Billie Eilish ya no está tan deprimida
La estrella edita su segundo disco, ‘Happier Than Ever’, con dos retos: conectar de nuevo con las inquietudes de la generación Z y saber gestionar la atosigante fama
Cuando tenía 15 años Billie Eilish escondía cuchillas de afeitar en rincones de su cuarto. “Siempre tenía tiritas en mis muñecas. Me encerraba en el baño y me hacía sangrar porque creía que lo merecía”, revela en el documental The World’s a Little Blurry (El mundo está un poco borroso), estrenado en 2021. Durante dos ho...
Cuando tenía 15 años Billie Eilish escondía cuchillas de afeitar en rincones de su cuarto. “Siempre tenía tiritas en mis muñecas. Me encerraba en el baño y me hacía sangrar porque creía que lo merecía”, revela en el documental The World’s a Little Blurry (El mundo está un poco borroso), estrenado en 2021. Durante dos horas y 20 minutos se narra cómo una adolescente californiana acomplejada con su cuerpo conquistó el mundo musical desde el cuarto de su casa mientras dibujaba en su diario monstruos y anotaba cosas como: “Tengo una intensa sensación de final absoluto”, “duele hasta cuando no lo hace” o “no importa lo que pase, siempre estaré rota”. Aquella niña que exponía en sus letras los terrores adolescentes conectó como nadie con la generación Z (los nacidos entre mediados de los noventa y 2010) con el disco de 2019 When We All Fall Asleep, Where Do We Go? (”Cuando nos quedamos dormidos, dónde vamos”). Dos años después regresa el fenómeno musical pop del momento. Ha cambiado su tinte oscuro con mechones verdes por un optimista rubio platino, señal de que ha asumido la melancolía como acompañante de viaje. Y ha titulado el disco Happier Than Ever (Más feliz que nunca, que se publica este viernes).
“Me gustaría que la gente pensase cuando escuche el disco: ‘Oh, Dios, no sabía que me sentía así, pero así es como me siento’. Y quizás hagan un cambio en su vida que los haga más felices”, afirma la cantante (Los Ángeles, 19 años) en el vídeo de promoción del disco. Pero en la entrevista más extensa que ha realizado hasta la fecha, para la portada de la revista Rolling Stone de julio, se preocupa de que quede clara una idea: “Casi ninguna de las canciones de este álbum es alegre”.
A pesar del título, Eilish persiste en exponer unas zozobras emocionales que ya no son solo las de una joven cualquiera aturdida por un mundo tambaleante que anda muy lejos de entenderla. En uno de los temas, NDA, habla de una cita con un chico al que lleva a su casa y cuando se marcha debe firmar un documento de confidencialidad para no divulgar intimidades del encuentro. Ella es una megaestrella, por si el chico andaba despistado. Una de las temáticas del álbum que no aparecía en el anterior es la incorporación a su vida de la aviesa fama. Porque han cambiado muchas cosas desde que, con 14 años, publicó en la plataforma SoundCloud su primera canción, Ocean Eyes. Hoy, Eilish tiene siete premios Grammy, ha actuado como estrella en Coachella (el festival más mediático del mundo), fue número uno en ventas en 17 países, ha compuesto el tema principal de una película de James Bond y suma más oyentes mensuales en Spotify (48,6 millones) que Taylor Swift (41,3 millones) o Beyoncé (32,2).
Como en el anterior álbum, produce y asesora su hermano Finneas, 23 años, el hombre al lado de la estrella: confidente y calmante de Eilish. Finneas arroja esta desesperada reflexión en el documental: “Me siento como en un campo de minas porque me han mandado [la discográfica y los mánager] componer un éxito, pero al mismo tiempo no le puedo decir a Billie que debemos componerlo. Billie, en general, detesta componer. Cree que cuanto más popular sea, más odio generará en internet”. Forman un equipo complementario: el hermano mayor, cerebral y práctico, haciendo entrar en razón a su talentosa hermana, demasiado artista y sensible como para “querer escribir un éxito”.
Happier Than Ever, con 16 canciones, no decepcionará a los buscadores de lúgubres augurios. Los demonios siguen ahí, agazapados para presentarse en cualquier momento. El abuso emocional, la falta de confianza, los mensajes de autoafirmación, los acosadores en redes sociales (cita a uno en una letra como “Satanás”)… “Intenta no abusar de tu poder. / Pensé que yo era especial. / Pero me hiciste sentir como si fuera mi culpa. / Eres el diablo, perdiste tu atractivo”, gime en Your Power, la historia de un hombre que explota a una menor de edad. Los seguidores especulan que se refiere a su relación, ya terminada, con el rapero Brandon Quention Adams (conocido como 7:AMP).
Musicalmente el disco se construye desde los rescoldos electrónicos que elabora Finneas, ya sea en tono suave, casi de balada, o en clave pop. Y siempre con la voz como elemento fundamental. Eilish se expresa con una extraña mezcla de vehemencia y sensualidad, dejando espacio para que el oyente escuche su respiración. Entre las inspiraciones para el disco ha citado a Frank Sinatra, Peggy Lee y sobre todo a Julie London, una actriz y cantante californiana de voz sexi y susurrante que tuvo un gran éxito en la década de los cincuenta. Quizá la joven estrella también se sienta identificada con la personalidad de London (que falleció en 2000 a los 74 años), retraída e introvertida y con alergia a la fama.
Eilish se ha independizado de la casa familiar y es previsible que sus padres, Patrick y Maggie, ya no viajen con ella de gira, como lo hicieron pegajosamente con el anterior disco, cuando solo era una adolescente. El año y medio de pandemia ha supuesto un paréntesis para lo que le espera. Katy Perry, que sabe algo de estar en el ojo del huracán, parece dar en la diana en un momento del documental. Se acerca a saludarla con su pareja, el actor Orlando Bloom (al que Eilish, dicho sea de paso, no conocía: cosas de la generación Z), al camerino de Coachella y, entre achuchones y besos, le dice: “Billie, tu vida va a ser una locura en los próximos 10 años, así que si un día necesitas hablar, llámame…”.