Carreteras, embalses y fuegos arrasan los castros de León
Las autovías, los incendios forestales, las antenas de telefonía o los embalses han destruido o dañado en las últimas décadas más de un centenar de poblados prerromanos y romanos
Los castros de la provincia de León están bajo asedio. Estos poblados prerromanos amurallados de viviendas circulares, que se extendieron por todo el noroeste peninsular a lo largo de más de un milenio, desde el siglo X a.C. hasta bien entrado el Imperio Romano, no sufren ahora los embates de las tropas del emperador Augusto, sino de las autopistas, campos de fútbol, instalaciones militares, tendidos eléctri...
Los castros de la provincia de León están bajo asedio. Estos poblados prerromanos amurallados de viviendas circulares, que se extendieron por todo el noroeste peninsular a lo largo de más de un milenio, desde el siglo X a.C. hasta bien entrado el Imperio Romano, no sufren ahora los embates de las tropas del emperador Augusto, sino de las autopistas, campos de fútbol, instalaciones militares, tendidos eléctricos o cortafuegos. Más de un centenar en las últimas décadas han sufrido amputaciones y daños, en algunos casos irreparables. “Estos sitios”, escribe el experto Julio Manuel Vidal Encinas en su estudio Las causas del deterioro del patrimonio arqueológico castreño en la provincia de León, “son fundamentales para intentar conocer la presencia de Roma en León”.
La provincia de León cuenta con unos 1.000 montes que se extienden sobre medio millón de hectáreas. Las zonas altas daban más protección a estas poblaciones célticas, por lo que las elegían para erigir sus castros, unas áreas ahora dedicadas a la explotación forestal, donde, según denuncia Vidal Encinas, se abren pistas, caminos y cortafuegos con maquinaria pesada, y donde se realizan trabajos de silvicultura, aprovechamientos y repoblaciones forestales.
“Buena parte de las acciones más negativas contra el patrimonio arqueológico castreño”, apunta el experto del Servicio Territorial de Cultura de León, son actividades que, en su mayoría, “no están sujetas a control patrimonial, pues solo las forestaciones son objeto de evaluación de impacto ambiental y, de ellas, únicamente las que afectan a una superficie superior a las 50 hectáreas. Así, por ejemplo, las repoblaciones han tenido consecuencias críticas para varios sitios castreños, hasta el punto de entrañar la total remoción de la superficie habitada de estos sitios”.
En el caso del castro de Torre del Bierzo, se abrió a mediados de los noventa un cortafuegos que seccionó su muralla en dos sitios del recinto y, en el Alto de San Vicente-Los Conventos (Castrocontrigo y Luyego), “se abrió un corredor en su impresionante muralla de unos 10 metros de anchura”. Por su parte, otro cortafuegos atravesó de parte a parte el poblado de O Adro dos Mouros (Corullón) en 2016, por causa de un incendio forestal.
Pero el más llamativo de estos atentados contra el patrimonio es el del castro de Pradorrey (Brazuelo). Cuando se construyó en 1973 la CN-6, se vació en su totalidad para convertirlo en gravera con la que levantar los terraplenes de la vía. Un caso parecido al de la autopista de Huerna, entre León y Asturias, que acabó en 1983 con el castro de Oblanca, también convertido en cantera.
Las infraestructuras hidráulicas tampoco han sido ajenas a la destrucción. Sobre el embalse de Villameca (Quintana del Castillo), inaugurado en 1947, se abrió una cantera para levantar el muro de la presa. De hecho, el castro ahora es un cerro rodeado de agua en buena parte de su perímetro. El embalse de Los Barrios de Luna, puesto en servicio en 1956, también convirtió casi en una isla el castro de Mallo de Luna, a 1.185 metros de altura. Además de por su muralla, hoy está rodeado de agua por todas partes, excepto por un istmo por donde pasa la autopista AP-66.
Vidal Encinas denuncia que “la mayor parte de las excavaciones arqueológicas realizadas en los últimos 20 años han venido dadas por situaciones de ‘emergencia’ o proyectos de la manida ‘puesta en valor’ para la creación de empleo y descenso del paro”, algo, esto último, que está lejos de haberse conseguido. Y especifica que la destrucción de estas estructuras viene de tan lejos como la Edad Media. Para extraer materiales para las nuevas fortalezas, como el llamado Castillo Viejo, en Ponferrada, se extraía mucha piedra procedente de las cabañas y la muralla del castro sobre el que se asentó. Y se ha mantenido en el tiempo, pues a comienzos del siglo XX el gran patio de armas de esta edificación bajomedieval fue objeto de una extravagante decisión municipal: convertirlo en un campo de fútbol previa explanación. Al realizar las obras, se hallaron cabañas circulares del castro de la Edad de Hierro sobre cuyo cerro se levantó el castillo medieval.
Entre 1988 y 1989, con motivo de la restauración de la torre medieval de Santa María de Ordás por parte de la Junta de Castilla y León, se abrió un camino que debía acercar al monumento los materiales y equipos necesarios, seccionando la muralla del castro de La Mata del Castillo. El poblado de la Peña del Moro, en Cobrana, vio su muralla deshecha por la máquina que abrió una vía en 2000, y, en la localidad de Trabazos se despejó otro camino con equipos pesados que seccionó el castro.
La explotación minera de las comarcas de El Bierzo y Laciana también ha provocado graves destrozos o, incluso, la desaparición completa de estas joyas patrimoniales. Vidal Encinas menciona el sitio de San Martín, en Igüeña; el Pico del Castro, en Robledo de la Guzpeña (Prado de la Guzpeña), y La Reguerina, también en Igüeña. Este último lugar ha sido ampliamente expoliado por los furtivos. De allí se recuperó “una pieza curiosa y excepcional: una lucerna fabricada en piedra arenisca que fue tallada y vaciada, y que no responde a ningún tipo conocido, un unicum sin paralelo alguno en los catálogos al uso que, además, presentaba una inscripción en la orla o margo que aludía a un operarivs T(itvs) Lvciv(s) Flacaci(vs) y otra en la base a Severio o Severo”.
La falda norte de la Sierra del Teleno, en la Maragatería, de casi 6.000 hectáreas, se emplea como polígono de tiro del Ejército desde comienzos de los años cincuenta. Ahí se “encuentra uno de los conjuntos de minería romana más notables, no ya de Hispania, sino de todo el Imperio Romano: el gran complejo minero de la Valduerna-Teleno (Lucillo y Luyego), de casi 20 kilómetros de longitud. Tiene varios castros en su interior. En 1998, un incendio provocado por unos ejercicios militares devastó una parte importante de los bosques comunales. Como el campo carecía de planes preventivos contra incendios, los bomberos abrieron kilómetros de cortafuegos de hasta 40 metros de anchura, lo que afectó a las minas romanas, a su sistema hidráulico y a los castros. “Lo que ha dado lugar a un estado de opinión muy contrario a la misma existencia del campo de tiro”, concluye el arqueólogo.