CONVERSACIONES A LA CONTRA

Javier Limón: “Nos dijeron que la piratería iba a acabar con la música y ha sido la música la que ha acabado con la piratería”

El productor que revolucionó el flamenco y profesor en la escuela Berklee de Boston publica sus memorias

Javier Limón, en Madrid.Andrea Comas

El flamenco y la música latina probablemente hoy serían otras si no hubiera existido Javier Limón (Madrid, 49 años). Le queda todavía trecho, pero en plena madurez, con ocho grammys latinos este flamenco de vocación y músico inquieto por obligación ha revolucionado varios campos sencillamente mezclándolos. De las experimentaciones de Enrique Morente a la autenticidad de Concha Buika, de la fusión entre Bebo Valdés y El Cigala a la Orquesta del Titanic de Serrat y Sabina, el jazz, la canción de autor, el rock, el pop, la salsa y el fl...

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El flamenco y la música latina probablemente hoy serían otras si no hubiera existido Javier Limón (Madrid, 49 años). Le queda todavía trecho, pero en plena madurez, con ocho grammys latinos este flamenco de vocación y músico inquieto por obligación ha revolucionado varios campos sencillamente mezclándolos. De las experimentaciones de Enrique Morente a la autenticidad de Concha Buika, de la fusión entre Bebo Valdés y El Cigala a la Orquesta del Titanic de Serrat y Sabina, el jazz, la canción de autor, el rock, el pop, la salsa y el flamenco son sus armas para hacer explotar el éxito. Acaba de sacar sus Memorias de un productor musical (Debate).

Pregunta. Nos viene ahora con sus memorias, ¿de qué no se ha querido acordar?

Respuesta. Pues mira, probablemente de esos discos que no han tenido el éxito que merecían desde mi punto de vista.

P. O sea, que solo se ha querido acordar de lo que le ha salido bien…

R. No, de hecho hay cagadas en el disco, perdón, en el libro.

P. ¿Cuáles?

R. Pues cuando borré unas voces de Enrique Morente.

P. Vaya. Se acordaría de todos sus ancestros.

R. Se enfadó mucho, sí, se fue a Granada y me pidió que intentara recuperarlas. Cuando se enteró de que nos costaría 3.000 euros dijo que lo grababa otra vez echando hostias y lo volvió a cantar muy bien. Ese disco, El pequeño reloj, es uno de los favoritos de Arcángel, el cantaor, ahora.

P. ¿Merece la pena grabar hoy un disco?

R. Más que nunca, nos dijeron que la piratería iba a acabar con la música y ha sido la música la que ha acabado con la piratería.

P. Pero un disco ahora es una mera tarjeta de visita. ¿O algo más?

R. Hacer un álbum ayuda a un artista a encontrar su hueco. Aunque vaya presentando las canciones una a una.

P. A tapitas.

R. Exactamente.

P. ¿Qué significa: “Te quiero ride como a mi bike”?

R. No lo sé, pero de lo que estoy seguro es que esa letra de Rosalía ya se ha convertido en otra genial herramienta de marketing. Motomami sí lo entiendo. Que la mami monta en la moto.

P. ¿Qué ha inventado Rosalía?

R. Cantar melodías andaluzas más que flamencas sobre bases electrónicas de la música urbana. Es verdad que otras lo habían hecho, pero...

P. ¿Sin las uñas largas?

R. Sí, y sin convertirse en influencers como lo hace ella, es decir, concebido como un oficio más de su carrera.

P. En Berklee, la escuela donde enseña en Boston, ¿qué cuenta más para los músicos? ¿Instagram o la partitura?

R. Yo soy un clásico, prefiero la música. Pero ahora estamos desarrollando nuevos cursos, cómo hacerse productor con un portátil.

P. Bueno, como usted con su protools, ese programa que revolucionó las grabaciones, con el que empezó.

R. No hay un estudio hoy en el mundo que no lo tenga. Es fundamental.

P. ¿Pero no abusará del autotune para maquillar gallos en la voz?

R. A veces, siempre para corregir defectos, no como norma.

P. Con lo bonito que es desafinar o esas voces rotas. ¿Qué sería de Sabina, de Chavela, de Calamaro?

R. O de Bob Dylan… A mí, cada vez me gusta más eso que dicen los flamencos, que está semitonao o respecto al ritmo, que corre una mijita… En la imperfección encuentro cada vez más la belleza. Es imprescindible, si no no te lo crees.

P. En el fondo, ¿hay que seguir bebiendo de Morente?

R. Ah, claro, su capacidad de convertir el desorden en genialidad era histórico. Grababa una canción y si quedaba demasiado bonita me decía: “Javi, a ver cómo estropeamos esto”.

P. ¿Cunde el ejemplo?

R. Lo que me encanta es que muchos jóvenes los conocen y se inspiran en eso para buscar su propio camino. Saben que no deben ser unos Beatles a la española, hay que sacar de nuestros baúles, como Rosalía, C. Tangana, Nathy Peluso. Su opción para competir con los grandes a nivel global la apuestan a materiales que solo ellos conocen y les diferencian de los demás haciéndolo lo mejor posible y con toda su humildad.

P. Acaban de cerrar el bar Candela, templo flamenco madrileño, ¿qué hacemos? ¿No se acaba un mundo?

R. Quizás. Hay algunos lugares han perdido la magia que tenían antes de que existiera YouTube. Ocurrían cosas que solo podías ver si ibas allí, ahora, cualquiera te cuelga cosas en los canales y te hartas de verlo. No es lo mismo, pero…

P. Se pierde el mito, la leyenda, la sorpresa.

R. Esa es la clave. Paco de Lucía dejo de ir a ciertos sitios porque adivinaba qué le iba a pasar, perdió el efecto sorpresa.

P. Le acaban de hacer un homenaje en los Grammy latinos. ¿Merecido?

R. ¡Nunca! Pero a mí lo que me gusta es que los haya en español, no existen en francés o italiano. ¿Por qué? Porque cada vez allí somos más, en unos años Estados Unidos será el país con más hispanohablantes del mundo. No se pueden levantar muros contra nosotros como quería hacer el tal Trump. Ese muro, por otra parte, lleva construido décadas, lo que toca es demolerlo.

P. ¿Ha echado raíces usted allí?

R. Yo me siento desarraigado o, mejor, como decía Juan Ramón Jiménez, que las alas arraiguen y que las raíces vuelen. A mí me gusta sacar pecho de mi origen andaluz pero eso puedo mezclar allí con mis amigos irlandeses en un bar.

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