Leiva recuerda el tiempo de los abrazos con un disco en directo
‘Madrid Nuclear’ recoge uno de los conciertos más multitudinarios del rockero madrileño
Hay un deseo que se entrevé en las palabras de Leiva: defender la libertad frente a un mundo ahogado en sus casas, en sus prejuicios, en sus redes sociales y en sus temores. Se trata de un anhelo que se contradice con la columna vertebral de sus temas, que considera que son “el vértigo a la soledad y sus precipicios”. “Supongo que tiene que ver con el miedo al abandono, no sé qué procedencia tiene, porque tengo una familia llena de amor;...
Hay un deseo que se entrevé en las palabras de Leiva: defender la libertad frente a un mundo ahogado en sus casas, en sus prejuicios, en sus redes sociales y en sus temores. Se trata de un anhelo que se contradice con la columna vertebral de sus temas, que considera que son “el vértigo a la soledad y sus precipicios”. “Supongo que tiene que ver con el miedo al abandono, no sé qué procedencia tiene, porque tengo una familia llena de amor; pero se repite, tanto con un compañero, una compañera, como entre un montón de gente”, reflexiona con tono calmo sentado en el estudio de Sony Music de Madrid.
Uniformado con su reconocido gorro y sus múltiples tatuajes, José Miguel Conejo Leiva (Madrid, 40 años) aclara que le ocurre cuando se pone a escribir. Para todo lo demás, se siente rodeado y confiesa que compone, no para entenderse a sí mismo, sino para la gente. Por eso, su álbum en directo Madrid Nuclear, estrenado el 20 de noviembre, le llena de euforia y nostalgia. Unas 15.000 personas aparecen en el concierto, grabado el 30 de diciembre de 2019, en un Wizink Center de Madrid que evidencia un espectáculo apabullante.
El exPereza, que ha buceado todo el confinamiento en esas imágenes, las sentía como si fueran de otra época: “Todo lo que ocurre en ese DVD hoy está prohibido. Todo: abrazarse, brindar, compartir un mini, cantar”. Pese a las dificultades, admite que es el marco perfecto para sacar un directo. “Esta fue la última vez que toqué para tanta gente, y es una manera bonita e inspiradora de decir: ‘Pronto volveremos a este mundo que tanto nos gustaba”, describe.
A la espera de una vacuna que devuelva los aforos a los espectáculos, Leiva baraja dos escenarios: “Si pudiera, el año que viene sacaría otra vez el Tour Nuclear, y trataría de recuperar las fechas que he perdido, pero me parece muy poco probable estar dentro de siete meses tocando para 25 mil personas. Es mi prioridad, pero si no se puede, probablemente estaré editando otro disco”. Se queja de los que decían que íbamos a salir más reforzados. “Somos peores que antes, mucho peores. No salimos del bucle, de pelearnos, de una moción de censura mientras mueren 200 personas al día. Es ridículo”, critica con indignación.
Echa de menos los ciclos de su vida: componer, grabar y salir de gira, pero ha visto una oportunidad para equilibrar su salud mental. Ha ejercitado la paciencia —que reconoce no haber tenido nunca— y vivir el presente. Contra todo pronóstico, su conocida hipocondría no se lleva tan mal con la covid-19. “Me ocurre que a lo que tengo verdaderamente terror es a enfermedades desconocidas. A síndromes cero”, suelta una carcajada. Aclara que su aprensión suele ser por patologías raras insalvables.
“Vivimos en tiempos de ensañamiento”
A Leiva le desagradan las condenas de las redes sociales que acaban animando a los artistas a un discurso vacío. Hace un tiempo el espíritu contestatario provenía del rock, ahora el madrileño cita un estilo de música urbana: “Yo crecí con mi carpeta forrada con Zeppelin, Stones y Dylan, pero igual si hubiera pertenecido a esta generación, probablemente formaría parte de una banda de trap, estaría en el lado más incómodo”.
Trata de esquivar los estigmas y elitismos artísticos, porque quiere ampliar sus conocimientos. “Me pongo a veces un vídeo de Yung Beef que sale fumándose un porro enorme y me quedo hipnotizado viéndole, porque me parece que tiene muchas cosas que decir, porque me parece un tipo con un lenguaje propio, con carácter, que no quiere agradar a todo el mundo. Creo que hay mucho trapero muy interesante. Ahora, en mi casa me pongo a Chet Baker, y Bob Dylan me encanta, pero hay gente muy interesante haciendo cosas que todavía ni entendemos”. No quiere perpetuar las actitudes de algunos de sus profesores, que le decían que los rockeros berreaban y gritaban.
Contra la irreverencia de los traperos, Leiva percibe una opresión social. “Vivimos en tiempos de ensañamiento y hay que saber tener el baremo de la dimensión real que tienen las redes sociales”. No es nuevo, hace unos años también lo veía en los shows televisivos. “En todas esas estrategias siempre hay una víctima”. Lo canta en Nunca debiste cruzar el Missisipi, la banda sonora que ha compuesto para la serie Veneno.
Cristina, La Veneno, también era indómita, según defiende el cantante. Analiza su vida como “un drama y un símbolo de lucha constantes” porque estuvo todo el tiempo saltando obstáculos en una España “durísima y ultracerrada a todos los niveles”. Javier Calvo y Javier Ambrossi —creadores de la serie que retrata la vida de la mujer trans— son, para Leiva “brillantísimos contadores de historias que están cumpliendo una misión alucinante: están alzando la voz de una generación”.
“De eso sabes tú, limusina y puchero, de reírte en el suelo”, dice la letra sobre la Veneno. El artista cree en la importancia de aplicar el sentido del humor a todo, hasta a su oficio. “Porque estamos en un camerino de obras, nadie va en limusina, no hay glamour; hay que tener un pie en la tierra y reírnos”. Trata de mantener una rutina sencilla. Lleva 40 años en la Alameda de Osuna, va al mismo mercado, pasea en bici por los mismos lugares, mantiene a los mismos amigos. La cotidianeidad le devuelve a la normalidad que tanto necesita.