Évole sobre su entrevista a Yolanda Díaz: “No tuve mi mejor día, me equivoqué”

Pepa Bueno, Iñaki Gabilondo y el periodista de La Sexta debaten sobre los desafíos del oficio en el Ateneo de Madrid

La directora del diario EL PAÍS, Pepa Bueno, junto con Jordi Évole (a la izquierda) e Iñaki Gabilondo, este jueves en el Ateneo de Madrid.INMA FLORES

Los estudiantes de periodismo de todo el mundo saben lo que son las cinco “W”. En inglés vienen a responder a estas preguntas: qué, quién, dónde, cuándo, por qué… Son las que cualquier informador debía responder en el primer párrafo. Ya no. La ciudadanía se encarga de tres: quién, dónde y cuándo. “A los periodistas nos quedan el qué y por qué”, dijo Pepa Bueno este jueves en el Ateneo de Madrid, donde participó en un diálogo a tres organizado a medias entre EL PAÍS y la Fundación Ortega-Marañón con otros dos portentos del ofici...

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Los estudiantes de periodismo de todo el mundo saben lo que son las cinco “W”. En inglés vienen a responder a estas preguntas: qué, quién, dónde, cuándo, por qué… Son las que cualquier informador debía responder en el primer párrafo. Ya no. La ciudadanía se encarga de tres: quién, dónde y cuándo. “A los periodistas nos quedan el qué y por qué”, dijo Pepa Bueno este jueves en el Ateneo de Madrid, donde participó en un diálogo a tres organizado a medias entre EL PAÍS y la Fundación Ortega-Marañón con otros dos portentos del oficio: Iñaki Gabilondo y Jordi Évole.

Hubo lleno total y enjundia. Defensa a ultranza y penitencia. Admisión de errores y confianza en los valores. Entre los primeros y para empezar, Pepa Bueno fue directa a la frente de Évole: ¿cuántas veces te han cuestionado esta semana por qué preguntaste tanto a Yolanda Díaz sobre Pablo Iglesias?”. A lo que siguió una noble, no muy frecuente y humilde admisión de errores por su parte: “Probablemente no tuve mi mejor día, me equivoqué y perdimos una ocasión de oro para conocerla mejor”. El tema a debatir era Los desafíos del periodismo. Y ahí andaban ellos, desafiándose en caliente.

Todo aquello ya tenía que ver con las cinco preguntas hoy compartidas por los periodistas con la ciudadanía. Pero también con otra que ha pasado a ser la madre del cordero del oficio: cómo. ¿Cómo lo cuentas? Eso es en gran parte, lo que rompe las neuronas de muchos colegas. Los tres sabían del asunto. Personifican un estilo, un manual, un ejemplo. Y autoridad para hablar sobre riesgos, amenazas y prevenciones. También sobre retos y pecados de un oficio hoy muy amenazado, pero a la vez fundamental para sostener la democracia.

Primero, el qué trajo cola. “Preguntarnos qué debemos contar nos lleva a los orígenes de este oficio”, dijo Gabilondo. ¿Para qué sirve? “En torno a ese qué se ha desarrollado una rutina en las redacciones. No sé por qué a menudo quedan atrapadas en una estrategia burocrática y se cuentan cosas que vienen de fuera. Debemos poner rumbo al hombre”, dijo Gabilondo. Otro problema es la crisis: las dificultades económicas de los medios han partido el eje de su esencia y su principal capital, la independencia. “Debemos sobrevivir a la angustia financiera que muchas veces nos ha hecho perder el foco. Las estructuras del negocio se tambalean, pero el oficio vive, sobrevive porque estamos aquí para ofrecer a la gente lo que tiene derecho a saber”.

Con la libertad necesaria para ello, además. “Mi experiencia es que cuando dejas trabajar a una redacción, la gerencia no ejerce injerencia y los periodistas saben hacer su trabajo”, aseguró Pepa Bueno. “Saben cuáles son los asuntos cruciales: la sequía, la salud mental, la vivienda, cuando entras con profundidad en estos asuntos, los ciudadanos responden y nosotros necesitamos libertad para proponer e investigar”.

Instinto y visión para saber a veces cambiar el paso de las dinámicas que creemos impuestas por el ruido o las redes. Mirar hacia el lugar adecuado: “En los últimos años, hemos tenido ejemplos que nos han enseñado que no estábamos prestando atención a lo importante. Uno fue lo que hacía el rey emérito y otro el 15-M. Cuando estalló, no supimos verlo”, comentó Pepa Bueno. Y eso, erosionó la credibilidad. “¿Dónde estábamos mirando?”, se preguntaba la directora de EL PAÍS.

La pandemia, según ellos, obligó a la ciudadanía a devolver la mirada a los medios de referencia. “No existe ninguna duda de que el periodismo sobrevivirá porque el ciudadano lo demanda en defensa propia”, aseguró Gabilondo. También la mirada propia. Los datos como tótem incontestable, confunden, necesitamos quienes nos los traduzcan.

Sin prisas, defiende Évole: “Hemos caído en una dinámica que no sé hacia dónde conduce. No gana quien primero da la noticia, sino, quien mejor la cuenta”. Para eso, el sistemático líder de audiencias con sus programas en La Sexta, defendió su parcela de elección de temas. “Apostar sin dejar de arriesgar. Mantener la esencia huyendo de la comercialidad. Intento buscar historias humanas, que son las que me dan más alegrías, ahí es donde encuentro el periodismo”, aseguró.

De izquierda a derecha, Iñaki Gabilondo, Pepa bueno y Jordi Évole.INMA FLORES

Con distancia, además: “La distancia es la madre del cordero”, afirmó Gabilondo. “Y últimamente el periodismo ha manejado muy mal ese punto con los políticos. Debemos intentar volver a dejar la afinidad en el punto adecuado para que la gente lo perciba así”. Eso ha derivado en una pérdida de confianza: “Parte de ella nos la hemos merecido. No digo que sea una batalla perdida, pero sí una batalla pendiente”, continuó Iñaki: “Cuando la política hoy se ha ido al quinto pino, nos ha llevado a nosotros”.

A partir de la segunda década del siglo XXI todo se ha envenenado en dicho aspecto. La polarización en grado histérico acecha. El deber llama, no solo a la distancia. También a la neutralidad y a dejar que todas las voces permeabilicen los medios, a poder ser. Pepa Bueno lo vio venir: “Hubo un momento en que en la radio, donde tradicionalmente han cabido todas las voces, algunos oyentes pasaron a cuestionar no las opiniones, sino el hecho de que algunos colaboradores estuvieran en los programas. Y eso es la muerte”.

Por eso, defiende Évole, no estaría de más reivindicar el espíritu de la Transición: “Aunque en mi generación esté mal visto decirlo, a mí no me da la gana criticar la Transición, sobre todo porque en aquella época, nuestro trabajo vivió unas bases de pureza democrática que hemos perdido”.

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