Guía de lectura de Rafael Cadenas, último Premio Cervantes
‘Derrota’, el poema más famoso del autor venezolano, es un canto al fracaso en el que plasma su propio infierno personal
Incluso con su voluntad de alejamiento, de ser siempre profundamente marginal, la poesía de Rafael Cadenas influye en las generaciones poéticas desde sus comienzos con una versión personalísima de una lírica antipoética en los años 60 a su camino más conocido: el de la palabra menor, contenida y de ambición especulativa. Repasamos la poesía siempre joven (incómoda con el cliché) ...
Incluso con su voluntad de alejamiento, de ser siempre profundamente marginal, la poesía de Rafael Cadenas influye en las generaciones poéticas desde sus comienzos con una versión personalísima de una lírica antipoética en los años 60 a su camino más conocido: el de la palabra menor, contenida y de ambición especulativa. Repasamos la poesía siempre joven (incómoda con el cliché) de este premio Cervantes de 92 años.
Derrota (1963).
Publicado primero en una revista y reunido después como un poema aislado en sus obras reunidas, Derrota es un largo poema que Cadenas no quiere que ocupe un lugar central en su trayectoria. ¿Por qué? Por su éxito temprano, que trascendió a la generación de poetas venezolanos de los 60 y lo ha convertido en un mito. Y también porque Cadenas lo escribió cuando vivía un infierno personal. La conciencia del fracaso político se vuelca en un más profundo fracaso vital. Es el autorretrato de un individuo humillado, “que no podrá nunca formar un hogar, ni ser brillante, ni triunfar en la vida”, y continúa hoy, más de medio siglo después de escrito, siendo uno de los más auténticos cantos al fracaso que ha dado la poesía en español.
Intemperie (1977).
En Intemperie, libro breve de apenas 32 poemas (o quizá un solo poema construido con fragmentos), el tono de Cadenas se quintaesencia. La suya es una personalísima decantación del lirismo siempre concreto de la antipoesía, de la retórica mínima de la poesía mística castellana y, por último, de la ambición interpretativa de una poesía filosófica. Como pequeñas iluminaciones en un vivir astillado, roto, los poemas nos ayudan a sobrevivir y sobrellevarnos: “Me sostiene / este vivir en vilo / sin ninguna señal / ni mapa / ni promesa, / en una antesala donde todos trajinan / como empleados / para olvidar.”
Amante (1983).
Fiel a su poética de lo breve y fragmentario, y con una retórica cada vez más pobre (“palabras silenciosas / que esperan tanto”), Cadenas escribe con Amante uno de sus libros más bellos. Una indagación sobre el amor y todo aquello que pone en juego. Es decir, la negación de uno mismo, la promesa de unión. Porque el amor de Cadenas tiene mucho de aquella actitud ideal que le presuponemos a un poeta para aprehender la realidad, esa capacidad negativa de la que hablaran Keats o los poetas del haiku: un don para la escucha y para el empequeñecimiento, un anti-narcisismo romántico. “No sé quién es / el que ama / o el que escribe / o el que observa”.
Anotaciones (1983).
La reflexión sobre la poesía acompaña a la obra de Rafael Cadenas siempre como liberación, huida del tópico. Ensayos como Realidad y literatura (1977) o Apuntes sobre San Juan de la Cruz y la mística (1979) están escritos como esbozos sobre temas predilectos: el zen, la relación entre la palabra y el poder, la peculiar dictadura de la imaginación romántica o la necesidad de la poesía de encontrar un lugar relegado y discreto. Karl Kraus, Lawrence o Mandelstam son algunos de sus muchos interlocutores, citados siempre sin pedantería.
De una manera luminosa y zigzagueante, esta también es la poética de Anotaciones: “Hoy solo se puede escribir con pudor, yendo contra la corriente de lo literario, desde la aliteratura; pues la literatura siempre se ha hecho como sobre el suelo, despegada, por encima del nivel natural.”
En torno a Basho y otros asuntos (2017).
La poesía más reciente de Cadenas ha encontrado en el zen y en la quintaesencia del haiku (ojo, nada que ver con torpes imitaciones rítmicas) un aliado natural. Pero a la vez, como marca propia de la casa, Cadenas no emula las poéticas orientales de una forma decorativa: a la vez que observa, reflexiona sobre la manera de mirar. Ojo y pensamiento son aquí una misma cosa. Y los lectores salen de su lectura mirando mejor el mundo.