Stromae, su regreso y la razón de un silencio de siete años: “Decidí dedicarme a mí mismo, no volver a la música, largarme”
Fue el cantante en francés más vendido, pero el éxito le superó. Ahora estrena disco y confirma que en el pop se puede triunfar sin cantar en inglés. Hablamos con él durante su gira mundial
Entusiasmado ante la petición de la periodista —”Me gustaría ver qué ha estado escuchando últimamente”—, Paul van Haver, nombre real de Stromae (Bruselas, Bélgica, 37 años), echa mano de su teléfono personal y deja echar un vistazo a la lista de canciones preferidas de los últimos días en la plataforma Spotify. Junto a música tradicional africana hay grupos de son cubano, aires tropicales y bastante hip hop....
Entusiasmado ante la petición de la periodista —”Me gustaría ver qué ha estado escuchando últimamente”—, Paul van Haver, nombre real de Stromae (Bruselas, Bélgica, 37 años), echa mano de su teléfono personal y deja echar un vistazo a la lista de canciones preferidas de los últimos días en la plataforma Spotify. Junto a música tradicional africana hay grupos de son cubano, aires tropicales y bastante hip hop. Aunque es el grupo francés Feu! Chatterton el que se lleva los parabienes con su mezcla de rock progresivo y pop. “Estoy escuchando su disco en bucle”, afirma.
La anécdota sirve para explicar la fórmula musical de un artista que saltó a la fama en 2009 con la canción Alors on danse, número uno en casi veinte países: una sugerente mezcla de géneros tan dispares como la world music, la chanson o el hip hop, todo ello con letras que huyen de la banalidad y que, hábilmente, saben tratar temas actuales con acidez. La originalidad de esta propuesta le llevó a codearse con nombres como Lorde, a quien invitó a hacer voces en el tema Meltdown (2014), o Kanye West, quien inesperadamente saltó al escenario durante la actuación del belga en la edición de 2015 del festival Coachella para interpretar juntos (y bailar) Alors on danse. The New York Times le definió como “la voz de la Europa actual”.
Una veloz carrera que nació una noche hace ya dos décadas con Stromae viendo a unos tipos aporrear trastos. Literalmente. “La primera vez que supe que quería dedicarme a la música tenía 12 años. Fue viendo a Stomp en el Vorst Nationaal de Bruselas. Me encantaban las percusiones y ver a este grupo haciendo lo que hacían con basura y objetos reciclados, me impresionó muchísimo. Decidí que, de mayor, esa sería mi profesión”, contará durante la entrevista, celebrada con la presencia virtual de otras cuatro personas de la discográfica que observan y escuchan desde la pantalla de un ordenador: Stromae tiene quien lo cuide.
No parece un sinsentido. El astro del pop belga, vestido entero de rosa con calzado deportivo blanco, joyas vintage y mirada radiante y descansada, se muestra tranquilo y confiado también en el resto de temas que hay que tratar en la entrevista, celebrada en la azotea de un hotel y cerrada al público para la ocasión, apenas unas horas antes de su actuación dentro del festival Bilbao BBK Live, en julio pasado. También con la primera y más importante pregunta del encuentro: su regreso. En 2016, Stromae decidió retirarse de la vida pública y de la industria por depresión, tras haber cancelado previamente una gira por las consecuencias en su salud mental al tomar una medicación preventiva de la malaria. También influyó una polémica portada en el semanario satírico Charlie Hebdo donde se veía una caricatura del cantante rodeado de trozos de cuerpos humanos, haciendo mención a la canción que Stromae dedicó a su padre, Papaoutai (2013), desaparecido en el genocidio de Ruanda en 1994. La portada se publicó tras los atentados en Bruselas de marzo de 2016, en los que murieron 35 personas a manos de islamistas radicales.
“Me dije que nunca más volvería a sentirme de esa manera y creo que la única estrategia posible era dedicarme a mí mismo. No volver a la música, largarme. Pero nunca dejé de componer. De hecho, hago música cada día. No pensé en los fans: fui un poco egoísta, pero es lo que necesitaba. Hacer música por los seguidores no es la razón correcta para estar en esto. La única razón para hacer música es tener algo relevante que decir y, para ello, yo necesitaba vivir algo nuevo, como tener un hijo o casarme o reflexionar sobre los temas que nos mueven. Necesito hablar en mis canciones sobre lo que siento o lo que me está pasando: hacer canciones sobre la vida del músico en gira no me parece interesante. Quería vivir cosas normales tras todo el éxito de los dos primeros discos”, justifica, intentando quitar importancia a la posible crisis mental y haciendo hincapié en lo artístico, que al fin y al cabo es lo que le mueve.
“Lo que me ha pasado en estos años de ausencia está en el disco [Multitude, publicado el pasado marzo]. Un 33% soy yo y lo que ha sucedido en mi cabeza; el resto son historias ficticias. Yo no quiero decir en mis canciones que la vida es complicada, pero definitivamente la vida es también estar triste o deprimido, incluso si las cosas te van bien y eres una persona con éxito. Lo que he aprendido en este tiempo es fundamental para mi futuro. Antes mi objetivo era entretener a la gente; ahora, es pasármelo bien yo y, también, entretener a la gente a la vez. He alcanzado un buen equilibrio”, reflexiona.
Multitude es su primer disco en nueve años. Stromae se muestra más abierto si cabe en la instrumentación, con canciones producidas de forma delicada; arreglos exóticos de cuerdas y vientos —desde el charango propio de la cumbia a violines chinos— que ubican sus estribillos en todas partes y en ninguna, con el pop electrónico de base en los temas más bailables y sin dejar ese deje rap característico a la hora de frasear algunos pasajes. Lo cierto es que esa falta de prejuicios y esa libertad en los arreglos es algo que Stromae ha aprendido de la escena del hip hop francés, que desde los años ochenta ha estado poblada de artistas de origen africano que añaden a sus producciones instrumentos del continente, acentuando las contradicciones que nos atraviesan al vivir en un mundo globalizado.
Precisamente, las letras abordan temas como la prostitución, la pandemia o el feminismo, que no conocen fronteras pero sí interpretaciones diferentes. Pocos artistas podrían atreverse a hacer un estribillo (y vestirlo de coros luminosos) con la palabra “endometriosis”, como Stromae hace en Déclaration. O a hacer sarcasmo con la pandemia en Santé, donde se homenajea a quienes trabajaron durante el encierro de 2020 para luego recordar que les estaban pagando por ello. En L´enfer, primer sencillo del disco, habla del suicidio de forma abierta —”he tenido pensamientos suicidas varias veces y no estoy orgulloso de ello. / A veces sientes que esa es la única forma de silenciarlos”—, añadiendo que la paternidad (su hijo nació en 2018) le ha salvado la vida.
“Mi trabajo es ser honesto y contar historias. No juzgo, no digo lo que está bien o mal. Describo a un personaje, sus circunstancias y te dejo a ti libremente elaborar tu opinión”, cuenta. Y todo esto cantando en francés. “Si la única razón para cantar en inglés es una estrategia comercial, paso. Si es por un motivo relevante, lo haré. Creo que preferiría de hecho cantar en español que en inglés, aunque quizás ahora sea demasiado comercial... En cualquier caso, creo que el idioma en el que tu música va a resultar sincera es el tuyo nativo y por eso sigo cantando en francés”.
Pero volvamos a L´enfer, la canción más importante de su carrera reciente, porque supuso su esperado regreso en enero de este año, y que el belga estrenó… en el informativo francés con más audiencia, el de la cadena TF1. Al ser preguntado por la soledad, Stromae se arrancó a cantar la canción, sin dejar de mirar a cámara. Se trató de un paso más en su interesante relación con los medios audiovisuales. Por ejemplo, en el vídeo de Formidable camina borracho por las calles de Bruselas en la hora punta de la mañana. La gente, sin reconocerle, le ayuda o le ignora, especialmente, lo segundo.
Lo último del belga son las imágenes que acompañan la canción Mon amour, lanzada este verano e interpretado en francés e inglés junto a Camila Cabello y donde la pareja hace de dos concursantes de un formato televisivo tipo Love Island, es decir, jóvenes solteros en busca del amor en un entorno paradisíaco. Con Stromae, en resumen, la realidad se vuelve simulacro en una renovación posmoderna de, digamos, aquellos contadores de historias africanos del griot. Entendiendo la idea, pero sin querer implicarse en ella, Stromae sonríe ligeramente. “Yo hago mi trabajo. Mi trabajo es construir personajes para contar historias. La mejor manera de contar una historia es construir un personaje. Me encanta hacerlo. Y así seguiré”. No lo dice, pero eso ya lo deja claro en sus tres discos: quien profundice en la carrera de Stromae sabrá reconocer, sobre todo, una búsqueda por encontrar el verdadero sentido de las cosas.