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Ira Sachs, el cineasta que escarba en los tabúes del sexo y el amor

El estadounidense estrena en España ‘Passages’, una película sobre el deseo y la masculinidad tóxica en un triángulo amoroso que en EE UU ha sido calificada como “no recomendada para menores de 17 años”

El director Ira Sachs, durante la 13ª edición del Atlántida Film Fest en Palma de Mallorca el pasado 28 de julio.Foto: Juan Naharro Gimenez
Patricia Casas

El cineasta estadounidense Ira Sachs (57 años) no tiene ningún miedo a opinar ni a romper tabúes. Es una de las motivaciones que le impulsaron a rodar Passages, su último filme, estrenado en las salas españolas este viernes. “Quería hacer una película cachonda y erótica sobre sexo, deseo, piel y belleza”, confiesa en una entrevista con EL PAÍS por videollamada. Se ha lanzado a tocar muchos temas: la bisexualidad, la infidelidad, la codicia y los orgasmos. De eso tiene mucho Passages.

Los filmes más convencionales le aburren porque no aparecen relaciones sexuales: “Los superhéroes no tienen sexo, así que no representan la experiencia humana”. Cree que no se incluyen este tipo de escenas porque es un “elemento peligroso si quieres crear un producto de masas”. Pero, a la vez, subraya la capacidad que tiene lo erótico como elemento de marketing. Por ejemplo, con los avisos que dan las plataformas al inicio de cada filme: “Te dicen: ‘No te preocupes, va a haber sexo y drogas en esta película, estás en el sitio indicado”, ironiza. Para inventar la trama de Passages, el cineasta ha tenido que escarbar en antiguas películas y en directores como Pedro Almodóvar, que apostaban por la idea de que mostrar la piel y los cuerpos está bien.

Las historias de Sachs giran siempre alrededor de asuntos familiares y de pareja, contados desde las entrañas de los personajes y sus emociones. Son problemas cotidianos que les pasan a personajes que no lo son. Es el caso de Tomás, un director de cine que se encapricha de una joven y le es infiel a su marido. Para Sachs, el amor complica el mundo y, junto a “familia”, es la palabra más difícil de definir. “Es intentar comprender cómo dos humanos interactúan juntos”, explica.

Una película “de acción”

Passages no es una tragedia romántica —aunque sea un ejemplo claro para diferenciar entre enamorarse y encapricharse—, sino una “película de acción”. De esta forma la define el director, pues sus personajes buscan algo más que una relación amorosa, son ambiciosos. Una cualidad que hace del protagonista más un antihéroe que un héroe. “La historia del drama está llena de héroes que no son perfectos. ¿O lo era el rey Lear de Shakespeare?”, afirma. Tomas es un hombre atormentado al que las cosas se le complican con cada paso que da hasta llegar a quedarse sin nada. La meta de Sachs es esa: que el hombre poderoso acabe en el suelo arrastrándose. “Mi motivación es haber vivido bajo el Gobierno de Trump, estaba desesperado por bajarle del pedestal”, asegura. Y el espectador espera que a Tomás le pase lo mismo.

Cuando habla sobre el poder, Sachs usa un tono mucho más combativo, probablemente como defensa. Él ha sido capaz de esquivar la censura en muchos países, pero se muestra escandalizado por los recientes casos de cancelaciones de espectáculos en España o por la retirada de programación de la película infantil Lightyear, donde sale un beso entre dos mujeres. “A la extrema derecha no le importa lo que la gente haga de manera individual, solo quiere mostrar su poder. Y una forma de hacerlo es enseñar su capacidad de ser violenta”, comenta.

Passages
Adèle Exarchopoulos and Franz Rogowski, in 'Passages.'

También rechaza la calificación de las películas por edades: Passages ha entrado en la categoría de no recomendada para menores de 17 en EE UU, su posible muerte comercial. “Es una manera de avisar a otros directores de que no creen este tipo de imaginario porque no van a llegar a todo el público”.

No solo opina sobre las personas que se oponen, también sobre las que callan. “Todos los directores LGTB que ha habido se han mantenido en el tiempo porque han dejado de contar historias gáis dado que la industria y la cultura no están ahí para apoyarles”, sentencia. En su opinión, las tramas con esta perspectiva no tienen espacio en los certámenes de cine. “Los festivales se han agarrado al poder del hombre blanco y nos dicen que no les pongamos en duda”, opina cuando saca a colación la actitud de Thierry Frémaux, delegado general de Cannes, cuando la actriz Adèle Haenel publicó una carta abierta criticando al festival por programar filmes de directores acusados por agresiones sexuales como Roman Polanski o Woody Allen. “Con todo lo que se ha alcanzado, ¿de verdad que decidimos luchar para que estos dos hombres tengan su espacio de visibilización?”, protesta. Y eso que los festivales han sido clave en su carrera, sobre todo el de Sundance, donde se estrenó Passages a principios de este año, además de algunos de sus largometrajes anteriores. La clave para que defienda esta cita son sus responsables. “Sundance tiene, desde el principio, una cultura que abraza lo diferente”, asegura.

El cine de Sachs, y esta película más, juega con los silencios. Es la forma que tiene el director de expresar su libertad como artista. “Dentro del silencio hay ambigüedad, algo que es muy preciado en el séptimo arte pero que no se permite en la industria más comercial”, defiende. Pero, además, los espacios en blanco producen angustia. La película conduce al espectador por un estado de tensión constante.

Hijo de padres divorciados, homosexual y judío, Sachs pertenece a más de un colectivo minoritario y no tiene ganas ni de dejar el cine ni de callarse. Su lema de vida es toda una declaración de intenciones. “Si pudiese darles algún tipo de formación a mis hijos, creo que sería la que tuvo Martin Scorsese en 1940 en Nueva York; es decir: todo es posible”, reflexiona.

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