Coldplay: cómo es posible que un grupo que irrita tanto sea el que más llena del planeta
La banda de Chris Martin es la que más entradas vende en el pop actual. A pesar de ello, todavía existe un núcleo importante de expertos que los desprecia. Estas son las claves del debate
Mick Jagger no odia a Coldplay. El cantante de los Rolling Stones publicó hace unas semanas un vídeo en su cuenta de Instagram donde se le veía en la grada alta del londinense estadio de Wembley moviendo los brazos al son de Fix You, uno de sus himnos. Jagger llevaba en su muñeca derecha una xyloband, la pulsera lumínica que se ha inventado el cuarteto británico para ...
Mick Jagger no odia a Coldplay. El cantante de los Rolling Stones publicó hace unas semanas un vídeo en su cuenta de Instagram donde se le veía en la grada alta del londinense estadio de Wembley moviendo los brazos al son de Fix You, uno de sus himnos. Jagger llevaba en su muñeca derecha una xyloband, la pulsera lumínica que se ha inventado el cuarteto británico para sus conciertos. También la portaban las 80.000 personas que asistían al recital. La visión de la totalidad del recinto era formidable. “Jagger escuchando Fix You en Wembley y manteniendo las lágrimas a raya”, señaló alguien en Twitter con ironía refiriéndose al efecto lacrimógeno que produce escuchar la pieza. “A Mick Jagger le da igual que sepas que él ama a Coldplay”, tituló una información sobre el vídeo el medio musical Loudwire, destacando que da cierta vergüenza declarar pasión por la música del cuarteto británico.
Basta con poner en los buscadores de Google o YouTube las palabras “odio (o hate) + Coldplay” y encontrar decenas de artículos sobre la cuestión. La prensa especializada y los aficionados que presumen de saber no les tragan. Hace unos años, The New Yorker publicó un artículo titulado Por qué no me gusta Coldplay y el crítico de The New York Times, Jon Pareles, dejó esta frase para la historia: “La banda más insufrible de la década”.
Coldplay ha confirmado estas últimas semanas que es la banda pop más grande del momento. Nadie puede acercarse a las cifras de sus conciertos. Acaban de arrasar en su país, han vendido cuatro estadios Olímpic Lluís Companys (24, 25, 27 y 28 de mayo de 2023) de Barcelona en unas horas (200.000 entradas) y en Argentina acamparán 10 días (desde el próximo 25 de octubre) en el campo del River Plate (algo más de medio millón de personas). Hablamos de entradas que cuestan en pista 105 euros. Y, sin embargo, su música irrita e incomoda tanto como la pasión que levanta. ¿Cuáles son los pecados del cuarteto británico?
Alexis Petridis, crítico del periódico británico The Guardian y uno de los especialistas en música pop más influyentes de Europa, finaliza su furibundo análisis del último disco de la banda, Music of the Spheres (2021), con este misil: “Debe de haber maneras más dignas de mantenerse en la cima”. Su teoría es que el cuarteto está obsesionado con triunfar y que después de algún resbalón comercial en el pasado quisieron apostar sobre seguro. ¿Cómo? El algoritmo. Seleccionaron a los artistas con más seguidores en las redes sociales y escuchas en plataformas y se esforzaron por tenerlos en el disco. De ahí la presencia de Selena Gomez y las estrellas del pop coreano BTS.
Interesante teoría que en cierta forma apunta también para este reportaje Alfonso Cardenal, conductor del programa musical de la Cadena Ser Sofá Sonoro. Cardenal fija la base de este problema en los inicios del grupo: “Coldplay es una banda que estaba apuntando a un lado independiente, por así decirlo, y que el éxito inesperado del primer disco [Parachutes, 2000] les colocó en una posición de estrellas y ellos decidieron mantenerse ahí realizando pop comercial. Radiohead tuvo la posibilidad de hacer lo mismo después del gran éxito de Creep, pero prefirió la experimentación”.
Conviene reseñar los aspectos que irritan: exceso de positividad, canciones compuestas con el objetivo de sonar en estadios, melodías demasiado azucaradas, buenrollismo empachante, ñoñería, que ya no son los de los inicios… Y de ahí las bromas: música perfecta para una boda, música indie para la gente a la que no le gusta el indie… Lanre Bakare es un periodista británico que cubre información cultural para The Guardian. A la pregunta de EL PAÍS sobre cuál es el problema que tiene cierta gente con Coldplay responde con seguridad: “Su comercialidad. Aquellos que buscan música desafiante les desanima el nivel de éxito de Coldplay. Es por lo mismo que muchos odian a U2, que creo que es un grupo con ciertas similitudes a Coldplay. También la tendencia de Coldplay al sentimentalismo resulta desagradable para algunos. Pero lo cierto es que el público masivo quiere música que pueda poner banda sonora a los altibajos de su vida, y sus canciones son perfectas en ese sentido”.
Gustavo Iglesias, de Radio 3, que dirige el programa Bandeja de entrada, sale también en defensa de la banda: “Con el estatus tan masivo de Coldplay resulta fácil meterse con ellos y decir que se han vendido o han perdido su dignidad. Pero si ves su trayectoria tampoco da la sensación de que sea un movimiento tan descarado el de sus últimos discos. Music of the Spheres no será una obra importante en el devenir de la música popular, pero tampoco veo que sea una atrocidad, como gran parte de la crítica ha dicho”.
Otro argumento que emiten los odiadores tiene que ver con lo poco rockero que es Chris Martin, la figura que acapara todos los focos en el cuarteto: no alardea de vicios, se machaca en el gimnasio y siempre tiene la sonrisa en su rostro. Precisamente, es esa disposición la que pone en positivo Shuarma, el líder del grupo español Elefantes, que se considera seguidor de Coldplay. Lo explica a EL PAÍS: “Chris Martin es sencillo, nada rebuscado ni excéntrico. Su poder es esa naturalidad. Creo que es un momento en el que la cultura musical está más cerca de la persona normal que de la estrella del rock. La música ha dado un giro: ya no se venden discos ni tienen tanta influencia los programas y revistas musicales. Ya no hay estrellas del rock, las que sobreviven son las de antaño”. Shuarma reconoce que le interesan más los Coldplay del principio que los últimos: “Sin embargo, lo siguen haciendo de maravilla ahora también. Tienen una capacidad compositiva y de energía tremendas. Y colaborar con artistas de diferentes estilos, como han hecho con BTS o Selena Gomez, creo que enriquece”. Bakare es de la misma opinión: “Es un nuevo tipo de estrella del pop, menos cool, pero que conecta a nivel emocional y con el que se puede identificar la gente. Chris Martin es un nerd que se crio como cristiano evangélico. Y ha allanado el camino para músicos con perfiles parecidos, como Ed Sheeran o Lewis Capaldi”.
Es cierto que Coldplay ya era una banda de estadio desde hacía años, pero lo de ahora ha superado las previsiones. Cardenal: “Nadie puede poner en duda su tirón, pero es que las cifras son tremendas. Las imágenes de los conciertos de Wembley han levantado mucha expectación. Algunos no son fans de Coldplay, pero se sienten atraídos por el espectáculo. También es un concierto que tiene la etiqueta de ‘evento en el que hay que estar’. Mucho influencer, gente haciendo fotos para Instagram. Son unas modas que congregan a parte de la población que quiere estar en las cosas de las que se habla”. Y están las canciones, claro, con estribillos inflamables que funcionan a la perfección ante grandes audiencias. Preguntamos a una estudiante universitaria que se pasó una mañana en la cola virtual para conseguir las entradas de los conciertos de Barcelona por su motivación para asistir. Blanca Liceras, madrileña de 23 años: “No soy gran fan del grupo y apenas he escuchado el último disco, pero me animé a comprar la entrada después de ver los vídeos de otros recitales en las redes sociales: las luces, los distintos escenarios, lo bien que parece pasárselo la gente…”.
Los miembros de Coldplay se conocieron en la universidad en los noventa y se trasladaron a Londres con la mochilla llena de ambición. “Queríamos conocer a músicos, a la gente con la que íbamos a conquistar el mundo”, han relatado en alguna ocasión. Cuando el britpop (Oasis, Blur, Suede) comenzaba su declive, apareció una nueva generación de músicos británicos que bajaron el volumen de las guitarras, introdujeron el piano y hablaron de melancolía amorosa. Era principios de los dos mil. Coldplay, Travis, Keane o Snow Patrol asomaban en las listas de éxito.
De todos ellos solo Coldplay son capaces hoy de llegar a grandes audiencias, en parte por su falta de prejuicios a la hora de zambullirse en la comercialidad. A Gustavo Iglesias su evolución le parece “bastante honesta, nunca han pretendido ser un grupo arty o sofisticado”. Lanre Bakare apuntala: “Son fundamentalmente una banda comercial que a veces te sorprenden haciendo guiños a Kraftwerk. Siempre recuerdo a Noel Gallagher [Oasis] diciendo que Coldplay componen canciones para ‘niños que mojan la cama’. Lo cierto es que hacen canciones que conectan con la gente a nivel emocional, por eso actúan en España y llenan estadios y Noel no”.