El rey emérito, bajo la mirada satírica e implacable de Els Joglars

Albert Boadella y Ramón Fontseré se unen de nuevo en el teatro con un retrato de Juan Carlos I

Dolors Tuneu, Ramon Fontseré y Pilar Sáenz, en una escena de 'El Rey que fue', de Els Joglars.ELS JOGLARS

En la cubierta de una goleta de nombre Superbotín se organiza la llegada de Juan Carlos de Borbón. En aguas del golfo Pérsico, el rey emérito español tiene el capricho de organizar una paella en alta mar en honor a un jeque árabe. Con pantalón y chaqueta en tonos claros, gorra roja, llega don Juan Carlos, bastón en mano, renqueante y lento, mientras suenan los bellos acordes de La muerte y la doncella, de Schubert. Es la bienvenida del capitán inglés, pantalón corto blanco a juego con sus calcetines, a tan ilustre visitante. Pero el emérito, nervioso e irritado, pide que quiten e...

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En la cubierta de una goleta de nombre Superbotín se organiza la llegada de Juan Carlos de Borbón. En aguas del golfo Pérsico, el rey emérito español tiene el capricho de organizar una paella en alta mar en honor a un jeque árabe. Con pantalón y chaqueta en tonos claros, gorra roja, llega don Juan Carlos, bastón en mano, renqueante y lento, mientras suenan los bellos acordes de La muerte y la doncella, de Schubert. Es la bienvenida del capitán inglés, pantalón corto blanco a juego con sus calcetines, a tan ilustre visitante. Pero el emérito, nervioso e irritado, pide que quiten esa música de “ñi, ñi, ñi”. Él prefiere a Los del Río. Así comienza el relato tragicómico de El Rey que fue, el nuevo espectáculo de Els Joglars, que ha vuelto a unir después de diez años a Albert Boadella, como director, y Ramon Fontserè, como actor.

El Rey que fue, que recorre la vida de Juan Carlos I y de los últimos 50 años de España, se representa en el teatro Infanta Isabel de Madrid a partir de este miércoles. Fontserè, en el papel del rey Juan Carlos, está acompañado en el escenario por Pilar Sáenz, Dolors Tuneu, Martí Salvat, Bruno López-Linares y Javier Villena. El montaje fue presentado y rechazado por el teatro Español, centro de titularidad pública dependiente del Ayuntamiento de Madrid. “Hubiéramos tenido problemas en un teatro público”, apuntan los componentes de Els Joglars.

“Si Shakespeare hubiera vivido en nuestra época, antes que Hamlet o Macbeth habría escrito un texto sobre Juan Carlos I. La vida del emérito es absolutamente shakespeariana, una gran tragedia clásica. Un niño, separado de sus padres y bajo la tutela de un dictador, que mata a su hermano. Que siempre está en el medio, entre el dictador y su padre, como si fuera una pelota en el juego del pimpón. Un hombre que durante 17 meses tiene el poder absoluto, como el mismísimo Luis XIV de Francia, antes de entregarlo a la democracia. El golpe militar, sus jolgorios económicos y sexuales. Y finalmente, el exilio, como Isabel II o Alfonso XIII. Que no me digan que esta no es una historia con todos los elementos de una tragedia de Shakespeare”, exclama Albert Boadella, 80 años, en un encuentro ingenioso y feliz con su actor fetiche, Ramon Fontserè, de 67 años.

Pocos en el campo de la dramaturgia se habían aventurado en España a acercarse a la figura de Juan Carlos I, a excepción de la obra de teatro El rey y la película homónima que hizo Alberto San Juan, reflexionan actor y director. Era algo que extrañaba a esta pareja, teniendo en cuenta los elementos “apasionantes” de la vida del emérito. Y siguiendo la estela de sus anteriores creaciones, en las que, a lo largo de muchas décadas de éxitos teatrales, no han dejado títere con cabeza y han abordado con sátira cruel e ironía la historia de España y sus protagonistas, como Jordi Pujol, Salvador Dalí o Josep Pla, el Ejército, la Iglesia o el independentismo catalán, El Joglars se han lanzado ahora al mundo de la nobleza y la monarquía para retratar las vicisitudes de un rey poderoso y campechano que tuvo que pedir perdón a los españoles y que ahora vive en el exilio. “Nos hemos acercado con absoluta libertad, sin ningún tipo de autocensura. Pero sí hemos pensado responsablemente en lo que es justo o injusto. Contamos su vida, pero también le dejamos defenderse, a través de una especie de bufón que aparece en la función”, explica Boadella. Así, don Juan Carlos explica sus razones en la obra, “aunque sean cívicamente impresentables”, en palabras del director. “Desde los 10 años, me he dedicado a la Corona, a la Corona y a la Corona. Yo sigo siendo el Rey”, se defiende irritado, como un niño consentido y frívolo, en El Rey que fue.

Albert Boadella y Ramón Fontsere, en el escenario del teatro Infanta Isabel de Madrid, el pasado viernes.Samuel Sánchez

El espectáculo no obvia su afición por las mujeres y sus relaciones extramatrimoniales, “su patología sexual”, su distanciamiento de la reina Sofía ―”es un congelador”, dice―, la figura de su amante Corina ―”una zorra estafadora”― y sus desmanes económicos y engaños a Hacienda. Pero también enfatiza otros aspectos, que según Boadella y Fontserè, por los que pasará a la historia. “Dentro de 50 años se le recordará como el rey que hizo pasar a España de una dictadura a las libertades”, se muestra convencido Boadella. Fontserè añade: “La historia lo recordará por ese hecho como dice Albert, pero también por su picaresca y su frivolidad en momentos dramáticos como el 23-F”.

El texto es resultado de mucho tiempo de investigación, estudio de imágenes y lecturas. Se encerraron durante cuatro meses en la Cúpula, el emblemático y mágico lugar de ensayos de Els Joglars en Pruit (Barcelona), y allí fue surgiendo, entre improvisación e improvisación, la figura del monarca. “Debíamos tener la seguridad de que Fontserè poseyera a Juan Carlos”, señala Boadella, para quien este regreso a la compañía, creada hace 62 años, es algo así como una vuelta a la libertad y la demostración, apunta su compañero, de que todavía es posible hacer este tipo de teatro, con cuatro meses de ensayos. “Ramon es un caso especial, un hombre muy disciplinado trabajando, está siempre concentrado, incluso fuera de los ensayos trabaja por su cuenta”, dice Boadella. “Yo prefiero ser dirigido, ser acotado. La libertad en la actuación me pierde. Me resulta mucho más efectivo y seguro. Y si el que me dirige es Albert, miel sobre hojuelas”, apunta inmediatamente Fontserè.

“Solo un actor como Ramon Fontserè puede hacer del rey Juan Carlos, porque lo que hace es poseer al personaje”. La rotunda afirmación de Boadella hace sonreír al intérprete. Y ahí están los ejemplos, dice el director, de Jordi Pujol, Josep Pla o Dalí. ¿Y cómo se posee a un personaje así? “A través del trabajo, de un intento de absorción de los elementos rítmicos, gestuales, de una obsesión total. Tiene mucho de repetición, de hacerlo un día tras otro. Te va dando vueltas el personaje y, poco a poco, vas avanzando. Cuando lo tienes es cojonudo”, explica Fontserè, y añade que en este caso ha tenido muy en cuenta la envergadura física y los movimientos “lentos y majestuosos” de Juan Carlos I, su campechanía, sin olvidar los momentos en los que se cabrea y le sale la vena más despectiva.

Tras meses de investigación, Boadella llega a la siguiente conclusión. “Juan Carlos es un rey más parecido a Felipe V y Carlos III que a su hijo. Es del antiguo régimen total y, por lo tanto, hace las cosas bajo la sensación de impunidad que tenía ese antiguo régimen. Eso le lleva a hacer cosas enormemente negativas. Además de su incultura. Creo que un rey no puede alardear de no haber leído un libro entero. Su parte positiva es esa empatía, esa conexión pública de cachondeo y simpatía”, asegura el director.

La función va avanzando y los lamentos del rey emérito crecen: “No he tenido padre y ahora ni hijo. He aguantado a la Sofía y a la Letizia, a los periodistas y a los jefes de gobierno. Soy un cero a la izquierda. Nadie me respeta. Si no fuera por mis hermanos árabes…”, asegura. Y ya al final de la obra, cuando se acerca una enorme borrasca y le llega un maletín lleno de billetes que salen disparados por el viento, el lamento se acrecienta: “Hoy ser rey en España es una mierda. Todas las monarquías son de adorno y los ingleses son los peores. ¿Qué es hoy mi hijo? Una marioneta a manos de los políticos. Le dicen que destierre a su padre y lo hace”. El emérito se queda solo y abandonado por todos en el Superbotín.

Regreso a los Teatros del Canal

Albert Boadella es una de las seis personas nombradas recientemente como directores-asesores de los Teatros del Canal de Madrid por el consejero de Cultura del Gobierno regional, Mariano de Paco, junto a José Luis Alonso de Santos, Ana Zamora, Ainhoa Amestoy, Lluís Pasqual y Olga Blanco. Cada uno se hará cargo de diferentes áreas escénicas. Al frente de todos ellos estará Ruperto Merino, con el cargo de director gerente y responsable nacional e internacional del teatro. Boadella, que dirigió este centro a lo largo de siete años y estará centrado en la lírica, considera este nuevo organigrama una buena decisión y cree que el sistema que se ha adoptado es un intento de “pluralidad” a la hora de elaborar la programación.

“Para un centro como los Teatros del Canal, una dirección artística única quizás no es lo más aconsejable. Es un teatro con demasiadas disciplinas, danza, lírica, teatro y otras más, para que sea un único director el que decida sobre ellas. Yo ya sentí, en los años que estuve al frente, que había cosas que me sobrepasaban. Hay tal amplitud de ofertas en tantos campos, que existe el temor de que las cosas que se hagan sean siempre del gusto del director”, opina Boadella.

El director se siente a gusto en esta estructura y, sobre todo, con la decisión de encargarle el área de la lírica, en la que ya lleva implicados varios años. “Para mí la lírica es la compensación de una frustración que tenía con la música desde muy joven”. Ya está trabajando en la programación para la temporada que arrancará el próximo otoño, durante la cual pretende realizar proyectos conjuntos con el Teatro Real y el Teatro de la Zarzuela.


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