El futuro del cine se juega en Cannes más allá del combate entre plataformas y dueños de salas
Durante dos días, un grupo de cineastas, moderados por Guillermo del Toro, ha confesado sus miedos y sus esperanzas sobre la creación artística y la industria. “Nunca se ha producido más audiovisual y menos han importado los creadores que hoy”, dice el mexicano
El maestro Roberto Rossellini, cuando presidió el jurado del festival de Cannes en 1977, puso una única condición: celebrar un debate para reflexionar sobre la importancia de hacer un cine político. Ahora, 45 años después, el certamen ha seguido de nuevo su mandato y se ha concretado en dos preguntas: ¿qué significa ser cineasta hoy? y ¿qué esperanzas y miedos provoca el futuro del cine? ...
El maestro Roberto Rossellini, cuando presidió el jurado del festival de Cannes en 1977, puso una única condición: celebrar un debate para reflexionar sobre la importancia de hacer un cine político. Ahora, 45 años después, el certamen ha seguido de nuevo su mandato y se ha concretado en dos preguntas: ¿qué significa ser cineasta hoy? y ¿qué esperanzas y miedos provoca el futuro del cine? Moderados por Guillermo del Toro, durante dos días, martes y miércoles, un puñado de cineastas mundiales ha respondido a esas preguntas. Del Toro, desde el primer día, gracias a su habitual y emocionante discurso —actualmente es uno de los grandes filósofos y conocedores del cine—, marcó la senda al recordar: “Nunca se ha producido más audiovisual y menos han importado los creadores que hoy en día”. Y apuntó durante la primera jornada: “La situación actual del cine no es sostenible”.
El martes estuvieron Claude Lelouch (el cineasta presente en Cannes con la Palma de Oro más antigua: ganó en 1966 con Un hombre y una mujer), Michel Hazanavicius, Mathieu Kassovitz, Gaspar Noé, Costa-Gavras —el más veterano, a sus estupendos 89 años—, Paolo Sorrentino, Nadav Lapid, Kleber Mendonça Filho y Robin Campillo. El miércoles fue la jornada para Rebecca Zlotowski, Abderrahmane Sissako, Abel Ferrara, Lynne Ramsay, Laurent Cantet, Pawel Pawlikowski, Joachim Lafosse, Agnès Jaoui, Catherine Corsini y Nicolas Winding Refn.
Hazanavicius, que dirige desde hace dos años la Fémis, escuela nacional francesa de cine, insistió en que el cine no puede reducirse a “un combate entre plataformas y dueños de salas”, algo que había apuntado antes Del Toro, asegurando: “Deberíamos reflexionar sobre si estamos discutiendo sobre el tamaño de las pantallas o de las ideas”. Y se puso como ejemplo: “Todo el mundo pidió reunirse conmigo cuando anuncié que me ponía con Pinocho, y luego salían por patas cuando contaba que narraría ‘Pinocho durante el ascenso de Mussolini en Italia’. Solo Netflix me apoyó en la idea de este filme animado”. Del Toro también había señalado: “Tres cosas nos han salvado en esta pandemia: la comida, las historias y las medicinas”. Por eso, “cada vez que cerramos la puerta a algo perdemos. La próxima gran película puede venir de una plataforma, ¿no la vamos a ver? Negarnos esa posibilidad porque no están en lugares que son templos del arte es un poco loco”.
Tres cosas nos han salvado en esta pandemia: la comida, las historias y las medicinas” (Del Toro)
El mexicano contó que “los obstáculos engrandecen el cine; si desaparecen los obstáculos, llega la muerte del cine”. Y recordó que cuando rodó en España El espinazo del diablo, le preguntó a Pedro Almodóvar, entonces su productor, si le garantizaba el final cut [el montaje final]. “Me respondió que qué era eso y cuando se lo expliqué me dijo: ‘Por supuesto, tú eres el director’. Casi lloro de la emoción”.
Costa-Gavras, que dirige ahora la Cinemateca francesa, considera que el cine ha entrado en el final de un ciclo antes de la covid: “Todo va a ser diferente a partir de ahora, viene una nueva generación que ve de otra manera el arte del cine. Eso sí, el cine seguirá porque siempre necesitaremos historias”. A eso Del Toro contó: “Nos estamos dando cuenta de que este cambio va más allá de la manera de distribuir el cine. Está mutando la relación que las películas crean con el público”. Paolo Sorrentino, que viene de varios trabajos para plataformas, espera volver a rodar para la gran pantalla. “Los cineastas nos hemos encontrado con una sobredosis de ofertas en los últimos años para hacer películas, series, todo a la carrera [...], pero son oportunidades falsas; es decir, puedes hacerlo, aunque no estoy seguro del buen resultado”.
La francesa Rebecca Zlotowski sí habló de la muerte del cine como algo que siempre ha estado ahí, “puede que porque en el centro del cine está la idea fatalista de que la película no va a funcionar”. Ante eso, solo queda una vía: luchar. Como añadió la escocesa Lynne Ramsay: “La necesidad es la madre de la invención, no nos podemos deprimir por las dificultades”. Del Toro, a su lado, apuntó: “Cada vez que perdemos una voz porque alguien la aplasta por su posición dominante, perdemos parte de la sinfonía que supone el arte. La adversidad es parte fundamental en el arte. Y hoy en el cine tenemos que luchar por la transformación, por la resurrección”.
Abel Ferrara explotó su habitual sobregestualidad para hablar de los cambios técnicos del pasado, para insistir al final sobre la figura del artista, y sobre cómo está insertada en su alma esa visión: “Esté o no trabajando, soy un director de cine”. El mexicano subrayó que “Ferrara es el ejemplo de que todo es política: cada decisión artística, vital, personal, la manera de abordar una película lo es”.
Pawlikowski recordó la noche en que de niño, con sus padres fuera de casa, puso la tele y vio el Macbeth de Kurosawa. “No pude dormir, y eso que era una pantalla pequeña”. Por eso a veces no importa el tamaño. “Soy fan del británico Alan Clarke, que trabajó sobre todo para la televisión, y su trabajo es cine”. Curiosamente, el día anterior Gaspar Noé también se declaró fan de Clarke, y se lamentó de la muerte de formato físico casero en el mundo digital: “Algunas películas no existen, y si no están en plataformas, solo te queda la piratería”. Pawlikowski recordó que un día en un mercadillo encontró copias piratas de sus películas y sintió “que había lanzado un mensaje en una botella que había llegado a buen puerto”. A lo que Del Toro replicó: “Cuando en Ciudad de México mis películas no están en esos puestos... me duele”.
En la sala, la vida queda en suspenso
Laurent Cantet, otro ganador de la Palma de Oro presentes en la sala, creía que los retos no han cambiado desde que empezó: “El otro día calculé que desde que empecé, en realidad las semanas que he rodado han sido poquísimas en comparación con el tiempo que he dedicado a pensar las películas, primero, y a defenderlas después”.
Joachim Lafosse insistió en “lo indiscutible de lo sagrado de la sala cine”, en que ver una película con más gente crea un estado colectivo que no ocurre en un móvil. “Solo en una sala desconecto de la tecnología y pongo mi vida en espera”. Y Widing Refn, que decidió adoptar un tono trascendental, explicó: “Para que una película sea pertinente, debe desarrollarse por sí misma y alejarse de sus accesorios”. El mexicano cerró las dos jornadas con esta sentencia: “Reformulemos el pasado para hacer un futuro mejor”.
Las dos charlas estuvieron acompañadas con una gala el martes por la noche en la que el festival reunió a 120 directores e intérpretes en una alfombra roja volcada en el cine de autor. En el escenario, con todos congregados para una multitudinaria foto de familia, Del Toro y Gael García Bernal se arrancaron a cantar la ranchera Me cansé de rogarle, en un momento que pilló por sorpresa al público, que luego aplaudió alborozado.