La diversidad irrumpe en escena en la Ópera de París

La institución se compromete a aplicar criterios inclusivos en su búsqueda de bailarines y elimina prácticas como el ‘blackface’

Ensayos, en enero de 2020, de 'Giselle' en la Ópera de París.LIONEL BONAVENTURE (AFP)

La muerte del afroamericano George Floyd a manos del policía blanco que lo detuvo en Minneapolis en mayo de 2020, ha llegado hasta la Ópera de París. No en forma de coreografía, sino como detonador de un cambio profundo en una institución que, a raíz de las protestas contra el racismo desatadas en todo el mundo, Francia incluida, el pasado verano, empezó a analizar sus propias prácticas y tradiciones. Lo que vio no le gustó demasiado. Tras una queja interna, meses de reflexiones y un informe exhaustivo, la emblemática instit...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

La muerte del afroamericano George Floyd a manos del policía blanco que lo detuvo en Minneapolis en mayo de 2020, ha llegado hasta la Ópera de París. No en forma de coreografía, sino como detonador de un cambio profundo en una institución que, a raíz de las protestas contra el racismo desatadas en todo el mundo, Francia incluida, el pasado verano, empezó a analizar sus propias prácticas y tradiciones. Lo que vio no le gustó demasiado. Tras una queja interna, meses de reflexiones y un informe exhaustivo, la emblemática institución francesa ha anunciado una apuesta por la diversidad y cambios en tradiciones incompatibles con un mundo cada vez más consciente —y exigente— de la importancia de la inclusión.

Entre otros, la Ópera de París se ha comprometido a “reexaminar sus criterios de reclutamiento y selección” —especialmente en su escuela de danza, vivero de su famoso ballet, pero también en sus coros y hasta orquesta— y a “apoyar la presencia de artistas surgidos de la diversidad”. Y aunque no desaparecerán sus repertorios clásicos —rumor que en diciembre había suscitado una viva polémica, sobre todo después de que políticos y medios de la ultraderecha acusaran a la institución de rendirse a la “cultura de la cancelación” y a un “antirracismo loco”, como denunció Marine Le Pen— sí eliminarán prácticas como la del blackface y yellowface usados hasta ahora para la interpretación de personajes “exóticos” de algunos de sus ballets más famosos.

“La diversidad es la gran ausente de la Ópera” de París, constata el informe de más de medio centenar de páginas —que empieza justamente evocando a George Floyd— elaborado por el historiador Pap Ndiaye, especialista en minorías y profesor de la prestigiosa escuela de Sciences Po en París, y de la secretaria general del Defensor de los Derechos (el Defensor del Pueblo francés), Constance Rivière, y que sirve de plataforma para los cambios anunciados este lunes. Ambos han pasado los últimos cinco meses estudiando, a petición del nuevo director de la Ópera de París, Alexander Neef, la cuestión de la diversidad, un problema con que el alemán se topó a su llegada el pasado verano a la capital francesa, sumida durante los meses del estío en fuertes protestas contra la violencia y racismo policial inspiradas en el movimiento Black Lives Matter.

Algunas cuestiones han sido solventadas en los últimos meses, pero quedaban los problemas de fondo

Pero si esa fue la chispa, la cuestión viene de lejos. Incluso siglos, tal como recuerda el manifiesto Sobre la cuestión racial en la Ópera de París para abrir “una discusión sin tabúes y la implementación de reformas necesarias y beneficiosas” para la institución, que apoyaron 300 de los 1.500 trabajadores entre los que fue distribuido. Ya en 1776, señalan sus autores, la candidatura propuesta por el mismísimo Luis XVI para que el músico y compositor Joseph Boulogne de Saint-George dirigiera la entonces llamada Academia Real de la Música se vio frenada por la oposición de las estrellas de la institución que “se indignan ante la reina María Antonieta ante la posibilidad de que esa alta función pueda ser concedida al hijo de una esclava negra”.

Los responsables del manifiesto que puso a rodar la máquina de la institución en búsqueda de mayor diversidad son los cinco únicos bailarines de color de la Ópera de París, de un total de 154, según recordó en diciembre Le Monde en un artículo sobre la transformación en curso. Una muestra de que la falta de diversidad se halla en la raíz, el reclutamiento de bailarines y demás miembros de la institución. Luego están otros problemas cotidianos, quizás hasta ahora demasiado desdeñados como detalles menores, salvo para quienes los sufren: la falta de un maquillaje apropiado para pieles oscuras que obliga a los que no son blancos a aportar sus propios productos; peluqueros que son saben peinar un pelo crespo como el de los que tienen herencia negra o ausencia de material adaptado, como las zapatillas de baile de tonos solo apropiados para una piel blanca.

Algunas cuestiones han sido solventadas en los últimos meses, pero quedaban los problemas de fondo que comparten muchas otras instituciones artísticas del mundo, aunque en algunos lugares ya se han puesto también manos a la obra: el New York City Ballet eliminó el black y el yellowface —que los autores del manifiesto definen como una práctica de maquillaje “heredada de la época colonial” y “destinada a exagerar convertir en objeto de burla, con condescendencia, los rasgos de individuos racializados”— en 2014. Un año más tarde lo hizo el Royal Ballet de Londres. La cuestión de las minorías era también crucial en la Canadian Opera Company que dirigía Neef hasta su traslado a París, donde rápidamente se puso manos a la obra en la materia: el 22 de septiembre, encargó el informe a Ndiaye y Rivière. “En un periodo donde la representación de la diversidad de la población en las escenas y en nuestro patrimonio musical y literario está regularmente en el centro de animados debates, deseo identificar los medios para hacer evolucionar las prácticas en el seno de nuestra institución”, explicó en la carta con la que les encargó la misión.

Cinco meses más tarde, el resultado es un extenso informe en el que señalan que el problema de la diversidad se extiende tanto entre el personal de la institución, donde “faltan modelos inspiradores”, como en su repertorio: un programa “heredero de los siglos XVIII y XIX”, cuyas obras “exotizan a menudo los mundos no europeos”, con la muy especial cuestión del black y yellowface, hasta “la tradición de un ballet blanco”.

Un resumen de seis puntos

El informe proponía 19 cambios y la Ópera ha hecho un compendio de seis puntos. Además de promover mejor la diversidad a la hora de reclutar a jóvenes bailarines y músicos, entre otros “trabajando con los territorios, así como con los conservatorios y escuelas” de música, la Ópera nombrará a un “encargado de misión de diversidad e inclusión” que deberá presentar un informe de situación anual. También se creará un comité de consulta científico compuesto por “artistas de la casa y personalidades exteriores”.

En materia de repertorio, además de “identificar situaciones y personajes estereotipados”, se incluirán obras “desconocidas u olvidadas surgidas de la diversidad” y se “proporcionará sistemáticamente las claves para la comprensión al público” mediante programas o conferencias sobre las obras.

“Nos sentimos orgullosos de ser la primera gran organización cultural del país en lanzar un proceso así”, dijo Neef a la agencia France Presse, ante la que se mostró confiado en que más instituciones “seguirán el ejemplo” en el futuro.

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Sobre la firma

Más información

Archivado En