Bruce nos enterrará a todos
Springsteen no ha fallado en su primer concierto de la gira europea, en Barcelona
“Este tío nos enterrará a todos”. Fue lo primero que me escribió una amiga después de escucharlo hace un mes en el Madison Square Garden. Tenía razón. Joder si la tenía. 73 años y tanta vida en su guitarra.
Al final del concierto empiezan a acumularse los mensajes en el teléfono de esa otra familia tan querida, la de quienes sentimos que Bruce Springsteen forma parte de nuestras vidas. Otra vez mensaje de Maria, la tipa que pas...
“Este tío nos enterrará a todos”. Fue lo primero que me escribió una amiga después de escucharlo hace un mes en el Madison Square Garden. Tenía razón. Joder si la tenía. 73 años y tanta vida en su guitarra.
Al final del concierto empiezan a acumularse los mensajes en el teléfono de esa otra familia tan querida, la de quienes sentimos que Bruce Springsteen forma parte de nuestras vidas. Otra vez mensaje de Maria, la tipa que pasó meses dudando si tenía sentido o no gastarse el pastizal para ir a siete conciertos de esta gira. “Puto conciertazo. Estaba más suelto que en el Madison”. Ahora los seguiría a él y a ella por Roma, después por Gotemburgo y allí donde cantase para no tener que verlo solo en sueños. Leo más mensajes mientras alrededor la gente se abraza tras el fin de fiesta. Anna, una madre del cole de mis hijos que ha venido con las suyas, también escribe de inmediato. “Brutal”. Jaume, que me mandaba fotos de las siete de la tarde, exulta. Y no voy a olvidar el momento en el que Laura, una de las mejores empresarias de Barcelona y que nunca lo había escuchado en directo, apareció golpeando la espalda para decirme que “este tío es lo más”, y nos miramos felices.
Nada puede con Bruce. Porque estaba el presidente, pero él es el jefe. Desde el momento en que Rebeca Carranco informó en exclusiva para EL PAÍS de que Barack Obama estaría en el concierto, parte de la atención pareció ganarla el expresidente de los Estados Unidos, que grabó un podcast con el cantante. Durante las últimas 24 horas lo hemos visto fotografiado con Springsteen en un restaurante (dicen que la factura la pagó José Andrés) o con Steven Spielberg paseando por la ciudad, entrando en museos para turistas o atento en la Sagrada Familia. Pero Obama no está en el palco, el Gobierno de la Generalitat se ha descolgado porque no habrá fotografía y los candidatos a las elecciones a la alcaldía aguantan más o menos. El del PSC, Jaume Collboni, se va a medio concierto, Ernest Maragall, de ERC, está fascinado por el espectáculo; Xavier Trias (Junts) cumple y, al final, Ada Colau, la alcaldesa, baila feliz, como si los Glory days fuesen para siempre. Las estrellas estaban en una carpa en el escenario, me escribe Rebeca para que no meta la pata en esta crónica que escribo de urgencia, pero eso era lo de menos. Precisamente con Glory days, Patti Scialfa sale con dos amigas —una tal Michelle Obama y Kate Capshaw, la mujer del director de cine— para cantar y bailar. Pero eso ha sido lo de menos.
Veo a Loquillo con Sabino Méndez y el compositor de Cadillac solitario se me acerca con el móvil para enseñarme una fotografía. Su entrada del concierto de 1981 en el Palau dels Esports. Desde ese día, Barcelona sabe que el mejor rockero en directo es el Boss, y Loquillo, cuando empieza a sonar The Promised Land, se levanta porque incluso él le debe respeto al Jefe. Ese respeto es el agradecimiento por tanta autenticidad. ¿Nostalgia? Sí, pero no solo. Ni mucho menos. Bruce Springsteen no ha fallado en su primer concierto de la gira europea. Maria tiene razón. Este tío nos enterrará a todos.