Javier Fesser, autor de aquellos cortos, quizá empezase a comprobar lo complicado que era mantener durante hora y media aquel ritmo y, pese a sus innumerables hallazgos y su brillantez puntual, el engranaje general se atascaba por momentos en El milagro de P. Tinto (1998).
En su feliz trayectoria posterior, Fesser diversificó su estilo, a caballo entre el largo y el corto, con galardonados dramas sociales como Camino, dibujos animados como sus dos entregas de Mortadelo y Filemón, y, en un hito comercial con el que terminó ganando su segundo Goya a la mejor película, la comedia popular de apariencia blanca con atrevidos estallidos de negrura que fue Campeones.
Con Historias lamentables, su nuevo largo, que se acaba de estrenar en Amazon antes de pasar por los cines en 2021, conformado a partir de la unión de cuatro historias independientes unidas por una leve ligazón narrativa, regresa al universo de sus piezas breves, a su cotidiano absurdo cercano a los tebeos de Bruguera, a personajes que podrían ser la resurrección actual de Rompetechos y de los habitantes de un 13, Rue del Percebe de inspiración playera. Sin embargo, ahora más que nunca, salvo muy esporádicos momentos de slapstick (la carrera en moto), la película parece plomiza, cojitranca en sus golpes de humor, excesivamente alargada en cada una de sus situaciones, sin tempo cómico en sus réplicas y contrarréplicas.
Fesser utiliza intérpretes poco conocidos, lo que encaja bien con la singularidad física, pero salvo Laura Gómez-Lacueva, excelente actriz teatral con experiencia en el surrealismo a pie de calle del grupo andaluz La Zaranda, y en menor medida Chani Martín, casi ninguno clava sus frases en un registro cómico que provoque la risa. Pese a su colorismo y a su estupenda producción, las viñetas de Fesser, sobre todo la primera, discretísima, parecen descartes creativos de sus primeros tiempos en el corto, e incluso lejos de fantásticas experiencias posteriores, como el formidable Dolor (2013), que en seis minutos lograba lo que en Historias lamentables no se vislumbra en más de dos horas.
HISTORIAS LAMENTABLES
Dirección: Javier Fesser.
Intérpretes: Chani Martín, Laura Gómez-Lacueva, Alberto Castrillo-Ferrer.
Plataforma: Amazon.
Género: comedia. España, 2020.
Duración: 129 minutos.