Arte budista primitivo de la India: la gran exposición del verano en Nueva York

El museo Metropolitano presenta más de 125 obras, de las que más de 50 se exhiben por primera vez fuera del país

Panel Āyaka con la meditación de Buda (museo Arqueológico de Nagarjunakonda, Andhra Pradesh).

Pocos fenómenos más globales ha habido, y hay, que el budismo, una filosofía que enlaza la ahimsa (doctrina de la no violencia) de Gandhi con la lucha por los derechos civiles de Martin Luther King. O las andanzas de los Beatles por los ashrams (retiros) de la India con los cientos de millones de personas que a diario practican yoga en el mundo. El Museo Metropolitano de Arte de Nueva York (Met) acaba de inaugurar un...

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Pocos fenómenos más globales ha habido, y hay, que el budismo, una filosofía que enlaza la ahimsa (doctrina de la no violencia) de Gandhi con la lucha por los derechos civiles de Martin Luther King. O las andanzas de los Beatles por los ashrams (retiros) de la India con los cientos de millones de personas que a diario practican yoga en el mundo. El Museo Metropolitano de Arte de Nueva York (Met) acaba de inaugurar una impresionante exposición sobre el arte budista antiguo consistente en una selección de 125 piezas, más de 50 de ellas prestadas por primera vez por la India, entre esculturas, relieves, objetos de marfil, cerámica, pintura y joyería. Las obras repasan los orígenes de la escultura figurativa en el país asiático y a la vez la tradición narrativa que conformó la cosmogonía en torno al maestro. Bajo el título Árbol y serpiente: Arte budista primitivo en la India, 200 a.C.-400 d.C, puede visitarse hasta el 13 de noviembre.

La iconografía en torno al príncipe Siddartha Gautama, nombre del personaje histórico que fue Buda, sus múltiples representaciones y avatares —esa palabra tan india—, es una galería de pájaros del bosque, serpientes, criaturas míticas, figuras humanas y semidioses, que en las salas del Met cobran vida gracias a una iluminación individual de las piezas: aparecen talladas en la oscuridad, como una revelación. Pero Árbol y serpiente es más que una exposición, es un ejercicio de diplomacia cultural, basada en la colaboración y el intercambio, que costó más de una década culminar. En definición de Max Hollein, director del Met, es una suma de “investigación, diplomacia y amistad” con las autoridades indias —seis Estados de ese país han prestado piezas— que además permite contemplar decenas de objetos recién excavados o descubiertos, entre ellos algunos de antiguos emplazamientos monásticos de la meseta del Decán. Una primicia mundial que, no por coincidencia, se inaugura un par de semanas después de la visita de Estado de Narendra Modi a Washington y cuando el país asiático aún conmemora el 75º aniversario —fue el año pasado— de su independencia.

Buda transformó el paisaje religioso de la antigua India y sus reliquias, cuya relevancia se derivaba tanto de su ocultación como de su muestra, propiciaron peregrinajes por todo el Indostán. Para albergarlas se levantaron estupas, estructuras monumentales rematadas por una cúpula. Una muestra de la producción artística generada en torno a ellas llega ahora al Met con piezas que parecen filigranas, casi encajes, por la delicadeza de su talla, resaltada por el montaje y sobre todo la iluminación. El árbol y la serpiente del título hacen referencia al escenario religioso antes de Buda, poblado por espíritus de la naturaleza y semidioses. Eran deidades de culto, el núcleo de creencias locales de la India primitiva, junto con los dioses védicos del protohinduismo.

Una de las salas de la exposición, con iluminación que resalta cada pieza.

Inmediatamente después de la muerte del fundador, hacia el año 400 a.C., los recintos consagrados a esas deidades naturales fueron reutilizados por los seguidores de Buda. Los santuarios de serpientes (naga) se eligieron como emplazamientos para nuevos monasterios, y los de árboles —o sitios de los deseos— fueron asumidos también por los planes monásticos. Los nagas guardan relación con momentos importantes de la vida de Buda, desde su primer baño hasta su meditación de siete días. Lo natural y lo sobrenatural, lo histórico y lo épico, se entrelazan en la exposición.

“Esta muestra es el resultado de un gran esfuerzo, de un diálogo de 10 años con las instituciones indias que han prestado sus piezas”, explicó en la presentación el director del Met. “Es un enorme signo de confianza por parte de las autoridades indias permitirnos exponer un buen número de obras y objetos que han sido excavados y descubiertos recientemente y que se muestran por primera vez en EE UU”. El esfuerzo que supone inaugurar una exposición de características tan ambiciosas “en pleno verano”, señaló Hollein, no empaña su dimensión, que también transmite otro mensaje: la diplomacia cultural como una de las herramientas más eficaces del soft power.

Una potencia global

Hari Krishna, representante del Gobierno de Andra Pradesh, uno de los Estados que ha prestado piezas, recordó cómo las enseñanzas de Buda suponen “una brújula para tiempos difíciles”. “Mahatma Gandhi consideró a Buda uno de sus inspiradores; como Luther King, como el Dalai Lama… Buda enlaza épocas y une a todos sus adeptos en la historia”.

John Guy, conservador de arte del sur y el sudeste asiático del Met, mostró su satisfacción por el hecho de que 10 años largos de trabajo hayan llegado a buen puerto. “Esta exposición presenta la historia de los orígenes del arte budista a través de obras maestras recién descubiertas de la India primitiva, del sur de la India, en el contexto más amplio de las primeras prácticas devocionales budistas, centradas en honrar a Buda y sus relicarios. Los monasterios budistas eran lugares de meditación, pero también, en ocasiones, de bullicio, de ruidosos festivales cargados de flores y perfumes. Las vívidas tradiciones del budismo primitivo se destacan aquí, esta es una exposición que celebra los sentidos, al igual que el culto budista”. Cada una de las piezas, en su delicadeza, encierra una explosión de vida.

Arquitrabe con león y escena del nacimiento de Buda (Departamento de Patrimonio de Telangana).

Organizada temáticamente en varios bloques, de los cultos prebudistas al papel de las estupas o de los mecenas, en la muestra destaca una sección dedicada a la posición global de la India en la época. El diálogo entre dos civilizaciones, dos culturas, tan aparentemente ajenas como la india y la romana fue fecundo, y las influencias externas contribuyeron a moldear en parte el arte budista primitivo. El floreciente comercio de la India con el mundo imperial romano está bien documentado. En esa época, las monedas romanas de oro y plata, acuñadas con retratos, llegaban a la India masivamente. En esta sección, una escultura romana de bronce de Poseidón, excavada en la India, y una estatuilla india de marfil de una mujer joven, descubierta en Pompeya, atestiguan la próspera relación, que alcanzó su apogeo en los primeros siglos de la era cristiana.

En la exposición destacan varias representaciones de estupas sublimes, secciones de puertas ceremoniales y procesionales protegidas por imponentes cobras (o nagas). En su interior se protegían las preciosas reliquias que, como un sendero de huellas, marcan la presencia y la difusión de Buda por la región y por el mundo. Cada pieza es única: por su ubicación en la sala y por una iluminación que la convierte en epifanía artística. “El budismo inspiró un florecimiento creativo extraordinariamente innovador además de hermoso en la antigua India. Es un gran honor presentar nuevos descubrimientos de este momento crucial de la historia del arte a nuestro público mundial”, agregó Hollein. Además de los préstamos indios, la exposición del Met se nutre de piezas procedentes de instituciones de Europa y EE UU.

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