Tom Verlaine, poeta de la guitarra y líder de los influyentes Television, muere a los 73 años
El sonido de Verlaine, en la lista de los mejores guitarristas de la historia de la ‘Rolling Stone’, fue descrito una vez por su vieja compañera Patti Smith como “miles de pájaros aullando”
El Nueva York que alumbró una de las escenas más explosivas de la historia de la música está de luto estos días. Tom Verlaine, guitarrista, poeta y compositor en Television, una de las más influyentes bandas de rock y punk seminal surgidas a principios de los setenta al calor del icónico CBGB, falleció el sábado en Manhattan a los 73 años. La noticia fue confirmada a Rolling Stone por Jesse Paris Smith, hija de la también poeta y cantante Patti Smith, vieja compañera de Verlaine en aquellos vertiginosos y bullentes años en el Lower East Side neoyorquino. Paris Smith no especificó la cau...
El Nueva York que alumbró una de las escenas más explosivas de la historia de la música está de luto estos días. Tom Verlaine, guitarrista, poeta y compositor en Television, una de las más influyentes bandas de rock y punk seminal surgidas a principios de los setenta al calor del icónico CBGB, falleció el sábado en Manhattan a los 73 años. La noticia fue confirmada a Rolling Stone por Jesse Paris Smith, hija de la también poeta y cantante Patti Smith, vieja compañera de Verlaine en aquellos vertiginosos y bullentes años en el Lower East Side neoyorquino. Paris Smith no especificó la causa de la muerte, aunque indicó que el músico sufrió una “breve enfermedad”.
De nombre real Thomas Miller, adoptó como nombre de guerra el apellido de Paul Verlaine, poeta simbolista francés de finales del siglo XIX, por el que el músico sentía devoción. El líder de Television consiguió destilar un estilo único en la guitarra, descrito una vez por Patti Smith como “miles de pájaros aullando”. Bebía de influencias tan diversas como el rock and roll de los primeros Rolling Stones, el saxo de John Coltrane o la versatilidad del clarinetista, flautista y saxofonista Eric Dolphy, una mezcla que derivó en una personalidad etérea, marcada por un sonido afilado pero melódico, lírico pero directo, artístico pero callejero.
La revista Rolling Stone lo colocó en el número 90 de su lista de los 100 mejores guitarristas de la historia, donde lo definió como “un modelo para las nuevas generaciones de guitarristas con un gusto por la violencia punk y la melodía”. El crítico del New York Times Robert Palmer escribió sobre él en 1987: “La pureza en el sonido de la guitarra de Verlaine es única en el rock contemporáneo (...) Donde otros guitarristas liberan un amasijo de notas, Verlaine deja que un simple temblor haga todo el trabajo”.
Verlaine fue de esos músicos con un halo de malditismo que nunca triunfó comercialmente. No le hizo falta: se movió siempre en los márgenes de la historia de la música, con el pedigrí de haber sido uno de los primeros artistas que intuyó el advenimiento del punk rock, un género que sacudiría los cimientos de la industria. Con Television solo grabó dos álbumes de estudio en los cinco años de vida del grupo (1973-1978), aunque luego se reunirían en los noventa para algunos conciertos y un tercer disco, Television (1992).
Marquee Moon, editado en 1977 por Elektra Records y considerado por la crítica como una obra maestra, marcó un antes y un después en la escena subterránea de Nueva York y en toda la música independiente global. Su principal single, de idéntico nombre al disco, es una pequeña joya de 10:38 minutos de duración que empieza con uno de los caracoleos, a dos dedos y cuatro notas, más singulares de la historia del rock. Su sonido, con reminiscencias orientales, y sus patrones repetitivos hasta la saciedad, consiguen generar una sensación de trance, mientras Verlaine canta versos que hablan de una oscuridad creciente, rayos que caen sobre sí mismos o “el beso de la muerte y el abrazo de la vida”.
En 1977, Ken Tucker, de la Rolling Stone, en una reseña comparada con el primer trabajo de Blondie y el segundo lanzamiento de los Ramones, bandas hermanas de escena, calificó el álbum de Television como “el más interesante y audaz de los tres”. Sobre Verlaine, escribió: “Toca la guitarra con un estilo desgarrador e hipnótico, como una sucesión de pesadillas, y canta todos sus versos como un pollo inteligente siendo estrangulado”. El segundo disco de la banda, Adventure, editado también por Elektra en 1978, consiguió menor éxito comercial todavía que el anterior, aunque fue alabado por la crítica.
Ese mismo año, la banda se separó y Verlaine se lanzó en pos de una carrera en solitario con un perfil más discreto. Grabó una decena de discos, el último en 2006. Aunque de gran calidad musical, sus nuevos trabajos ya nunca recobrarían la influencia de los dos primeros álbumes de Television.
Los años del CBGB
Verlaine, nacido en 1949 en Wilmington, Delaware, fue compañero de colegio de otro peso pesado en la historia del rock, Richard Hell, considerado el modelo primigenio de la estética punk. Los dos se reencontrarían a principios de los setenta en Manhattan, donde empezaron a compartir riffs y poemas antes de acabar formando Neon Boys, el estado seminal de Television, que se completaría con Richard Lloyd a la guitarra, Billy Ficca a la batería y Hell al bajo. Tras varios desencuentros con Verlaine, Hell salió de la banda poco después para formar The Voidoids, siendo sustituido por Fred Smith.
Era un tiempo en el que todo parecía posible, ha escrito Patti Smith en la despedida a su viejo amigo. Nueva York era una ciudad abandonada a su suerte: saqueada, en llamas, podrida de corrupción, drogas, suciedad y delincuencia. El Lower East Side, plagado de edificios vacíos que nadie quería habitar, se convirtió en el epicentro de una joven escena artística y musical de chavales que se mudaron a la zona por los baratos o inexistentes alquileres.
Era el caldo de cultivo ideal para que brotara una escena cruda y sin destilar. Hilly Kristal, un estrafalario empresario que venía de un par de fracasos comerciales, supo ver la dirección en la que soplaban los nuevos vientos. En 1973 abrió el CBGB, originalmente pensado para acoger conciertos de Country, BlueGrass y Blues (de ahí su nombre), pero acabó refugiando a aquel puñado de jóvenes extravagantes que trataban de abrir grietas a guitarrazos en los anquilosados muros de la industria musical.
El mismo año que Kristal inauguró el bar —cerrado en 2006 y considerado como un templo musical, parada obligatoria para melómanos y mitómanos—, Television empezó su andadura, curtiendo y macerando durante años su sonido en aquel antro que acabó asociado a su nombre para siempre. Allí fueron ganando, concierto a concierto, un público no demasiado masivo pero leal —entre ellos, rostros conocidos como David Bowie o Nicholas Ray, director de Rebelde sin causa—. No solo ellos: entre aquellos muros pintarrajeados se coció una escena única en la que dieron sus primeros pasos Blondie, los Ramones, Patti Smith, Talking Heads, la Velvet Underground o los Dead Boys, entre muchos otros que hicieron del lugar parada habitual, como Iggy Pop o Sid Vicious.
El mundo de la música se ha volcado en recordar a Verlaine. “He perdido un héroe”, ha escrito Michael Stipe, cantante de R.E.M., en las redes sociales de la banda. También se han sumado a la despedida Chris Stein, de Blondie, Flea, bajista de los Red Hot Chilli Peppers o Kim Gordon y Thurston Moore, de Sonic Youth. Este último escribió: “Pasé ayer por los puestos de libros fuera de Strand pensando que te vería como siempre, me fumaría un cigarro y hablaría de raros hallazgos poéticos durante un par de horas. Te echaré de menos, Tom. Descansa en paz”. Algunos de los grupos más influyentes de los últimos tiempos rindiendo homenaje a uno de los guitarristas que empezó todo. “Gracias por abrir el camino”, añadió Jesse Paris Smith
Verlaine, un tipo que aparece en viejas fotos en blanco y negro como un joven larguirucho, despeinado y de facciones afiladas, ha cerrado su último capítulo después de haber escrito algunas de las páginas más importantes de los últimos 50 años de la historia de la música. Moldeó a su gusto un género, jugó con las seis cuerdas sin apuros ni virtuosismos, le cantó de una manera tremendamente personal a las calles de Nueva York, quizá la ciudad de la que más se ha escrito, y dejó un legado incalculable en forma de versos sugerentes y riffs inmortales. La herencia para el mundo del hombre cuya guitarra aullaba con la fuerza de mil pájaros.