Yuja Wang: “El Me Too es una idiotez”
La pianista, que pasó de niña prodigio en China a estrella en EE UU, confiesa que se pasó buena parte de la pandemia sin tocar, critica la “persecución” contra Woody Allen y dice que ha renunciado a comprender su país
Yuja Wang (Pekín, 34 años) aparece en el camerino tras haberse merendado a Liszt en el escenario del Kursaal (San Sebastián) con su tacón de aguja y su risa espontánea. Fue niña prodigio, salió de China con 14 años para convertirse en estrella del piano en Estados Unidos y lo logró. Toca este martes en Santander tras abrir la Quincena donostiarra con la Orquesta de Luxemburgo y el director español Gustavo...
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Yuja Wang (Pekín, 34 años) aparece en el camerino tras haberse merendado a Liszt en el escenario del Kursaal (San Sebastián) con su tacón de aguja y su risa espontánea. Fue niña prodigio, salió de China con 14 años para convertirse en estrella del piano en Estados Unidos y lo logró. Toca este martes en Santander tras abrir la Quincena donostiarra con la Orquesta de Luxemburgo y el director español Gustavo Gimeno. Ha pasado un confinamiento indisciplinado respecto a su piano y cree que los movimientos igualitarios y antisexistas en la cultura son una forma de censura contra alguno de sus dioses, como Woody Allen, por ejemplo.
Pregunta. Liszt tenía un club de seguidoras desaforado. Algunas mujeres se llegaron a enterrar con un resto de puro suyo entre los pechos, cuentan las leyendas. Acaba de ejecutar su Concierto número 1 en San Sebastián. ¿Es música sensual o sexual?
Respuesta. Liszt era un macho alfa que seducía con emoción. Aunque a mí me gusta más Chopin, en Liszt encuentro un sentido de la libertad fiero. Es brillante, chispeante. Usa muy bien el carácter de la música. Su primer concierto quizás a algunos les suene un poco vacuo, pero resulta muy divertido de tocar y para flirtear con la música.
P. ¿Qué técnica utiliza para arreglárselas con ese tacón de aguja y los pedales del piano?
R. Bueno, dese cuenta de que soy bajita. Pero no le voy a decir cuánto miden. Me gusta y estoy acostumbrada. No le pienso hablar de mis tacones. Sigamos con Liszt, a mí lo que me interesa mucho es la última etapa de su vida, cuando se hace religioso.
P. ¿Le está pasando a usted? ¿Se ha vuelto religiosa?
R. Todavía no…
P. Pues entonces…
R. Soy agnóstica. No sé si Dios existe. Pero que tenga un sentido espiritual de la vida no significa que sea religiosa. Hago las cosas con toda mi alma: toco con toda mi alma, vivo igual y como con toda mi alma puesta en los sentidos. Y más si estoy por San Sebastián. Puedes ser musulmana, judía, budista y preguntarte lo mismo: adónde voy, quién soy, cuál es el sentido de todo esto. Sí, supongo que tener fe en algo es importante.
P. Para una niña que sale de China sola a los 14 años a estudiar en Estados Unidos, tan lejos de su país, esas preguntas se debieron convertir en algo habitual.
R. Se han intensificado en estos últimos tiempos, con la pandemia, cuando pasé tanto tiempo sola en Nueva York. Estuve en mi casa, piso 34 de un edificio alto, y me sentí como con 14 años de nuevo. De alguna manera lo agradecí, porque en la vorágine te planteas siempre que quieres parar pero no puedes. En ese sentido fue inevitable, no quedaba otro remedio. Me planteé si de verdad había aprendido algo en todos estos años. No toqué una sola tecla en un año.
No toqué una sola tecla en un año
P. ¿No lo echó de menos?
R. ¡Ni un solo día! Me vi todo Netflix, leí, comí como una foca y bebí, engordé… Me di cuenta de que tenía mucha capacidad de aguante a todo eso. Así hasta que me aburrí, pero la verdad es que lo disfruté muchísimo. Me gustan los extremos, pero quizás debo encontrar un lugar intermedio. Aunque la verdad es que el momento en que volví a tocar en público lo disfruté tanto que no había sido consciente de cuánto lo echaba de menos. Me sorprendí.
P. Parece que se entiende bien con la Orquesta de Luxemburgo y con Gustavo Gimeno como director.
R. Bueno, en realidad me ha dicho que soy la pianista con la que más discute. Pero aparte de que es un español muy guapetón…
P. ¡Vaya por Dios! Si yo le preguntara a él y me respondiera eso de usted así, le hundiríamos.
R. No, no, no, perdón… Adoro su manera de hacer música y al equipo de la orquesta, pero me gusta que me diga que sí cuando sabe que tengo razón. Es humilde, generoso y demuestra que lo importante es la música, no nuestros egos. Él sabe que le divierto. Musicalmente lo estoy desvirgando en cierto sentido: conmigo ha hecho su primer concierto de Liszt, de Mozart y de Ravel. Me está utilizando mucho para eso…
P. Ya que entramos en materia, ¿cómo anda el movimiento MeToo en la música clásica?
R. Mira, entre eso y otros movimientos raciales en torno a la cultura, quiero decir que no voy a lamentarme ni a culpar a otros por mi propia infelicidad. Es triste. Pero por quien más lamento esto es por lo que le ha pasado a Woody Allen, por ejemplo. Por esa persecución en su contra. ¡Ni podemos ver su última película en Estados Unidos! Así cerramos puertas a la cultura. ¿Por qué acabar con él sin pruebas sólidas? Me recuerda a la Revolución Cultural China.
P. ¿Un tipo de censura?
R. Creo que el Me Too es una idiotez. Si no te quieres enrollar con alguien, lo rechazas y punto. Pero no sé si debería decir esto…
La falta de libertad la sentimos en cualquier parte, basta con utilizar un teléfono y la pierdes
P. Hace un mes escuché a Javier Gomá, filósofo español, decir que el régimen chino caerá pronto: cuanto más rica se haga la gente, mayor grado de libertad pedirá. ¿Qué piensa?
R. La falta de libertad la sentimos en cualquier parte, basta con utilizar un teléfono y la pierdes. Yo no he regresado a vivir allí. Ni llegué a entender China entonces ni la entiendo ahora, me asusta su dimensión.
P. ¿Y no desea hacer el esfuerzo de intentar comprender?
R. Sería demasiado esfuerzo. Y, además, estoy aprendiendo alemán…
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