Antonio Saura: hondura, belleza y bilis de un genio del siglo XX
Dos exposiciones en Madrid y Valencia conmemoran el 25º aniversario de la muerte del artista
Nadie duda de que Antonio Saura (Huesca, 1930-Cuenca, 1998) es una figura esencial de la historia del arte de la segunda mitad del siglo XX. Con referentes como sus paisanos Goya y Buñuel, Saura impulsó el determinante grupo El Paso junto a Martín Chirino, ...
Nadie duda de que Antonio Saura (Huesca, 1930-Cuenca, 1998) es una figura esencial de la historia del arte de la segunda mitad del siglo XX. Con referentes como sus paisanos Goya y Buñuel, Saura impulsó el determinante grupo El Paso junto a Martín Chirino, Manolo Millares o Rafael Canogar, entre otros. Ellos trajeron a España el informalismo, una pintura de acción que expresaba sus sentimientos a través del gesto automático y el trazo violento. Era una manera de mostrar libremente su conciencia social y política, algo bien complicado en plena dictadura.
El joven que empezó a pintar en Madrid con 17 años, mientras se recuperaba de una agresiva tuberculosis ósea, se sumergió en el surrealismo y a base de enormes brochazos negros y grises logró que la abstracción fuera la mejor arma para expresar su descontento y amargura, sin olvidarse nunca de la belleza. Crucifixiones, multitudes, curas, autorretratos, desnudos como el de Brigitte Bardot o reinterpretaciones de pinturas de sus maestros (Rembrandt, Velázquez, Goya, Picasso) conforman una personalísima obra que se puede contemplar en más de cien colecciones públicas de todo el mundo. Desde que falleció el 22 de julio de 1998, hace 25 años, en su querida ciudad de Cuenca, se le han dedicado alrededor de 100 exposiciones individuales. Dos de ellas fueron grandes retrospectivas celebradas en Berna (Suiza) en 2012 y en Wiesbaden (Alemania) en 2013. El 15 de septiembre se inauguran dos notables exposiciones que inciden en la permanente actualidad de su obra. Una ha sido titulada Pintar como querer (Opera Gallery Madrid, hasta el 16 de octubre) y la otra agrupa su legado en Antonio Saura. Esencial, en la Fundación Bancaja de Valencia (hasta el 28 de enero de 2024). Aquí se exponen las alrededor de 80 obras que posee el Reina Sofía gracias a la dación en pago de impuestos de sucesión por parte de sus herederas.
Gracias a esa fórmula para saldar obligaciones tributarias, dos museos nacionales, el Reina Sofía de Madrid y el Pompidou de París, poseen las mayores colecciones de la obra de un creador que también fue muy personal a la hora de trabajar. “En la realización de un cuadro no tardo más de un día. Como mucho, dos. Eso sí, yo trabajo entre 10 y 12 horas diarias. A veces borro todo y vuelvo a empezar. No retoco. Cuando empiezo, tengo clara la unión de gestos y estructuras, y actúo con una velocidad vertiginosa”, contaba a EL PAÍS en una entrevista de 1996. Pese a esa rapidez, Saura aseguraba que no producía mucho porque también era ingente lo que destruía y porque no dedicaba más de tres meses al año a la pintura.
La España ensimismada
Avanzado el siglo XXI, cabe preguntarse sobre la vigencia de la obra de Antonio Saura. El historiador y crítico Alfonso de la Torre, especializado en arte español del siglo XX, opina que Saura fue, con Manolo Millares, el conformador de la personalidad e ideario de El Paso. “Ambos fueron los verdaderos artistas escriturales, capaces de armar una zona de pensamiento crítico inusual y de inusitado activismo en aquella España aún ensimismada”. El manifiesto de El Paso, firmado en 1957, era una llamada a la colaboración entre diversos géneros: las artes plásticas junto a la escritura, la música, la arquitectura o el cine; algo plenamente contemporáneo. Añade De la Torre: “La obra de Saura tiene algo de ‘extramuros’, de situarse al otro lado del mundo. Ha referido los grandes asuntos del vivir (la violencia, la vida y la muerte, religión o sexo) como un renovado Jardín de las delicias del siglo XX. La suya es una pintura difícil de ser aprehendida, pero no olvidemos que, como en tantos grandes artistas, su oscura complejidad es su grandeza”.
Barrio chino parisiense
Emmanuel Guigon, director del museo Picasso de Barcelona, es uno de los mayores estudiosos de la obra de Saura y fue uno de sus mejores amigos en el París en el que se instaló a vivir en 1961. Guigon realizó más de 30 exposiciones con Saura y fue el especialista que analizó el legado para el Reina Sofía. Considera que Saura es uno de los mejores artistas del siglo XX no solo en Europa, sino en todo el mundo. Y no duda de que su estela perdurará en la historia del arte. Cuenta que Saura, en sus comienzos, estaba obsesionado con Breton. “Su primera estancia en París fue para conocerle. Estaba imbuido del surrealismo”. No recuerda Guigon si a Saura le satisfizo el encuentro con su admirado Breton. En cambio, guarda muy frescos en la cabeza los encuentros en la casa parisiense: “Vivió mucho tiempo en el mismo piso junto a Mercedes Beldarraín (su segunda esposa). Era una torre en Tolbiac, en el barrio chino parisiense. Vivienda y estudio estaban frente a frente y así no tenía que desplazarse con su dolorosa cojera. Intentaba que la vida social no fuera más allá de la torre y cuando quedábamos para almorzar o cenar, lo hacíamos en el restaurante chino que había muy cerca de su casa”. “Los chinos del local”, cuenta entre risas, " le confundieron mucho tiempo con el jefe de una empresa de transportes porque a menudo veían camiones cargando objetos de gran tamaño y a él dirigiendo las maniobras. Cuando supieron que era artista, se dirigían a él como monsieur Picasso”.
¿Era tan intenso como parecía? Guigon responde: “Era un intelectual de primer nivel, capaz de hablar en su francés marcadamente aragonés de cualquier tema. También era disfrutón. Era un hombre muy guapo que cuando entraba en un local apoyado en su elegante bastón, imponía. Su mirada distante se disolvía pronto y la relación con él era siempre agradable”.
La historiadora Lola Durán Úcar, comisaria junto a Fernando Castro Flórez de la exposición de Bancaja, cree que el legado de Antonio Saura tiene una trascendencia universal. Dice Durán que su afán de libertad y el deseo de romper las estructuras sociales de la dictadura están en toda su obra, pero de manera especial en las que componen el legado que se expone en Valencia. Entre las Constelaciones de 1947 y las últimas obras de los noventa están todos aquellos cuadros que él mantuvo guardados y apartados del resto durante su vida, por considerarlos importantes referentes en la historia de su pintura, pues reflejaban las diferentes etapas de su trayectoria artística. “Para Saura el arte es una vía esencial de rebeldía y expresión de libertad en un tiempo en el que se estaban aflojando las cuerdas de un régimen político represor; un instrumento idóneo para romper con un pasado mortecino y retrógrado. La pintura de Saura nace de una necesidad urgente de expresarse, es su intensa forma de vivir”.
Las tres gracias, sus tres hijas
Antonio Saura tuvo tres hijas con Gunhild Madeleine Augot, su primera esposa. De las tres solo sobrevive Marina, de 66 años. Ana (1959-1990) y Elena (1962-1983) están enterradas junto a su padre, en el cementerio de San Isidro de Cuenca. Marina Saura, reconocida actriz y escritora, lo dejó todo para dedicarse a la difusión e investigación de la obra de su padre a través de la Fundación Archives Antonio Saura de Ginebra.
Marina Saura ha colaborado con la exposición en Opera Gallery. De la retrospectiva de Valencia se ha enterado hace dos meses, de manera que no ha tenido la opción de ayudar. “Esta exposición en Madrid es fruto del ofrecimiento espontáneo de su directora, Belén Herrera, de presentar el Catálogo razonado de los carteles de Antonio Saura, fruto de 10 años de trabajo de Olivier Weber-Caflisch y Jean-Charles Giroud, publicado por la Fundación Archives Antonio Saura. Yo deseaba exponer algunos de los formidables carteles para acompañar la difusión del catálogo y Opera Gallery no solo nos ofreció su magnífico espacio, sino que decidió reunir para la ocasión lienzos de Saura sin pedirnos nada a cambio. Por paradójico que parezca, no abundan las galerías que compren obra de los artistas que les gustan, y Opera lo ha hecho durante años por su cuenta antes de conocernos. La Sucesión Antonio Saura ha aportado obras escogidas entre varios temas del repertorio fundamental del artista, tales como Auto de fe / Cabezas / Sudarios, Retratos imaginarios, Crucifixiones, Damas, Multitudes y Perro de Goya, además de una selección de carteles que estoy segura van a interesar al público. Espero que haya más exposiciones de carteles de Saura en España porque son como un paseo desenfadado y agudo por la memoria de nuestro país”, explica Marina Saura.
La versión de Saura de Las tres gracias de Rubens se podrá ver en Valencia tras su reciente adquisición por la Fundación Bancaja. ¿Qué le inspira a su hija la contemplación de esa obra tan importante para su padre? “Alegría y tristeza. Mi padre nos llevaba los domingos, de niñas, al Museo del Prado y cuando veíamos el cuadro de Rubens nos entraba la risa floja. Le divertía llamarnos ‘las tres gracias’ para pincharnos. ‘¿Cómo? —nos indignábamos— ¿Nosotras, tres rubias llenas de celulitis? Era tan púdico, que en vez de decirnos que nos quería, nos daba el título de una obra de su admirado maestro. Al morir mis hermanas pequeñas una tras otra, abandonó el proyecto de seguir pintando Las tres Gracias. La deformación y el capricho ejercidos sobre un arquetipo asociado tanto a sus obsesiones como a su vida íntima se volvieron una imposibilidad en sí. En el fondo, era un pintor manierista, para bien y para mal”.
Medea, la bestia negra
En estos 25 años la actividad de la Fundación Archives Antonio Saura de Ginebra ha sido incesante. Ha publicado el Catálogo razonado de la obra gráfica (en el 2000) y del de los carteles (2023). Sólo falta el de la Obra sobre lienzo y papel, el más extenso y laborioso. Además, la entidad se ocupa de depurar y certificar. “Hemos intervenido desde el principio con mucha contundencia ―concluye Marina Saura― en colaboración estrecha con la excelente Brigada de Patrimonio Histórico, que trabaja con desgraciadamente pocos medios, pero gran profesionalidad y eficacia. De la noche a la mañana pasé de ser Medea, Helena de Troya, Desdémona o la presentadora de De Película a la bestia negra de unos piratas del mercado del arte secundario o terciario. No tenía ni idea en qué me estaba metiendo”.