La gran eclosión del folk en España: la música de los abuelos es lo más moderno

Artistas jóvenes como Tanxugueiras, Guitarricadelafuente, Baiuca o Rozalén empujan los sonidos tradicionales a sus más altas cotas de popularidad en tiempos de democracia

Guitarricadelafuente fotografiado en la playa de La Renegá, Oropesa (Castellón) a última hora del 29 de Junio de 2022Vídeo: Gianluca Battista

La anécdota resulta pintoresca, pero también elocuente. Noche del 24 de julio de 2021 en Paredes de Nava, un pueblito de la Tierra de Campos palentina. El teléfono del cantante, guitarrista y voz principal del grupo de música tradicional castellana El Naán suena escasos minutos antes de iniciar un recital de música y poesía ante apenas un centenar de espectadores. En la pantalla parpadea un número de teléfono desconocido, pero la curiosidad le impulsa en el último ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

La anécdota resulta pintoresca, pero también elocuente. Noche del 24 de julio de 2021 en Paredes de Nava, un pueblito de la Tierra de Campos palentina. El teléfono del cantante, guitarrista y voz principal del grupo de música tradicional castellana El Naán suena escasos minutos antes de iniciar un recital de música y poesía ante apenas un centenar de espectadores. En la pantalla parpadea un número de teléfono desconocido, pero la curiosidad le impulsa en el último suspiro a responder la llamada.

–¿Carlos Herrero? Disculpa las molestias. Soy Juanma Latorre, no sé si te suena el nombre.

–Pues ahora mismo no caigo, la verdad.

–No te preocupes. Soy guitarrista y compositor de un grupo llamado Vetusta Morla.

–Ah, sí. Eso ya me quiere sonar un poco más.

Latorre quería ofrecer a los autores de Panaderas de pan duro la posibilidad de colaborar con ellos en la primera interpretación en directo de Finisterre, el adelanto del que sería, a finales de ese mismo 2021, el quinto disco de su ilustre banda: Cable a tierra. Solo dos días más tarde de aquella conversación perpleja y a trompicones, los integrantes de El Naán estaban compartiendo escenario con Vetusta Morla en el mismísimo Teatro Real. Culminaban así el viaje desde Tabanera de Cerrato, la humilde aldea de Palencia donde residen en casas de adobe, a la arquitectura neoclásica de uno de los escenarios con mayor ringorrango del continente.

El grupo Vetusta Morla en junio del año pasado.Foto: Jerónimo Álvarez | Vídeo: EPV

El episodio, tan insólito como verídico, avala el renovado interés que músicos españoles de todo origen y filiación vienen mostrando por las músicas de origen o inspiración tradicional, tantas otras veces despreciadas o minusvaloradas como expresiones “antiguas” y “anacrónicas”, o incluso asimiladas emocionalmente con el franquismo, un disparate conceptual que hoy ya parece superado para siempre. “En nuestro caso”, anota Latorre, “el parón del confinamiento y la pandemia tuvo mucho que ver en esa recapacitación, en el proceso de mirar hacia los orígenes y de tender ese cable a tierra, esa conexión con la raíz”.

David El Indio García, batería de los vetustos, fue el primero al que le voló la cabeza la sonoridad de los panderos cuadrados castellanos y el que se hizo habitual de los conciertos del cantante, gaitero y pandereteiro coruñés Xabier Díaz en la sala Galileo Galilei para interesarse por todos los pormenores de técnica instrumental y hasta de sonorización. Y precisamente una formación gallega de pandereteiras y cantareiras, Aliboria, terminó integrándose en el armazón artístico de Vetusta Morla para estrenar Cable a tierra en grandes escenarios, una aventura cuyo colofón lo representa ahora la publicación del doble disco en directo Bailando hasta el apagón. Los madrileños ya tenían cierto bagaje con las grandes citas, pero el salto, en el caso de Aliboria y de El Naán, ha sido hiperbólico: de salas y teatrillos con aforo para unas pocas docenas de asistentes a la grabación de un disco en vivo ante los 35.000 espectadores que fueron testigos de ese concierto del pasado 24 de junio en el estadio Wanda Metropolitano.

La conclusión parece clara. Al público roquero o juvenil ya no se le tuerce el gesto cuando se encuentra con instrumentos tradicionales en liza. Puede dar fe de ello Álex Guillán, el pontevedrés de 32 años que opera artísticamente bajo el epígrafe de Baiuca. Su muy bailable música electrónica de profundas raíces tradicionales ya ha sonado en clubes de medio mundo y festivales por cuatro continentes, pero no siempre fue así. “De adolescente”, rememora, “yo era el friqui de la clase al que le había dado por la gaita. Los aficionados a la música tradicional no seríamos ni tres de entre los más de 500 chavales del instituto. Tuve que acostumbrarme a que me vieran como un bicho raro, pero todo ahora es distinto”.

Ahora, los prejuicios atávicos ya solo perduran en las mentes más obtusas. No, desde luego, en la de Álvaro Lafuente, Guitarricadelafuente de nombre artístico, el castellonense con raíces en el Maestrazgo de Teruel que ha deslumbrado este curso con su primer trabajo de larga duración, La cantera. Lo suyo es canción sin fronteras, con revestimientos electrónicos pero mucho, muchísimo poso del folk tanto peninsular como latinoamericano. Es más, acaba de afianzar ese discurso con un EP de cuatro canciones para Amazon, Caramullo, en el que reformula originales de La Niña de la Puebla, los venezolanos Quinteto Contrapunto o el argentino Jorge Cafrune. Por resumir: un ilustre representante de la generación Z enganchadísimo a la música con la que quizá se enamorasen sus yayos. “Es un proceso natural”, enfatiza. “El pop de hoy será el folk del futuro. Puedes escribir una canción sobre cómo conociste a alguien en el metro y te morreaste en la parada del bus, pero no deja de ser una versión actualizada de ‘nos encontramos junto a la fuente y nos besamos bajo el olivo”.

Guitarricadelafuente es la demostración palmaria de que se puede ser folclórico y moderno. El de Benicàssim tiene 25 años, maneja con desparpajo los ingredientes electrónicos, encomienda la producción al siempre heterodoxo Refree y es abrazado como un ídolo por los jóvenes LGTBI, pero todo su ideario gira en torno a los sonidos de los ancestros. “Mis abuelos o bisabuelos tuvieron que abandonar la vida rural y dejarlo atrás todo, incluida la música con la que crecieron”, reflexiona. “Modernizarse, para ellos, implicaba huir de sus orígenes. Yo pertenezco a una generación en la que no relacionamos lo tradicional con lo arcaico ni con las penurias. Al contrario: lo recibimos con sumo amor”.

–¿Pero sus amigos de siempre no le ven un poco como el perro verde de la pandilla?

–No, para nada. A lo mejor no han oído hablar de Jorge Cafrune, pero lo apreciarían en cuanto lo escucharan. Ese es el valor añadido de las canciones antiguas: han sobrevivido y han perdurado, han traspasado todas las barreras del tiempo.

Le escucha con sumo orgullo el folclorista vallisoletano Eliseo Parra, de 73 años, el gran patriarca y referente —junto al zamorano Joaquín Díaz, dos años mayor que él— para todos los nuevos enamorados de esa música que bebe de los ancestros. Parra, siempre pionero, transgresor y elocuente en la defensa de los valores folclóricos, acaba de publicar junto a todos sus músicos de confianza Diacrónico, un álbum con aroma a gran obra de madurez en la que las guitarras eléctricas atruenan en Corrido nuevo, su tema inaugural, en torno a unos ritmos propios de la Maragatería leonesa. “La eclosión actual del folk”, argumenta, “es el fruto de que unos y otros llevemos ya medio siglo recreando la música de traición oral, incluso en los tiempos más adversos”. A partir de ese caldo de cultivo, según su diagnóstico, la irrupción de los más jóvenes está resultando decisiva. “Ahora mismo hay miles de chavales que han encontrado en estas músicas unos ingredientes diferentes que les tocan la fibra interior. Y, además, las están dando a conocer a través de la televisión y las redes sociales”.

Las Tanxugueiras en su primera actuación en el Benidorm Fest de 2021.RTVE (Europa Press)

Un ejemplo de libro, a este respecto, es el que aportan las gallegas Tanxugueiras, tres veinteañeras que se erigieron en las favoritas del público en la controvertida primera edición del Benidorm Fest. Su gesta se fraguó con la ya celebérrima Terra, una pieza que se ajusta milimétricamente al canon de los alalás, los cánticos tradicionales de las agrupaciones femeninas en el noroeste peninsular. Las tres provienen de grupos comarcales de recollidas, viajes de etnógrafos y demás estudiosos por aldeas y lugares recónditos para recabar entre los más viejos del lugar esas melodías que guardan en la memoria y que, como es propio de la tradición oral, están en peligro de perderse para siempre. Olaia Maneiro, una de las gemelas del trío, anota: “Esas melodías transportan a otras épocas y hacen que te sientas acompañada por todas aquellas mujeres de tantas y tantas generaciones que nos antecedieron. Una vez que participas de ese proceso de transmisión, es un tesoro que pasas a sentir como propio y luchas para que no desaparezca nunca”.

Después de una gira en la que han superado los 30.000 kilómetros de recorrido, parece evidente que el fenómeno de Tanxugueiras va mucho más allá de una irrupción televisiva puntual. Un ejemplo: a principios de agosto, su participación en el Festival Noroeste se saldó con la presencia de más de 80.000 espectadores en torno a la playa coruñesa de Riazor. Jugaban en casa y se trataba de un evento gratuito, de acuerdo, pero estamos hablando de congregar al equivalente a una tercera parte de los habitantes de la ciudad. “La música gallega ha vivido momentos de popularidad y esplendor”, anota su percusionista, Isaac Palacín, con más de tres décadas de experiencia en el sector, “pero no existen antecedentes de nada parecido. Ellas tres son brillantes, tienen ángel y han llegado en el momento oportuno”.

Entre sus nuevas amigas ilustres, la cantautora albaceteña María Rozalén, con la que comparten largas sesiones de manta, palomitas y cine de terror, también se ha significado como encendida defensora de lo folclórico. Es más: aprovechó el décimo aniversario de su primer disco para plantearle a su discográfica, la todopoderosa Sony Music, que deseaba grabar un álbum enteramente tradicional y convocar para ello a cómplices como el asturiano Rodrigo Cuevas —otro folclorista milenial de ascenso meteórico—, la gerundense Sílvia Pérez Cruz, el mencionado Eliseo Parra o las propias Tanxugueiras. En el cuartel general de su disquera admiten que ese Matriz no era su “mayor predilección” ni “el disco soñado”, pero que Rozalén se había ganado todo el derecho a salirse del guion después de cuatro álbumes de éxito creciente, de un Goya a la mejor canción con Que no, que no, o del Premio Nacional de Músicas Actuales en la edición de 2021.

Rozalén, durante un concierto en Pamplona, el 16 de octubre de 2021.Eduardo Sanz (Europa Press)

“Tampoco había opción”, arguye la autora de La puerta violeta o Comiéndote a besos. “Era el disco que necesitaba y sentía, la música que hago y de la que mamo desde los siete años. Y, de paso, una manera de profundizar de forma respetuosa en la cultura de este país”. Esto último lo comprendió mejor cuando el actor Juan Diego Botto escuchó Matriz en casa de la cantante, semanas antes de que saliese a la luz, y le confesó: “Esta es la España en la que quiero vivir”. Ella misma cree que, de alguna manera, el respeto al folclore supone un ejercicio de “patriotismo legítimo y genuino”, por mucho que les moleste a los suspicaces. “Sí, me han preguntado varias veces por qué en este disco canto una canción en euskera y otra en catalán”, suspira, “como si ese fuera un ejercicio de separatismo. A veces seguimos sin enorgullecernos de nuestra propia riqueza”.

Otros colaboradores de Rozalén en Matriz, el dúo Fetén Fetén, han completado un año intensísimo incorporándose desde hace unas semanas a la formación en directo de Fito & Fitipaldis, la banda de rock con audiencias más multitudinarias por tierras ibéricas. “Vivimos un gran momento para el folk”, diagnostica Diego Galaz, el violinista burgalés del tándem. “Esos ingredientes más tradicionales también son muy bien recibidos en un espectáculo para públicos mayoritarios. Es un fenómeno antropológico. Sus elementos de alguna manera están presentes en nuestros genes, y eso hace que nadie se quede indiferente al escucharlos, aunque con anterioridad no les hubiera prestado atención”. Sus amigos de La Maravillosa Orquesta del Alcohol (o La M.O.D.A., en acrónimo) ya saben lo que es completar en cuatro ocasiones el aforo del WiZink madrileño; la última, en noviembre de este 2022, con el reclamo de un disco titulado Nuevo cancionero burgalés, que utiliza coplas populares con más de un siglo de existencia.

Es definitivo: los mileniales hacen buenas migas con sus ancestros. Y a mucha honra.

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Más información

Archivado En