El regreso “definitivo” de ‘El Eternauta’, la obra maestra del cómic argentino más adorada y comentada
Una nueva edición, avalada por los herederos y que busca ser lo más fiel posible a la original de los años cincuenta, recupera la novela gráfica de Oesterheld y Solano López. Su adaptación a serie, por Netflix, comienza a filmarse este año
Hacía frío aquella madrugada. Pero en el dibujo se ve que el hombre había dejado la ventana abierta. Le gustaba escribir así: con vista a las estrellas y el movimiento de la pluma sobre el papel como único ruido de fondo, como explica él mismo en el cómic. Esa noche, sin embargo, su soledad apenas duró cinco viñetas. En la sexta, se materializa una silueta en la silla delante de él. Y unos cuantos trazos más tarde, el extraño invitado aparecido de la nada se presenta: “Podría darte centenares de nombres. Y no te mentiría: todos han sido míos. Pero quizás el que te resulte más comprensible sea ...
Hacía frío aquella madrugada. Pero en el dibujo se ve que el hombre había dejado la ventana abierta. Le gustaba escribir así: con vista a las estrellas y el movimiento de la pluma sobre el papel como único ruido de fondo, como explica él mismo en el cómic. Esa noche, sin embargo, su soledad apenas duró cinco viñetas. En la sexta, se materializa una silueta en la silla delante de él. Y unos cuantos trazos más tarde, el extraño invitado aparecido de la nada se presenta: “Podría darte centenares de nombres. Y no te mentiría: todos han sido míos. Pero quizás el que te resulte más comprensible sea […] El Eternauta”. Lo que sigue pertenece a la historia. Del tebeo. De la ciencia-ficción. De Argentina. Y, seguramente, de toda la cultura popular.
Porque el guion de Héctor Germán Oesterheld y los lápices de Francisco Solano López, ambos ya fallecidos, construyeron en los años cincuenta una de las novelas gráficas más admiradas y analizadas de todos los tiempos. Un relato de resistencia, amistad, invasión alienígena, terror y humanidad, por primera vez en salsa latinoamericana. Un protagonista, Juan Salvo, que hoy es un icono de la lucha colectiva por la libertad; imágenes inolvidables como las nevadas mortales o los múltiples dedos de las criaturas bautizadas como Manos; tantas metáforas y alegorías como para alimentar relecturas políticas y sociales durante décadas. Y una tragedia tan real como devastadora —la desaparición de Oesterheld y sus hijas durante la dictadura argentina— que agrandó aún más la leyenda de El Eternauta. Secuelas, controversias, adaptaciones fallidas y derechos sustraídos y recuperados completan una historia que nunca termina de fascinar.
La última novedad aspira, eso sí, a suponer un punto y aparte: se ha publicado una edición de la novela gráfica, lanzada por Planeta y avalada por los herederos, calificada de “definitiva”. ¿En qué sentido? Al novato le bastará saber que se trata de un libro de 350 páginas, en blanco y negro, que recoge la versión más fiel hasta la fecha de aquel relato por entregas que lanzó la revista Hora Cero entre 1957 y 1959. “La intención es que sea la mejor edición posible en cuanto a calidad de reproducción y experiencia de lectura: diseño, tamaño del libro, etc.”, explica Pablo Sapia, responsable de la restauración de imágenes. A la vez, el experto ofrece más datos para el apasionado: quedan aquí arreglados cambios y eliminaciones que sufrió la reedición de 1961 y que se fueron reproduciendo a menudo desde entonces. Y, además, todo se basa en el material original, a excepción de 36 páginas “que permanecen perdidas”.
“El formato apaisado del tomo es totalmente anacrónico, y creo que eso le aporta algo más a la experiencia. Con solo ojearlo, todo respira a aquella época. Pero con el avance de las páginas, de pronto, caes en la cuenta de que el argumento tiene una actualidad inquietante”, defiende Martín Oesterheld, nieto del guionista de El Eternauta. Puede que el retrato de las mujeres en la obra no haya envejecido muy bien. Y tal vez, como apunta Sapia, parte del público de hoy considere “excesiva la cantidad de texto por página”. Sin embargo, en todo lo demás, el paso del tiempo no ha dañado en absoluto al cómic. La inquietud, el asombro y la fortaleza que transmitió entonces quedan intactos. El talento de sus dos autores sigue maravillando. Y las ideas de fondo golpean hoy igual que hace 65 años.
“Una historia que antes solo podía representarse en los escenarios de Hollywood, protagonizada por superhéroes, sucede en una ciudad de Sudamérica [Buenos Aires] y los protagonistas son personas como vos y yo”, resume Marina López, hija del fallecido dibujante. “La resistencia del hombre común enfrentado a esta nueva y trágica realidad, que intenta elevar su espíritu a la altura de las circunstancias, es algo que vemos en series, películas y novelas actuales. La diferencia es que la fuerza para resistir emerge del grupo en su conjunto”, agrega Martín Oesterheld. Porque, tras la épica de El Eternauta, se esconde una epopeya profundamente humana: los que luchan tienen nombres, dudas e inseguridades. Juan Salvo, el fundidor Franco o el joven Pablo. Nadie puede ganar solo, ni siquiera el inteligentísimo Favalli. Y los propios invasores desde el espacio, en realidad, se muestran como víctimas de órdenes y fuerzas mayores.
Inevitable, pues, que la obra se terminara leyendo como una rebelión contra la dictadura. Como un grito dibujado por la unión del pueblo. O una oda al poder del ciudadano común. Y otras muchas visiones más o menos certeras o interesadas. Tanto que el último dibujo que Solano realizó, según su hija, fue un Nestornauta, es decir, Néstor Kirchner (presidente de Argentina entre 2003 y 2007, fallecido en 2010), enfundado en la escafandra de Juan Salvo.
“La alegoría de la obra es clara: la resistencia al invasor, la pérdida, la ruptura de la cronología, la historia contada desde la perspectiva de las víctimas y narrada por un sobreviviente. La búsqueda incansable de un futuro diferente frente a lo que se presenta como inexorable. La fuerza de lo humano en relación al universo. Estas ideas tienen que ver con el contexto donde él escribe”, apunta Martín Oesterheld. Es decir, la época de la autollamada Revolución Libertadora, que dos años antes de El Eternauta derrocó al Gobierno del presidente Perón, bombardeando a su propia población civil en la Plaza de Mayo el 16 de junio de 1955.
Comenzó entonces en Argentina “un arco de violencia” destinado a recrudecerse con el otro sangriento régimen que arrollaría al país en los años setenta. Y aunque el nieto de Oesterheld apunta que su abuelo en 1957 no era peronista “ni tenía la bola de cristal”, “el germen de sus ideas” ya estaba en el cómic. El célebre guionista terminó abrazando ese movimiento. Y pagó un precio letal por desafiar a la dictadura: tanto él como sus cuatro hijas se cuentan entre los miles de nombres que integran la lista de desaparecidos. Martín Oesterheld prefiere no hablar de ello, pero comparte una reflexión de su abuelo: “La aventura es el resultado de la asunción por parte de una persona ‘común’ de una situación límite que lo pone en circunstancias de elegir, ser o hacer, lo que cree o lo que sueña. O bien no hacer nada. Es esa decisión interior lo que lo convierte en héroe. Más allá del resultado final: no hay héroe anterior a la aventura. Y la aventura es una decisión ética, existencial”.
La política, en realidad, marcó también el periplo de la propia obra. En 1976, Oesterheld quiso realizar una secuela más arriesgada y militante de El Eternauta, que generó contrastes con el dibujante. “Las ideas de mi padre estaban muy alejadas del proyecto en el que Héctor se había comprometido. Y no esperaba que esa ideología se mostrara tan explícita en el contenido de la obra. Por tanto, llegó un momento en que decidió desvincularse”, relata Gabriel Solano, hijo del artista. “Las discrepancias en el 76 fueron políticas, no solo porque Solano en aquella época no compartía su militancia, sino porque la convicción que mi abuelo encarnaba en sus textos era en ese entonces muy peligrosa, y muy comprometida para alguien que no compartía este pensamiento. De todas maneras, Solano terminó dibujando esta secuela en su totalidad”, completa Martín Oesterheld.
Hubo más eternautas. Antes, en 1969, Oesterheld contó con otro maestro del dibujo, el visionario Alberto Breccia. Y, entre ambos, acuñaron una versión tan atrevida y experimental de la obra original que la propia revista que la lanzó, Gente —”la publicación más frívola y conservadora de la época”, según Martín—, la canceló al poco tiempo, no antes de disculparse con los lectores. Años más tarde, a partir de los ochenta, llegarían unos cuantos regresos al mismo universo, a veces con el dibujante original a bordo, otras sin ninguno de los dos nombres que lo habían creado. “Había una insistencia permanente del público demandando que siguiera adelante con el personaje. Eso fue decisivo”, apunta su hija Marina. “Hasta que mi padre no recuperó los derechos, no podía emprender ningún proyecto con ellos. Cuando pudo disponer de su propiedad, logró acometer varios planes que había madurado en años anteriores”, relata Gabriel Solano.
Porque, junto con los dibujos originales, los autores de El Eternauta también llegaron a perder el vínculo legal con su criatura. Sapia afirma que “un editor se apropió de los derechos en un momento de confusión” tanto histórica como personal de los dueños originales y sus familias, con Oesterheld desaparecido y Solano López lejos de Argentina. Pero su hijo Gabriel explica que, tras “una larguísima lucha legal”, los herederos lograron recuperar los plenos derechos sobre el cómic y los personajes.
Tanto que Martín Oesterheld trabaja desde hace tres años como “consultor creativo” de la serie que Bruno Stagnaro dirigirá para Netflix a partir del cómic. Y cuenta que el rodaje empezará en Buenos Aires en el primer semestre de este año. Tal vez termine así, por fin, otro episodio maldito de El Eternauta: ni siquiera la aplaudida directora Lucrecia Martel consiguió culminar una adaptación al cine que muchos intentaron y nadie logró. Falta de tecnología, de presupuesto, de ambición. Y la enorme dificultad de versionar una obra tan adorada como compleja. En ocasiones, hasta se le ha tachado de “inadaptable”, aunque los herederos lo desmienten. Si todo sigue los planes, tras la nueva publicación de papel, El Eternauta pronto tendrá una serie.
Mientras, el público seguirá leyendo y comentando la historia. Aunque Marina López tiene otro deseo pendiente: “Para mí la edición definitiva será la que reúna la totalidad de las páginas originales escaneadas. Hay 36 que aún no se han encontrado”. Está claro que El Eternauta aún tiene nuevos capítulos por escribir. Ya lo decía el final de cada entrega semanal en su versión original: “Continuará…”.
El vértigo de retocar 'El Eternauta'
“Entre fines de los años setenta y principios de los ochenta, los dibujos originales desaparecen. A fines de la primera década del siglo XXI, Solano López descubrió que la mayor parte estaba en posesión de un par de coleccionistas italianos. Por cuestiones legales, nunca se llegó a un acuerdo y no le fueron devueltos. Pero sí pudo conseguir una copia digital en alta resolución, por lo que las distintas ediciones a partir de alrededor de 2015, se publican con las páginas reproducidas de los dibujos originales, a excepción de 36 páginas que permanecen perdidas”, detalla Pablo Sapia sobre la nueva edición de El Eternauta.
El experto relata que conoció personalmente a Solano y que también le unía un cariño personal al cómic, que leyó y adoró desde muy joven. De ahí que fuera muy consciente de la montaña que pretendía escalar: “¡El miedo a la crucifixión o la lapidación pública siempre estuvo presente al aceptar el trabajo!”.
Más allá de alguna crítica puntual en redes sociales, o de al menos dos erratas que pudo detectar este diario, Sapia cree que las reacciones han sido mayoritariamente positivas. Y, desde luego, el resultado cuenta con el visto bueno y el aplauso de los herederos, que estuvieron en contacto permanente con él durante la labor. “Es completamente diferente lo que vemos en relación a la primera publicación. La calidad gráfica de aquel material era muy limitada. Eran impresiones en blanco y negro, realizadas en un papel de mala calidad y con tecnologías de impresión y captura de imágenes muy diferentes a las actuales”, agrega Marina López, hija del dibujante de El Eternauta.