Mario Camus, un hombre de afectos
Como director, era muy preciso y, a la vez, en sus películas daba mucha libertad a los actores porque confiaba en ellos
Un día fui sola al cine. No tenía ni 20 años y entré a ver Los santos inocentes. Salí completamente impactada, conmovida ante lo que había visto, escuchando aún el eco del aplauso de la sala tras la muerte del personaje de Juan Diego. Pocas veces he vuelto a sentir con una película española ese estremecimiento. Es una de nuestras obras maestras. Tiempo después, empezamos a trabajar en un proyecto maravilloso en común, Antonia, que no salió adelante, pero sí filmamos otro, ...
Un día fui sola al cine. No tenía ni 20 años y entré a ver Los santos inocentes. Salí completamente impactada, conmovida ante lo que había visto, escuchando aún el eco del aplauso de la sala tras la muerte del personaje de Juan Diego. Pocas veces he vuelto a sentir con una película española ese estremecimiento. Es una de nuestras obras maestras. Tiempo después, empezamos a trabajar en un proyecto maravilloso en común, Antonia, que no salió adelante, pero sí filmamos otro, La ciudad de los prodigios, en 1998.
Y descubrí un director maravilloso. Tanto que mantuvimos la amistad durante estos años. Amable, con gran sentido del humor. Te dirigía con mucha precisión y al mismo tiempo te daba libertad. Como actriz te sentías tratada con mucho afecto y respeto. Levantamos una complicidad que ha perdurado. Cada vez que venía a Madrid, nos veíamos y tomábamos un whisky. Nos reíamos. Era también de estupendas llamadas telefónicas, repletas de cosas bonitas sobre mi trabajo. Gran lector, estupendo escritor, su libro de cuentos merecería tener aún más recorrido. Era tan bueno en la escritura que sus guiones no tenían grietas, fascinaban desde su lectura. Mario fue tan gran escritor como director. Y con todo, aun con esos libretos de maestro, a mí, y al resto del reparto nos dejaba ser. Te permitía hacer. Buscaba que surgieran cosas, confiaba en los actores. Fuera de los rodajes pasaba tiempo con sus intérpretes, algo fundamental para que el director te conozca y tú sepas hacia dónde quiere llevarte.
Como hombre fue pudoroso, como confirma su cine. De pura discreción, nunca se mostró mucho, y de ahí que ahora no se le recuerde tanto. Elegante en su figura, seductor y, sí, apasionado. Soñador y romántico. Fue un maestro. Y da rabia y pena que una generación de cineastas haya abandonado la dirección porque no les apoyan. Es un cine que nos identifica, que cuenta la historia de España desde una perspectiva respetuosa, con distancia, aunque sin esconder la verdad.
Emma Suárez es actriz.