‘Saint Maud’: nueva fe en el cine de terror
Rose Glass retrata en su debut el viaje a la locura de una enfermera embarcada en una misión mística. El filme cierra un año excepcional para los proyectos liderados por mujeres
En una de las zonas más finas de Londres, a mitad de camino entre Hyde Park y St. James’s Park, está el cine Curzon Mayfair, dos salas dedicadas a películas de autor, independiente o en versión original subtitulada. Allí trabajó durante un tiempo Rose Glass (Chelmsford, 30 años) como acomodadora. “La verdad es que fue una gran experiencia. Conoces gente curiosa, los compañeros son estupendos, hay buenas películas”, contaba Glass por Zoom la semana pasada. Si Tarantino empezó en un videoclub, la última sorpresa del cine británico gracias a su debut Saint Maud vino de una sala —que ahora empiezan a parecerse a los últimos dinosaurios viendo caer al meteorito-plataforma digital—. En pantalla, Glass aparece en una habitación, fumando tranquilamente y con ganas de hablar. “El guion, obviamente, no lo escribí en el vestíbulo del cine, sino en cafés y bibliotecas. Incluso en la Wellcome Collection”, recuerda sobre un museo conocido por sus exposiciones sobre medicina. “Porque el terror no me interesa, no busco que el espectador dé brincos en la butaca; me atraen los cerebros y los cuerpos, cómo la locura entra en alguien y conquista su personalidad”.
De eso va Saint Maud, ya en las salas españolas, un descenso al infierno de la locura a través de una enfermera que oye voces —y que ella toma por Dios— y que se embarca en una misión mística de salvación del alma de la bailarina y coreógrafa enferma terminal a la que cuida. “Quería que desde el primer segundo estuviera claro que tiene graves problemas mentales. Cuando vendía el guion a las productoras, les contaba que Maud era un poco una Travis Bickle, si Travis [el protagonista de Taxi Driver] fuera una joven católica que vive en un pueblo costero inglés.
Graduada de la Escuela Nacional de Cine y Televisión, a Glass le atraía jugar más en la división de películas como Repulsión, La semilla del diablo o el Bergman de Persona o Como en un espejo. “Cuando empecé a escribir el guion la relación entre Maud y la coreógrafa de la que quiere salvar el alma estaba cerca del enfrentamiento de Misery. Me fui poco a poco alejando de esa referencia, ahondando en el misticismo, y en la fina línea que separa esa religiosidad del erotismo y la locura”. Y sin ambigüedades como Take Shelter. “No, está loca. Cuando se estrenó El reverendo (First Reformed), de Paul Schrader, que me había influido a través del libreto de Taxi Driver, yo ya había acabado de escribir mi película, y me fui corriendo a verla. Me dio mucha rabia la secuencia de la levitación porque yo también tengo una igual. En fin, me centré más en Teorema, de Pasolini”.
Cuando con 13 años le dijo a su padre que quería hacer cine, él le regaló un DVD de Cabeza borradora. “Mira’, me dijo. ‘Esta es la única película de la que me he salido de una sala. No la entendí, pero si vas a ser directora, puede que te interese”. No hay Lynch, pero sí mucho de otro David, Cronenberg, en Saint Maud.
Erotismo y catolicismo
Como todo el cine preconfinamiento, Saint Maud tiene una lectura distinta ahora. “Desde luego, y se me hace raro dar entrevistas, disfrutar del éxito del lanzamiento. Es surrealista. Creo que el público puede que hoy se sienta aún más cercano a Maud, que disfrute de cierto humor que aparece a lo largo de la historia. Atravesamos además un tiempo en que necesitamos que cuiden de nosotros, y aunque Maud es enfermera de un organismo privado, no deja de reflejar esa tribulación”. No quiere ir más allá del hecho de que la pandemia haya incrementado los problemas mentales, otra posible resonancia de la realidad en pantalla.
Para que las voces interiores tuvieran sentido narrativo, Glass entró en la espiritualidad más radical. “Hasta los 16 años estudié en una escuela femenina católica de monjas. No ha sido mi inspiración principal, pero me ha servido de base”, reflexiona. “No sé si soy muy creyente hoy en día”, sonríe. En el misticismo de Saint Maud hay algo de atracción/repulsión con el lesbianismo de la bailarina y mucho BDSM —práctica erótica basada principalmente en ataduras y dolor— que tiene que ver con la querencia histórica de algunos santos católicos por autoinfligirse castigos corporales. “Y que directamente nos lleva a la sexualidad y a la poesía religiosa erótica”. ¿Conoce la obra de Santa Teresa de Jesús? “No, cuéntame”. Tras una somera explicación, Glass toma nota y empieza a bucear en Google mientras prosigue la entrevista. “Supongo que esa rama del misticismo deriva de asomarse al abismo de lo prohibido. Eso lo contaba muy bien Ken Russell en Los demonios”.
2020 ha sido un año tan malo en el cine en general como excepcional en las películas lideradas por mujeres. Y. desde luego, en el terror. “Verdad, aunque no me gusta quienes buscan puentes entre la experiencia, a veces dura, de ser mujer y el cine de terror. Hoy hay un impulso de apoyo a las cineastas, cierto, y el terror es un género barato. Pero la respuesta es la calidad apabullante de esas películas”.
Babelia
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