Laurent Cantet: “Es terrible que haya que elegir entre el ultraliberalismo de Macron o el fascismo de Le Pen”
Es uno de los directores de cine social más aclamados de Francia. En la semana en la que estrena su última película, un mordaz retrato de los peligros de las redes sociales, hablamos con él de la preocupante actualidad política y por supuesto, de Twitter
Laurent Cantet (Melle, Francia, 60 años) se dio cuenta de que tenía conciencia política con solo 8 años “quizá porque vengo de una familia de militantes”. Tras una niñez marcada por el mayo del 68 y una juventud de movimientos estudiantiles, muy pronto se dio cuenta de que sus ideas de izquierdas le llevaban a sentir hermandad con inmigrantes y sin papeles, pero que no podía encuadrarse en un partido: “Mi alma no funciona con ese compromiso”. Encontró refugio en el cine social, que en 1999 conquistó con Recursos humanos, una demoledora crítica al mundo laboral contemporáneo. Ahora posa ...
Laurent Cantet (Melle, Francia, 60 años) se dio cuenta de que tenía conciencia política con solo 8 años “quizá porque vengo de una familia de militantes”. Tras una niñez marcada por el mayo del 68 y una juventud de movimientos estudiantiles, muy pronto se dio cuenta de que sus ideas de izquierdas le llevaban a sentir hermandad con inmigrantes y sin papeles, pero que no podía encuadrarse en un partido: “Mi alma no funciona con ese compromiso”. Encontró refugio en el cine social, que en 1999 conquistó con Recursos humanos, una demoledora crítica al mundo laboral contemporáneo. Ahora posa su mirada sobre las redes sociales en Arthur Rambo, la historia de un adolescente de origen magrebí criado en una banlieue que triunfa en el elitista ambiente literario parisino pero cuya carrera se ve truncada por su historial pasado en Twitter. Nos encontramos con Cantet en Madrid en la misma semana en que Francia decide su futuro político.
Pregunta. El debate que en el 68 se daba en asambleas hoy en redes sociales. ¿Por qué tiene una visión tan negativa de ellas?
Respuesta. No quiero parecer totalmente reaccionario. Soy consciente de la importancia de las redes sociales para militantes que organizan movimientos, que intercambian ideas, pero tengo la impresión de que en Twitter uno se expresa de cualquier modo: tienes que reaccionar muy rápido, no reflexionas antes de escribir. Creo que esa tendencia a pensar en eslóganes forma parte de la cultura contemporánea. Y esa simplificación del pensamiento me asusta.
P. ¿Porque incluso los adultos se infantilizan?
R. Creo que no somos adultos frente a las redes sociales. Es justo de eso de lo que habla la película. Hay que trabajar en intentar entender qué papel tenemos en esta máquina, qué lugar ocupan en nuestra vida y qué violencia generan en un debate público. Y creo que no hemos hecho nada de eso todavía. Es como si aún estuviéramos aprendiendo a utilizarlas.
P. Con su película se concluye que las redes favorecen el auge de la extrema derecha. El surgimiento de los fascismos en Europa, sin embargo, se produjo en un momento en el que no había redes. ¿Cómo explica eso?
R. Los extremismos de cualquier índole funcionan sobre ideas muy sencillas, diría incluso simplistas. Cuando tienes una idea compleja, no bastan unos cuantos caracteres para expresarla. Y por eso las redes son una herramienta perfecta para el extremismo. No hace falta tomar en cuenta la complejidad del pensamiento.
P. ¿Pero existen razones reales fundadas para el descontento y la rabia que circula en las redes o son una invención morbosa?
R. Hay muy buenas razones para el descontento. Los jóvenes de hoy en día, como Karim en la película, lo explican a lo bestia y aunque no comparta la actitud, entiendo la ira. También por eso las redes son un auténtico reflejo de la sociedad moderna.
Hay muy buenas razones para el descontento. Los jóvenes de hoy en día lo explican a lo bestia y aunque no comparta la actitud, entiendo la ira
P. ¿Quién cree que ha contribuido más a legitimar el discurso del odio en Francia, Marine Le Pen o Michel Houellebecq?
R. Es que para mí no existe esa dicotomía. Marine Le Pen quiere tomar el control del país cosa que no ocurre con Houellebecq en absoluto. No tiene nada que ver una convicción política con ejercer la libertad de expresión. Creo que se puede escribir la psicología de un asesino en serie sin por eso querer matar a nadie. Y es interesante, además, mirar el mundo con todos sus excesos para entenderlo mejor.
P. Hay un esfuerzo importante siempre en su obra por explicar los orígenes y las raíces de la rabia y el odio. ¿No cree usted en la posibilidad de que el mal simplemente exista?
R. No me interesa si existe. Lo que me interesa es intentar entender los mecanismos de las personas y para conseguirlo intento no entrar en juicios morales. Como dice Renoir, cada uno tiene sus razones. Y son esas razones las que quiero estudiar. Puede que sea muy materialista por mi parte, no lo sé.
P. ¿Qué significa la foto de Macron tirado en el sofá?
R. Creo que Macron tiene una imagen muy elitista, de estar muy por encima del pueblo porque él mismo se siente imprescindible. Es una forma de decirle a la gente: mirad, soy como vosotros, me tiro en un sofá, no llevo la corbata puesta, enseño el pelo del pecho. Es algo muy calculado por sus asesores de comunicación.
P. ¿En qué momento cree que empezó a alejarse tanto el poder del pueblo en Francia?
R. Mitterrand se quedó mucho tiempo en el poder y ahí empezó un descontento que se asentó. Los militantes de izquierdas se dieron cuenta de que con un presidente de izquierdas es más delicado hacer reivindicaciones. Después se produjeron las sucesivas crisis sociales que instalaron el desaliento. Y por fin vino Hollande, quien, para mí, destruyó el pensamiento de izquierda, mezclándolo con el de la derecha, generando confusión intencionadamente y de forma deshonesta. Su eslogan era “Mi enemigo son las finanzas”... ¡e hizo todo lo posible por satisfacer a los banqueros! La población se siente traicionada por los políticos, no sólo en Francia, en todas partes, pero los jóvenes empiezan a juzgar al juez y empiezan a intentar hacer oír su punto de vista y eso me tranquiliza.
P. El actor protagonista de la película salió de una banlieu en la vida real y ahora le ofrecen contratos con marcas. ¿Hasta qué punto la industria del lujo ha derechizado el mundo?
R. La necesidad de formar parte de la sociedad de consumo está transformando hasta el pensamiento de la gente. Ahora los niños de cuatro años saben de la existencia de una marca concreta de zapatillas. Es una forma de existir y definirse que hasta hace poco tiempo era impensable y me aterra bastante. Somos juguetes en manos de mecanismos comerciales que nos están comiendo.
P. ¿Y cómo ha conseguido que sus propios hijos escapen a las garras de la sociedad de consumo, tan presente en Francia?
R. No dándole importancia ninguna yo mismo a esas cosas, supongo. Pero estas cuestiones también son marcadores sociales. A veces el lujo importa más a los chicos marginales de las banlieues que a los privilegiados.
R. ¿Tiene miedo por lo que pueda ocurrir mañana?
R. Estoy convencido de que ganará Macron. Lo terrible es que la palabra de la izquierda ya no tenga eco alguno y que el dilema sea elegir entre el ultra liberalismo de Macron o el fascismo de Le Pen.