Carlos del Amor: “Intento que la gente mire la tele aunque sea para decir: ‘Buf, no aguanto a este tío”

El periodista de Radiotelevisión Española publica ‘Retratarte’, un libro donde fabula en torno algunos de los retratos más icónicos de la historia del arte

El periodista Carlos del Amor, en el hotel Catalonia, en Madrid el 24 de octubre.Samuel Sánchez

El periodista Carlos del Amor (Murcia, 48 años) pasa buena parte de su vida laboral pululando por los museos, de modo que para él fue algo natural ponerse a escribir sobre obras de arte. Pero de una manera muy particular: fabulando literariamente sobre la intrahistoria de cada lienzo. Imaginando qué pasa más allá del tiempo y los pigmentos. En 2020 ganó el Premio Espasa con Emocionarte. La doble vida de los cuadros. Ahora presenta la segunda entrega, ...

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El periodista Carlos del Amor (Murcia, 48 años) pasa buena parte de su vida laboral pululando por los museos, de modo que para él fue algo natural ponerse a escribir sobre obras de arte. Pero de una manera muy particular: fabulando literariamente sobre la intrahistoria de cada lienzo. Imaginando qué pasa más allá del tiempo y los pigmentos. En 2020 ganó el Premio Espasa con Emocionarte. La doble vida de los cuadros. Ahora presenta la segunda entrega, Retratarte: cuando cada mirada es una historia (Espasa), centrada en algunos de los retratos más icónicos de la historia, de Lucian Freud, Otto Dix, Gustav Klimt, Sandro Botticelli o Miriam Escofet.

Pregunta. Hay gente que toma drogas alucinógenas y va a los museos para que los cuadros le hablen. ¿Es su método?

Respuesta. No he tomado sustancias, aunque lo pueda parecer. Yo es que creo que los cuadros me hablan. Que nos hablan a todos. Pero es que muchos no los escuchan.

P. ¿Cómo?

R. Cuando te pones delante de Las meninas, la princesa Margarita te está diciendo algo. Velázquez desde esa esquina del fondo también. Si todos aprendiéramos a escuchar, la visita a los museos sería más grata. Yo lo que hago es montarme mi propia película basada en hechos reales. No hace falta mucha droga.

P. En sus libros se centra más en la intrahistoria del cuadro que en cuestiones estilísticas.

R. Esa información se encuentra en la cartela o en Wikipedia. Óleo sobre lienzo. 180 por 180 centímetros. Estilo tal o cual. Pero no siempre se cuenta que el cuadro tiene granitos de arena incrustados porque se pintó al aire libre. Me gusta partir de los detalles.

P. Vivimos en un mundo de selfis, de gente enmarcada en pantallas que nos hablan, en videoconferencias, programas de tele o vídeos de youtubers

R. ...es que somos retratos...

P. … ¿pero, qué función cumplía el retrato en otras épocas con menos rostros?

R. Es curioso, uno de los primeros cometidos de la fotografía era retratar a los muertos para tener un recuerdo. En cuanto al retrato pictórico, fue un símbolo de poder para ciertas clases sociales. Pero en mi libro he preferido el retrato psicológico, ese en el que el autor trata de ahondar en el ser humano, ya sea retratando a un vagabundo o a la propia madre. Y retratar así también a la sociedad.

P. El rostro humano es inagotable.

R. Tenemos una fascinación por el rostro. Y hay rostros de otras épocas que nos resultan muy actuales. Ahora parece que cualquier foto que cuelgues en redes no tiene sentido si no sales tú. Son autorretratos naíf, para decir “yo estuve allí”. Al final se amontonan en el móvil sin sentido.

P. Ahora los retratos de los museos compiten con las selfis de los visitantes. ¿Qué le parece?

R. Si sirve para que la gente vaya más al museo, bienvenido sea. Hay museos que prefieren que no se hagan fotos porque entorpecen la visita. Pero tampoco creo que la gente se esté haciendo selfis todo el rato, excepto en el caso de cuadros muy icónicos como La Gioconda. Pero igual tenemos la culpa los medios de hacer tan famosos a ciertos cuadros.

P. ¿Cómo visitamos los museos?

R. Regular. Muchas veces queremos verlo todo y poner un check en la lista de visitas. Nos pegamos atracones y no sacamos nada en claro. Pero me da la sensación de que después de la pandemia ya no se persigue eso tanto, sino una visita más pautada y pausada.

El periodista Carlos del Amor, retratado en el hotel Catalonia, en Madrid.Samuel Sánchez

P. Usted hace entrevistas pausadas y pautadas en el programa televisivo La matemática del espejo, en La 2, y en la sección radiofónica Retratos, en Radio Nacional ¿Es la entrevista un tipo de retrato?

R. Es retratar con la palabra, sin la libertad de los pinceles. La ventaja de la tele es que es un cuadro en movimiento, donde se ven las reacciones.

P. Dice en el libro que nadie se reconoce en su retrato.

R. A mí me cuesta reconocerme en las fotos, siempre me veo como un extraño. Supongo que en pintura es aún más raro. Imagínate que te retrate Lucian Freud. Esos son los retratos que más me interesan, los que van más allá del retrato complaciente.

P. Es que en un retrato hay mucho del modelo, pero también mucho del artista.

R. Todo retrato es subjetivo. Tú llegas con tu mochila de preocupaciones y paranoias. Si se las has contado al artista saldrán. Si no, probablemente intentará adivinarlas. Y probablemente salga un retrato más fiel a la realidad que lo que tú pensabas, que vea cosas que no veías.

A mí me cuesta reconocerme en las fotos, siempre me veo como un extraño. Supongo que en pintura es aún más raro

P. Usted ha destacado por el particular estilo de sus piezas en el Telediario. Muy poéticas, muy personales.

R. Nunca me he planteado ser el más original del barrio. Nunca he pensado: “Hoy le voy a dar la vuelta a la cámara y hacer el pino”. Simplemente, llego a un sitio, me pongo en el lugar del espectador y trato de contar las cosas. A veces me interesa más la historia del personaje de un cuadro que contar toda la exposición. Además, en la tele el tiempo es muy escaso. Tengo un minuto, no una página, y en ese minuto tengo que contar una pequeña historia.

P. Hay gente a la que sus maneras le rechinan.

R. A veces eso del “particular estilo” se me vuelve en contra. Dicen que por qué hago eso, que qué pinta en un Telediario. Bueno, yo intento que al menos la gente levante la cabeza hacia la tele. Vemos la tele anestesiados, la tenemos puesta, pero estamos con la cena, con el niño, con el móvil… Intento que la gente mire, aunque sea para decir: “Buf, no aguanto a este tío”.

P. ¿Su interés por el arte es pre o pos periodístico?

R. Cuando empecé, allí en Murcia, hacía de todo: campañas electorales, sucesos, deportes, cosas que no tienen mucho de arte, aunque yo siempre metía referencias culturales en las crónicas. Cosa que tampoco gustaba mucho a los puristas, por cierto. Luego había un programa de cultura que nadie quería. Así que lo cogí yo. Cuando llego a Madrid la parte de cultura también está un poco huérfana. Un día me dejan apagar las luces del Museo del Prado… Me digo: esto va a ser lo mío. Me gusta mucho.

P. ¿Para qué sirve el periodismo cultural?

R. Debe acercar al espectador todo tipo de manifestaciones culturales, ya sea el Museo del Prado o el museo de un pueblo pequeño que tiene algo que contar, sin renunciar a un espíritu crítico, porque en la cultura también hay cosas que denunciar. No son los mejores tiempos: si el periodismo está en crisis, imagínate el periodismo cultural.

P. ¿Qué es la cultura?

R. Muchas veces corremos el peligro de colocarnos en una atalaya elitista, de decir nosotros lo que es cultura y lo que no. Hay manifestaciones, como los videojuegos o el manga, que han sido puestas en cuestión recientemente. Los tiempos cambian, no podemos rechazar lo moderno por el hecho de ser moderno o novedoso… Seguro que mis hijos dentro de veinte años entenderán la cultura como algo diferente. O las visitas a los museos se articulan de otra forma. No podemos estar en un púlpito.

P. ¿Para qué sirve la televisión pública?

R. En el caso de la cultura para ofertar un tipo de información que tiene más difícil cabida en otros lugares, tanto en los informativos como en un canal específico como es La 2. Y, en general, para dar voz a aquellos que no encuentran otro lugar donde tenerla. También para hacer marca del país.

P. Siempre hay controversia en estos aspectos.

R. Como el país vive atrincherado, siempre se dice desde el otro lado que la tele pública es manipuladora. Para mí, debería ser intocable y respetada por todos, como sucede en otros países. Es la tele en la que todos nos deberíamos ver identificados, y si no es así, al menos en la que se generen espacios de debate donde la discusión pacífica sea la norma.

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