Leos Carax radicaliza Cannes con su musical ‘Annette’
El cineasta francés acaba su largo viaje de una década con una película suicida que encumbra a Adam Driver y que habla de creación y masculinidad tóxica
Cuando empieza Annette, la voz de Carax advierte al espectador. Por mucho que sea un musical, no hay que aplaudir, ni corear alguna canción. Hay que contener la respiración durante la película, y eso que son 140 minutos. Después la cámara entra en un estudio de grabación y allí está Leos Carax ante la mesa de control con su hija Nastya, cuya madre, Yekaterina Golubeva, protagonista de Pola X, se suicidó en agosto de 2011. El público ya está avisado: como en las anteriores cinco películas del francés, hay que en...
Cuando empieza Annette, la voz de Carax advierte al espectador. Por mucho que sea un musical, no hay que aplaudir, ni corear alguna canción. Hay que contener la respiración durante la película, y eso que son 140 minutos. Después la cámara entra en un estudio de grabación y allí está Leos Carax ante la mesa de control con su hija Nastya, cuya madre, Yekaterina Golubeva, protagonista de Pola X, se suicidó en agosto de 2011. El público ya está avisado: como en las anteriores cinco películas del francés, hay que entender la narración como una reflexión sobre su vida, y por ello Annette es tan desaforada que a su autor se le va de las manos, tan interesante como repelente en ciertos momentos (el tema de amor We Love Each Other So Much es bastante indigesto, aunque sorprenda su entonación en mitad de un cunnilingus), con radicales cambios de ritmo que proceden de la música de Sparks, los hermanos Ron y Russell Mael.
Sparks y Carax han escrito un guion que mezcla Ha nacido una estrella, Un rostro en la multitud, Lenny Bruce, Louis C. K., la cultura actual del éxito y el famoseo, King Vidor y su Y el mundo marcha, y la masculinidad tóxica. Como si la pareja de Los amantes de Pont-Neuf habitaran ciertos ambientes de Holy Motors, sus dos películas más famosas. El resultado es, con este cóctel, imperfecto. De esta batalla creativa sale reforzado Adam Driver, que no ha llegado a estar ni un día en Cannes. Ayer asistió a la inauguración, anuló algunas entrevistas y hoy ya ni estaba en la ciudad cuando ha arrancado la rueda de prensa. Él da vida a un monologuista cómico, un provocador genio del stand up comedy, que se enamora de una diva de la ópera, a la que encarna Marion Cotillard, en un Los Ángeles entre onírico y perturbador.
La primera canción, So May We Start, parecía escrita a la perfección para que así arrancara el Cannes de la pospandemia (la película ha estado un año esperando el estreno, y a España llegará este 20 de agosto). Annette es la hija (una marioneta, en una metáfora algo ramplona) que la pareja tiene antes de que fallezca la madre. En la tragedia, a Carax se le acumulan los elementos. Hace siete años contactó con Sparks y así comenzó una colaboración que a veces chirría al trasladar a la pantalla la música disonante del grupo. En cambio, en otros momentos, como el que protagoniza Simon Helberg al mezclar una charla con la cámara con su trabajo con la batuta como director de orquesta, se entiende y se aplaude su apuesta, que no deja de ser también una mirada irónica al ego de los creadores, en la que ha obligado a los actores a cantar en directo, algo casi insólito en este género.
Con solo seis largos en su carrera —y eso que hizo los tres iniciales, con Denis Lavant como alter ego, en los primeros siete años de sus 34 dedicados a la dirección— hay que agradecer al francés que al menos se lance al vacío. En el viaje crea elementos de indudable belleza (el bosque del escenario de la ópera), pero otros en que le puede la seriedad, cuando ni la música de Sparks (siempre irónica) ni el género usado (el musical) van por ahí.
En la rueda de prensa esa cierta solemnidad se ha subrayado en las palabras de Carax, de 60 años, cuando ha dicho: “Habla de un mal marido, un mal padre, un mal artista, pero no tiene una mirada indulgente. No filmamos un juicio”. Sobre Sparks ha recordado: ”Me ofrecieron la música y el lenguaje, que fue mi primer idioma aunque lo haya perdido un poco. Yo no imaginé Annette, pero lo trabajé como una ópera: recibes el libreto y luego intentas crear un mundo”. Sobre su pasión musical, obvia en su cine, ha explicado que rodar un musical viene de ahí, de su frustración “por no haber hecho una gira tocando un instrumento” Y recordó a un músico presente habitualmente en su obra: “Descubrí a David Bowie cuando tenía 14 años. Siempre quise hacer una película con música, pero pensé que nunca iba a ocurrir”.